Siento una lágrima retorcida en mi garganta. Me quemo de mi misma… ¿Qué se puede hacer cuando duele sentir y respirar?
El viento huye de mí. El sol y las constelaciones se burlan frente al espejo de mis manos. Los minutos pasan por mi calendario y me arrancan los sueños.
Quiero llorar sin poemas, ni mensajes sin respuesta. La noche se viste de locura. Y es que la luna es una traviesa que hace malabarismos en el eclipse de las mentiras. No hay querencias en el silencio. Me voy torturando en el eco de una sombra.
Por ahora, solo me despido…
Ana Maria Fuster Lavin
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