Reencarnación 1
Cuando desperté ya había cumplido demasiados años. Eso era lo usual en mi nave intergaláctica, pero no en la tierra, planeta al que me enviaron a estudiar mis madres. La soledad nunca fue un problema, me entretuve jugando al esconder con mis palabras, en la oscuridad de mis ojos vacíos. Nunca me planteé la necesidad de despertar y relacionarme con los otros. Los terrícolas son demasiado predecibles, dados a las modas, a la histeria y a las epidemias. Prefiero estar sola, ya lo había estado después de la última pandemia humana, que no empezó en China como hicieron creer. Él problema es que la mayoría de los habitantes del planeta se quedaron mudos. Sin embargo, mis voces, cada sílaba, danzan a través de mi sangre, en realidad son lo que me queda de sangre. Mi cielo oscuro fue por mucho tiempo una caricia de satín. Poco a poco mis voces van callando, me voy tornando pequeñita, en un nuevo espacio más caliente y húmedo, como una cueva de aguas termales. Escucho un grito en el exterior que me va expulsando. Duele al ir saliendo por una gruta angosta hasta ser agarrada . Mi llanto opaca las voces anteriores a una nueva primitiva y hambrienta de nuevas palabras. Abro los ojos, también las manos, a la luz …
Cuando volví a despertar, acababa de ser parida.
Ana Marìa Fuster Lavìn