Presentación-conferencia sobre el libro de cuentos del Dr. Ricardo Rodriguez Santos sobre
Carnaval de sangre
Ana María Fuster Lavín
Editorial EDP
2da edición, 2016
Los años de estudios universitarios, en particular los de la escuela
graduada, nos inducen a adentrarnos en el mundo de la crítica literaria desde
variadas perspectivas teóricas. Todo el que estudia literatura reconoce los
nombres extranjeros: Bajtín, Kristeva, Genette, Barthes, entre muchos otros.
Siguiendo las corrientes actuales, nos sumergimos en estas teorías y desde sus
respectivas ópticas leemos, enjuiciamos e interpretamos. No quiero decir que
todo este entramado académico sea inútil. Al contrario, ayuda a expandir
nuestros puntos de vista y profundizar
en la lectura de los textos de ficción. Sin embargo, es muy importante no
olvidar que el fin básico de la literatura es tomarnos de la mano y llevarnos
hacia un mundo creado por el autor o autora y ofrecernos la oportunidad de
vernos en el texto; reconocernos, claro, como individuos y como sociedad que,
como les digo a mis estudiantes, siempre será el fin último de cada cuento o
novela que se ha escrito y se está por escribir.
Entonces, ¿qué hace a un libro bueno? Esta pregunta me la formulan
muchas veces. Me dicen, ¿cómo enjuicia usted un texto para luego decir si es
bueno o no? Yo contesto a la primera interrogante que a un libro lo hago bueno
yo; es decir, que uno como lector en su individualidad es quien pasa juicio de
los valores de una lectura determinada. Ahora bien, según uno lee y se
desarrolla intelectualmente, va adquiriendo herramientas que le ayudan a
evaluar mejor las lecturas a las que se enfrenta. En mi caso, mi preparación y
continuo ejercicio de lectura me permite, más allá de lo evidente, reconocer el
entramado técnico que puede utilizar un escritor. Diría que, la experiencia en
el campo me ayuda a percibir mejor el empeño de quien crea una fábula, sea un
cuento, una novela, incluso un ensayo o poema. A lo que me refiero, a fin de
cuentas, es que se puede percibir el
esfuerzo y las horas de trabajo que el autor dedicó a su obra. Esto se refleja
en la profundidad en el tratamiento de los temas, las técnicas narrativas que
utilice y los referentes a los que aluda el escrito; esto último dependerá, por
cierto, de que uno como lector pueda reconocer las alusiones extraliterarias.
Hoy tengo el placer de presentarles la colección Carnaval
de sangre: microcuentos y otras brevedades de la palabra, una excelente
pieza literaria que conmueve profundamente y nos hace reflexionar acerca de la
vida y la muerte, entre muchos otros temas. Este es un texto bien pensado y muy
trabajado en el que se ha cuidado cada detalle. El concepto del carnaval, según
lo desarrolló el crítico ruso Mijail Bajtín, alude a aquel lugar de la fiesta
en la plaza pública en la que se permite la transgresión de todas las normas.
Diríase que el título nos lleva a cuestionarnos el orden de las cosas según lo
hemos aprendido, es decir, a evaluar e impugnar los esquemas mentales que han
moldeado nuestra psique colectiva. Pero este carnaval es de sangre, lo que
sugeriría violencia. Una violencia
enmascarada con el fin de ocultar o disimular nuestro lado feo, el más oscuro,
aquel que no queremos o podemos ver. El lado irracional que nos vincula al
resto, a la manada, como se alude precisamente en uno de los microrrelatos que
conforman la colección.
El libro se divide en cuatro secciones, con 58 microcuentos que se
pueden leer individualmente o en conjunto, y que dialogan entre sí.
En la primera parte se encuentran trece relatos cuyo común denominador
es la ironía y la desolación. El
epígrafe de esta primera sección avisa el tono irónico que se percibirá en las
trece historias que lo configuran: “Sin ojos: habitantes de la ciudad silente”.
Los que no ven o no quieren ver y viven en una ciudad silente a pesar del
bullicio que implica vivir en las urbes, son los personajes de esta primera
sección. Aquí encontrarán representadas a personas comunes y corrientes
agobiadas por toda suerte de calamidades propias de la sociedad moderna, y
hundidas en su propio vacío existencial: un jugador de fútbol odiado y
aplaudido, esposas inconformes con su vida, profesionales agobiados con la
rutina, mujeres y hombres enajenados, angustiados, llenos de temor, mucho
temor. Y, entre todos ellos, el escritor. En este, la sangre que brota de las
heridas, en lugar de muerte, dan vida, pues son la fuente de las palabras. Del
dolor de la terrible cotidianidad, surge la palabra. La que expresa las ansias,
los deseos y las culpas. La sangre derramada que puede ser muerte, se convierte
en vida cuando es vertida en el papel. Esta idea aparece por primera vez en el
libro en el cuento De regreso a la sangre,
a mi parecer, toda una joya literaria.
La segunda sección del libro es la de los relatos más densos, debido a
que en estos el lirismo de la voz narrativa se expresa con toda su carga
poética. Con el título Bajo la cama:
trece días en el abismo y un final feliz, estos relatos nos invitan a
compartir los oscuros rincones de la conciencia del personaje, desde el reducto
último de la intimidad: la cama. Y es allí donde se producen los sueños y
también las pesadillas, y donde la protagonista enfrenta a una sombra que la
asedia y la arrastra, y que invita al lector a caer junto a ellas por el abismo
del inconsciente, pues si leemos desde la óptica teórica del siquiatra suizo,
Carl Gustav Jung: “…la sombra, por su naturaleza, puede ser inferida en gran
medida desde los contenidos del inconsciente personal”[1]. Jung trabaja la sombra como uno de los
arquetipos de su teoría de la personalidad, como una forma que tenemos los
humanos para acceder a esos contenidos que son individuales, pero también
colectivos. Así, bajo la cama se encuentra Insomnio y la sombra, pero con una lectura
más perspicaz nos encontramos a nosotros como sociedad, como miembros todos de
la raza humana.
En la tercera sección continúa el Carnaval. Bajo el título Carnaval de voces y sueños: amores caníbales
se agrupan catorce relatos que exponen los juegos con las voces y la sangre.
Reaparece aquí uno de los temas que hilvanan este libro: la metáfora de la
sangre como vida y muerte. Sangre como vida cuando se perfila a través de la
palabra, la que nos da sentido, la que nos salva y nos devuelve el ser, como en
el cuento El cazador de sueños, para
mí, el más hermoso de todo el libro. Otros relatos presentan un juego con las
voces desde una perspectiva más lírica Fuga
de voces, La voz dormida, De voces y de sueños, Sequía. En estos se
manifiesta nuestra humanidad y desolación, aunque parece haber alguna esperanza;
como lector, quiero tener la ilusión de que no todo está perdido, de que hay algún
escape. Y es que, en muchos de estos cuentos, las voces articulan palabras con
sentido, solo cuando ocurre el encuentro con el Otro, así con mayúscula, desde
nuestra humanidad.
La cuarta sección lleva como epígrafe Los placeres de la muerte: carnaval de sangre. Aquí la sangre fluye
a borbotones en los diecisiete relatos. La alienación, el morbo y la crueldad
se exacerban, tal como dice uno de los personajes: “Tal vez, el odio sea la
fuente de la energía universal…”. Ante el dolor y el miedo, reaccionamos con
indiferencia en una sociedad en la que la pasión por los objetos ha superado
por mucho el amor, el deseo por el sujeto. Tales ideas se perciben en el cuento
La ética de la crueldad, relato que
recoge y resume esa visión acerca de nuestras inclinaciones oscuras e
irracionales.
En fin el libro cierra como inició, en un carnaval de sangre en el que
los relatos nos incitan a contemplar nuestra sombra, aquella que, como mencioné
al comienzo de mi exposición, alberga lo feo, lo grotesco, lo que no queremos
ver. Es como si el libro fuese un espejo y nos obligara a preguntarnos como lo
ha hecho alguno de los personajes de Fuster: “¿Soy yo ese que está del otro
lado? Y como el Carnaval de Bajtín, esta colección de cuentos nos conmina a
entrar al carnaval y allí al leerlos, al leernos, buscar la expiación de
nuestros miedos y culpas.
Como mencioné al principio, Carnaval de sangre es un texto con todos los
méritos y atributos de un libro bien pensado y bien escrito. Sus valores
emergen por sí mismos, más allá del ojo visor del crítico. Ciertamente estamos
ante una gran escritora. Les recomiendo la lectura, los invito a entrar al
Carnaval, pero, ya están advertidos.
Dr. Ricardo Rodríguez Santos
Catedrático auxiliar
UPR Carolina
17 de mayo de 2016
[1] Zamorano, J. [sin año] Por el sendero de Jung. Recuperado de: http://www.ceoniric.cl/spanol/send_jung_col/la_sombra.htm
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