lunes, febrero 23, 2009

poema para un amigo y elegía a la madre poeta


Despedida
A Carlos Roberto Gómez y Miriam Beras



A veces el adiós es una paloma
plusvalía que vuela desde el recuerdo hacia la sangre
hacia la puerta abierta de un niño
que sonríe a su mamá,
y sueña con ser malabarista, maestro,
amigo de todos los duendes y estrellas,
o editor de palabras entrelazadas bajo su almohada;
finalmente prefirió ser poeta.

Otras, las más, el adiós es lágrimas, plata, luna
estira la mano para acariciar el crepúsculo:
y ese adiós aquí no es duelo en la noche oscura del alma
sino el oficio de amar que nos golpea constantemente:
amar amante, amar los versos, la palabra,
amar a la madre que nos enseñó a amar.

Tantas veces ese adiós se nos aferra al alma
nos revela los silencios y a sus sombras;
hoy acompaña al poeta por un laberinto de islas
hasta los pliegues inevitables de los años
y lo sorprende con un abrazo inesperado de realidades.

El niño se ha hecho hombre,
se cayó, se raspó la rodilla, también el corazón
pero él se levantó una y otra vez;
la madre poeta, poeta mujer, siempre sonrió,
es del poeta su espejo y destino,
celebrando los calendarios, el mar y la ruta…

Ahora, toca despedirnos
reafirmados en el beso peregrino de la lluvia
bajo la escarcha de la luna y la amistad
en ese viento de la noche que gira en el cielo y canta ,
pues la piel, la palabra, la lucha, los sueños son paloma
y el adiós es plusvalía, hasta luego,
que la madre siempre acompañará al poeta.


ana maría fuster


cuadro de Picasso

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