Son las dos pasada la medianoche, despiertan los caníbales, devoran al cazador de los sueños. Se alimentan de sangre y rosas, escupen las espinas a los durmientes; mientras, las historias danzan en el jardín de los desvelos, la brújula de otro amanecer se libera en espirales por la rendija de mis manos: la palabra germina de domingos en cuenta regresiva,
así como la melancolía y sus pisadas...
Ana María Fuster Lavín
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