Despedida
A Carlos Roberto Gómez y Miriam Beras
A veces el adiós es una paloma
plusvalía que vuela desde el recuerdo hacia la sangre
hacia la puerta abierta de un niño
que sonríe a su mamá,
y sueña con ser malabarista, maestro,
amigo de todos los duendes y estrellas,
o editor de palabras entrelazadas bajo su almohada;
finalmente prefirió ser poeta.
Otras, las más, el adiós es lágrimas, plata, luna
estira la mano para acariciar el crepúsculo:
y ese adiós aquí no es duelo en la noche oscura del alma
sino el oficio de amar que nos golpea constantemente:
amar amante, amar los versos, la palabra,
amar a la madre que nos enseñó a amar.
Tantas veces ese adiós se nos aferra al alma
nos revela los silencios y a sus sombras;
hoy acompaña al poeta por un laberinto de islas
hasta los pliegues inevitables de los años
y lo sorprende con un abrazo inesperado de realidades.
El niño se ha hecho hombre,
se cayó, se raspó la rodilla, también el corazón
pero él se levantó una y otra vez;
la madre poeta, poeta mujer, siempre sonrió,
es del poeta su espejo y destino,
celebrando los calendarios, el mar y la ruta…
Ahora, toca despedirnos
reafirmados en el beso peregrino de la lluvia
bajo la escarcha de la luna y la amistad
en ese viento de la noche que gira en el cielo y canta ,
pues la piel, la palabra, la lucha, los sueños son paloma
y el adiós es plusvalía, hasta luego,
que la madre siempre acompañará al poeta.
ana maría fuster
cuadro de Picasso
plusvalía que vuela desde el recuerdo hacia la sangre
hacia la puerta abierta de un niño
que sonríe a su mamá,
y sueña con ser malabarista, maestro,
amigo de todos los duendes y estrellas,
o editor de palabras entrelazadas bajo su almohada;
finalmente prefirió ser poeta.
Otras, las más, el adiós es lágrimas, plata, luna
estira la mano para acariciar el crepúsculo:
y ese adiós aquí no es duelo en la noche oscura del alma
sino el oficio de amar que nos golpea constantemente:
amar amante, amar los versos, la palabra,
amar a la madre que nos enseñó a amar.
Tantas veces ese adiós se nos aferra al alma
nos revela los silencios y a sus sombras;
hoy acompaña al poeta por un laberinto de islas
hasta los pliegues inevitables de los años
y lo sorprende con un abrazo inesperado de realidades.
El niño se ha hecho hombre,
se cayó, se raspó la rodilla, también el corazón
pero él se levantó una y otra vez;
la madre poeta, poeta mujer, siempre sonrió,
es del poeta su espejo y destino,
celebrando los calendarios, el mar y la ruta…
Ahora, toca despedirnos
reafirmados en el beso peregrino de la lluvia
bajo la escarcha de la luna y la amistad
en ese viento de la noche que gira en el cielo y canta ,
pues la piel, la palabra, la lucha, los sueños son paloma
y el adiós es plusvalía, hasta luego,
que la madre siempre acompañará al poeta.
ana maría fuster
cuadro de Picasso
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