martes, septiembre 26, 2006

Desde la tierra de los niños 1: Ana María Fuster

Estoy de madre…

Por Ana María Fuster Lavín


“Nada ni nadie puede impedir que sufran,
que las agujas avancen en el reloj,
que decidan por ellos, que se equivoquen,
que crezcan y que un día
nos digan adiós.”
Joan Manuel Serrat


para Miguel, mi duende veloz, toda mi vida





Y pasó otro día de las madres... Compra aquí, compra allá. Algunos deambularon por sus recuerdos melancólicos, añorando a sus madres, ahora ausentes. Otros se sintieron redimidos en su bondad hacia la progenitora, porque luego de años tratándolas como trapo, ese día llegaron sonriendo al encuentro de mami con una tarjetita, una aspiradora nueva, un microondas o cualquier otro artefacto que le recuerde su hermosa condición de esclava. Recuerdo que una vez mi abuelo le regaló una nevera en el día de las madres a mi abuela. No se imaginan cuánto ella se ofendió, con lo conversadora que era, estuvo casi un mes sin hablarle.

Les había comentado que soy aprendiz de poeta, cuentista por naturaleza y mamá por destino... No pretendo ser clichosa, ni que este escrito parezca salido de uno de esos libros de autoayuda de los que venden en las farmacias y supermercados, y de los que me cuido como de un catarro. A diferencia de muchas mujeres, nunca soñé con ser madre. Lo aseguro, para nada. No, no era por miedo ni egoísmo. Al igual que a unos les gusta más el azul, el rojo o el verde; otros que pueden ser fascistas radicales o nacionalistas; católicos, judíos, musulmanes o evangélicos, o sencillamente agnósticos; o los que tan sólo somos ciudadanos de la humanidad; no podemos pretender ser lo que no somos. Es mejor que te acepten de forma honesta dos o tres personas, que hipócritamente veinte, cincuenta, trescientos. ¿No creen?

En fin, que la maternidad no era una meta en mi vida, ni mucho menos. Sin embargo, aquel 1ro de diciembre dos rayitas rojas cambiaron radicalmente algunas de mis convicciones. Miraba las dichosas instrucciones con escalofríos; en el fondo me lo sospechaba hacía un par de semanas; sí, llenas de nauseas y todo tipo de misteriosas sensaciones. Dos rayitas rojas... ¡Positivo! Temible decisión tenía ante mí. Después de meditar con la calma que precede a un huracán, decidí que contribuir a la explosión demográfica caribeña. Les contaré el resto de mi llegada a la maternidad, pa’que vean que puedo ser muy tierna, mis arranques sensibleros atacan una vez cada cuatro años.

Nada, me dije, pues de madre y pa’lante. Así, según fue creciendo y redondeándose mi cuerpo –aunque no demasiado, menos mal, pues con lo bajita que soy hubiese parecido un albondigón– comencé a sentir un cosquilleo, como una energía interna que me arropaba y quería estallar.

El suceso fue el 20 de julio de 2001. Esa mañana me miré al espejo: ¡hoy será un gran día! Bueno, acepto que estaba algo asustada, ni modo, no soy tan valiente. Realmente estaba cagadita. ¡Qué horror! Mi ex compañero (soy una más en otras estadísticas, pero eso lo dejo pa' otra columna) y padre del pequeñín que me habitaba, ocultando sus nervios, repasaba las cosas que se suponía que llevara en una maleta y los documentos para llevar al hospital; menos mal porque yo soy un desastre en cuanto a la organización (mis compas de la ofi pueden dar fe de eso). Tomé un liviano y aromático café. Y a la aventura…

Como vivía cerca del hospital, agarramos la maleta, de esas con rueditas como las de las azafatas, la almohada y caminamos por la avenida Ashford hacia el hospital. Ya se imaginarán las miradas de la gente que nos cruzábamos a las 7:00 AM por una acera del Condado, al ver a una joven preñadísima, almohada bajo el brazo, junto a un alto melenudo llevando la maleta, con la calma de una procesión de Semana Santa, con todo y las penitencias.

Llegué a la sala de maternidad ocultando mi emoción; irónicamente cada vez me sentía más tranquila y segura. ¡Qué increíble, en pocas horas conocería en persona a mi habitante interior! Bueno, todo no fue tan simple o sencillo. Primero me torturaron haciéndome poner una bata amarilla de papel que transparentaba toda mi preñez y lo poco que conservaba de pudor. Me parece poco cortés esa indumentaria para recibir a un personaje tan distinguido: un nuevo boricua en el mundo. Al menos me permitieron quedar con una manta verde fluorescente, que llamó mucho la atención a las enfermeras del segundo piso y que contrastaban con mis brillantes calcetines anaranjados, siempre he tenido unas modas muy peculiares. Mi madre antes me regalaba ropa muy combinada, pero ya se dio por vencida conmigo.

Así, tratando de relajarme, si eso podría ser posible, me acosté en la cama del cubículo que me fue designado para comenzar el trabajo de parto. Seguí todas las instrucciones del personal, siempre he sido muy disciplinada, además de miedosa y fantasiosa. Eso sí, le pregunté cinco veces a la enfermera por mi doctor; otras cinco le recordé que cuando llegara el momento me pusieran la epidural –esa anestesia para el dolor, que al parecer es opcional (sí, claro), pues el plan médico no la cubre – (¿serán sólo hombres quienes diseñan las cubiertas de maternidad?). El doctor Rivera –Sony- llegó unos cuarenta y cinco minutos más tarde; pasó muy cariñosamente su mano por mis pies y barriga, y me dijo con su reconfortante sonrisa de niño: “¿Preparada? Vamos a acabar con tu miseria”. Se acomodó los espejuelos y ordenó que me enchufaran varias máquinas, tubos, como carro en el chequeo de la inspección, luego rompió el saco del bebé (sí, se siente como si te orinaras entera en la cama después de tomarte dos six-packs de cerveza) y allá vamos...

Después de varias horas en la sala de dilatación y los consabidos dolores- --eso del parto sin dolor es una broma de mal gusto-- pasamos la madre de los sustos. Los latidos del bebé comenzaron a mostrarse erráticos. Otro de mis doctores, también Rivera (¡qué original!), al que llamaba dinamita por su hiperactividad, movía mi vientre de un lado al otro, pero nada. Subían y bajaban sus latidos. ¡No, mijo, no, después de todo lo que he pasado naces porque naces! -- le dije a mi inquilino.

A pesar del frío del acondicionador del aire, sudaba como esquimal en el desierto. Ambos obstetras consultaron entre sí. Vi que Edgardo, el dinamita, lucía preocupado y yo lo miré asustada, sonrió y salió veloz. Después de unos minutos, una eternidad, el doctor –el de los espejuelos-, me dijo que tendría que realizarme una cesárea de emergencia, el niño se estaba ahorcando con el cordón. Le agarré el brazo como cuando una niña toma la mano de su papá para cruzar la calle por primera vez, y con lágrimas (de miedo, pues nunca me habían operado, ni una muela) le dije que me ponía en sus manos. Y al quirófano...

Todo fue como en los programas o documentales de la tele, donde filman desde los hospitales, no me los perdía durante el embarazo, siempre he sido morbosa. Luego de la preparación de rigor y la soñada anestesia epidural, llegó el gran momento. En unos diez a quince minutos, Miguel hizo su gala-premier mundial. Gritó contundente, con todas sus fuerzas, para que todos lo oyéramos; si era posible, la humanidad entera. Rápidamente, el doctor me lo puso en el pecho, y el Miguel entre lágrimas de amor, de temor, agarró mi nariz. Ambos lloramos al reconocernos. Fue una sensación indescriptible. Sí, me estoy poniendo de dramón melodramático holliwoodense.

Lo que sucediera después quedó opacado por ese instante. Mucho amor, aunque muchos, muchos, muchos desvelos, pero más más luz y alegrías a mi vida. No puedo imaginarme los días sin ese chiquillo maravilloso, con quien salgo a pasear, a comer, al cine, a la playa, nos acompañamos en los sueños, la palabra, la sangre y la luz.

Y sí, además de aprendiz de poeta, soy mamá por destino y no creo en el día de las madres, sino en el calendario sin finales ni códigos de barras. Le aceptaré a mi hijo detalles de afecto en cualquier momento del año, pero que ningún segundo domingo de mayo se le ocurra nunca regalarme una plancha... Claro, un buen regalo sería que él viniese todos los sábados a planchar. Por lo pronto, espero de mi pequeño duende veloz sus sonrisitas llenas de saliva y leche, diciéndome mamá, así soy feliz, plenamente...


Ana María Fuster Lavín


publicado en Mayo de 2004 en Claridad, adaptación de escrito publicado originalmente en el libro de cuentos Verdades Caprichosas, bajo el título La maternidad a mi manera (First Book Pub., 2002).

Sigamos rindiendo un tributo a los niños...

Acuse de recibo de escritos de Abdiel Echevarría, Leticia Ruiz, Nana Ruiz, Yiara Sofía

La foto tomada por la Dama Duende a su niño de luz...

19 comentarios:

Yume dijo...

ah mujer en verdad escribes maravillosamente... y a mi no me parece malo escribir de vez en cuando cosas con el corazon... me alegro de eso, de que la vida ilumine tu vida... en verdad que me ha gustado mucho tu blog, algun dia me gustaria poder escribir algo como eso... por el momento me conformo con llegar a ser una buena diseñadora y tal vez despues se de lo demas en otras cosas jeje

saludos desde Mexico y desde mi torre del munod de un sueño

Noa- dijo...

Curiosas coincidencias tiene este medio... yo nací ese mismo día, pero por supuesto bastantes años antes.

Saludos

Anónimo dijo...

A veces el romper con nuestros propios esquemas es un esquema en sí. Nadie sueña con cosas que al final inevitablemente son! Un abrazo a los dos.

Ana María Fuster Lavin dijo...

Mis amigas, reencontrarme con este escrito después de varios años ha sido una caricia, un abrazo encontrado con mi otra yo, la de antes, ahora soy diferentemente igual a mi anterior Ana María, sigo conservando muchas convicciones, sin embargo puedo ver la vida y sentir sus pasos desde otra perspectiva, y la presencia mágica de Miguel en mí, ha hecho que sea más fuerte y más sensible, he aprendido a disfrutar más mi vida privada que la exterior de mi hogar junto a él, a través de esa bella otredad, me veo a mi misma y lo veo a él, anulo los dolores, tampoco permito que rompan nuestro círculo y puedo darle a quienes me rodean el lado luminoso.
Por eso no comprendo como puede existir tanta aberración en este país, ayer otro padrastro que abusó sexualmente de una niña de 10 años, está embarzada de 4 meses, así otra de 11 años y otra de 12, un niño de dos que su padre le pegó un tiro en la cara porque le molestaba en la parte posterior de su carro, luego lo abandonó y se fue a beber par de cervezas... No entiendo.
Eso, junto al maravilloso poema de Carlos Esteban Cana motivaron esta convocatoria.


Yume, recibe mis cariños, espero tenerte por esta ciudad silente más a menudo, este es también tu blog. un beso y una flor


Hola Noa, son casualidades y causalidades de la vida...

Yiara, hermosa poeta y amiga, recibí tu colaboración, es bellísima y magistral. un abrazo

Ana María Fuster Lavin dijo...

Doy acuse de recibo también del escrito de Peregrino!!!

Mi-borrador dijo...

Oh que hermosura, entre este post tan delicado, tan intenso, tan detallado, desde muy adentro, hasta muy afuera.

Me a encantado la descripcion y los detalles del amor, de la ternura, del dolor y la perspectiva cambiante por causa de un niño.

Por mi parte no deseo tener hijos, almenos ahora pienso asi. No esoty lista para esa responsabilidad de traer un niño a este mundo q cada vez se pone mas dificil.

Pero si me imagino la intensidad de tener a un ser dentro de uno y luego saber q es parte de ti y siempre lo sera. Creo q es lo mas increible q pueda pasar una mujer.

Para mi me es suficiente con mi sobrino lo cual adoro como si fuese mio propio. Es lo mas cercano a un amor de hijo q he podido experimentar. Ese nene es la luz de mis ojos.

TREMENDO ESCRITO, quede encantada! :D

tirasdepapel dijo...

Sin palabras...
AMiga, me has dejado con tantas ideas en mi cabeza... que entre letras volarán esta noche sin importar horarios o desvelos...

La-Roc dijo...

¿Cómo puedo hacer para obtener tus libros?

:D ... me gustarían!

La-Roc dijo...

............ hermosa forma de describir un momento tan UNICO.

Prometo volver...!

PEREGRINO dijo...

Ah.....en momentos de melancolia y de tripeo en kenchup, trato de imaginarme como es esa sensacion de ser madre. Y ciertamente has plasmado esa sensacion en tu escrito (aparte que ya lo habia leido en tu libro). Excelente por demas tu obra narrativa.

Yo tampoco entiendo, al igual que muchos, como un padre o madre pueden abusar de un ser que es parte de su sangre, de su carne...Yo por mis sobrinos doy la vida, no me quiero imaginar en una situacion donde la relacion filial es mas estrecha.

Mis felicidades y respetos a la Dama Duende y a su duende que caminan juntos por este camino llamado vida...

Salud...

PEREGRINO dijo...

Ups....perdon...es ketchup...ya estoy tripeando...

Miguel A. Ayala dijo...

Bello escrito Ana María:

Me lo disfruté de rabo a cabo.
Los mejores regalos llegan de manera inesperada. Los Migueles tenemos memoria genética, uno de los genes no hace alérgicos a la la plancha. Pero tenemos otra cepa de genes que nos hace habilidosos con la escoba y la sartén.

Gracias por el escrito me conmovió y también me arrancó par de buenas carcajadas.
Que tengas buen día, Miguel.

El Navegante dijo...

Me has hecho sentir el barbijo del médico, y tamibén el dolor del parto ( que no se mal interprte pro favor, hablo de tu calidad de narradora).
Qué tora cosas que felicidad,s epuede senir al a´si la felciidad de una querida amiga como tú, Anita.
Lamento los momentos de angustia, todo ese enorme trabajo que has hecho, que tengo la certeza ue sól tú debe saber lo qeu has pasado, y otras mamis en corcunstancias parecidas naturalmente.
Peor si el precio que tuviste qe pagar fue para tener esa cosha hermosha que se llama Miguelito,
Dios te bendiga por tu calidad y tu calidez a la hora de firmar el cheque en ese recinto blanco o verde tal vez.
Un beso enorme, y que siempre nos contagies motivos de felicidad a los que te queremos bien.
Un beso a ese boricuita divino.

PD: te debo mi sobre con tu propuesta, dime si aún esoty a tiempo, la PC me tiene aún a mal traer, y como en este caso, estoy llegando tarde a todos lados pues todo me lleva el doble de tiempo para realizar.

Te quiero mucho.

Ana María Fuster Lavin dijo...

Tiras Nana, por la amistad que nos une y los dolores que hemos pasado muy parecidos, entiendes tanto... Un abrazo desde Puerto Rico hasta Costa Rica

Hola Jay!! Qué alegría tenerte de nuevo por aquí, yo te entiendo cuando quedé embarazada de Miguel me asusté mucho aunque su papi y yo llevábamos casados 5 años, no deseábamos tener hijos, me alegré a pesar de todo cuando la prueba salió positiva, él no... yo sabía que elegía con el tiempo entre dos hombres, tomé una gran decisión, sí él se fue a los dos años.. y aquí bruja y duende, somos un dúo dinámico... Todo pasa y todo queda.
un beso y una flor para ti.

Hada Morena, bienvenida!!!! Gracias por tus palabras, mi escrito fue con amor, y ahora releyéndolo con cuatro años de distancia de haberlo escrito, me pinta una sonrisa tierna en el alma.
De mis libros, para Verdades Caprichosas escríbeme a amfuster@prtc.net, para Réquiem ya salió la segunda edición y la consigues en las librerías, incluyendo la chula La Tertulia del Viejo San Juan y se consigue a través de http://www.islanegra.com
Y!!!!!!!!!! próximamente en noviembre sale mi poemario El libro de las sombras, los espero a todos los que viven en Puerto Rico para la presentación y darnos un fuerte abrazo...


Pergrino, así de incomprensibles son algunos seres que no podemos llamar humanos, al menos nos dan la esperanza quienes están llenos de paz y sensibilidad, así como tú....
un abrazote y gracias por tu poema para la ciudad de los niños...

Navegante, tu carta la guardaré con mucho cariño, me conmueves, de nuevo agradezco mucho tu cariño y solidaridad. Yo también he estado un poco alejada esta semana de la Internet por el exceso de trabajo y ciertos problemas domésticos, pero te visito mañana. Por supuesto que espero tu escrito, siempre son excelentes, un beso y una flor desde Puerto Rico

Ana María Fuster Lavin dijo...

Miguel, gracias por tus palabras, poeta, y sí la vida sin humor no vale la pena...De paso, y por el asunto de los Migueles, felicidades!!! Hoy es el día de San Miguel!!!

Angelo Negrón dijo...

El doctor me dijo que debo empezar hoy a practicar un ejercicio muy importante para el día del parto de mi esposa. Lo miré extrañado pues nunca me había informado de algo así. Me comentó que sería sencillo. Algo que podría hacer quince minutos al día durante esta semana, (Mi bebé llega el próximo viernes). Con su peculiar hablar continuó explicando y para mi sorpresa el ejercicio se trata de recostarme de una pared e ir practicando el momento en que me desmaye porque, según él, de esta manera no me golpearé cuando vea el parto y todo lo que tiene que ver con la llegada de mi tercera niña.

Tus descripciones son exquisitas y me llenan de alegría porque todo eso que pasaste fue para traer a “tu niño luz” y porque me ayudas añadiéndole a mi desesperación, por la llegada del próximo viernes, algo mas de ternura y aplomo. Gracias Ana María y felicidades.


PS: Acabo de llamar a Federal Express para cancelar el envío de una tabla de planchar a tu dirección pues veo que no habría perdón de tu parte…

Ana María Fuster Lavin dijo...

Angelo!!!! Hoy tenía uno de esos días lacrimógenos en los que ves todo desde su lado gris, y luego de leer lo que reíste aquí me he estado ríendo como loca!!! Miguel me decía, mamá de qué te ríes...
Angelo, gracias por NO ENVIARME la tabla de planchar!!!
Y avísame si necesitas ayuda el viernes para no desmayarte.
Qué bien bien bien bien.... Felicidades papá!!!!

Miguel A. Ayala dijo...

Gracias Ana María:
Se me escapó el dia de San Miguel
y para colmo de males acabo de terminar un cuento donde el personaje es un Miguelón malvado.
Que tengas buen día. A tus órdenes, Miguel.

Edgardo Soto Torres dijo...

Ciertamente estás de madre!! Recuerdo el escrito, cuando lo leí unos meses después de publicado, tan lleno de ternura, registrando verdades lúcidas (ese poder observarse a si mismo). Sé que no ha sido fácil pero eres la dama duende ideal para tu veloz duende. Un beso y una flor para los dos.