Vuelo sin palabras
Me llamo pájaro pablo,
ave de una
sola pluma,
volador de
sombra clara
y de
claridad confusa […]
Pablo Neruda
Las alas no me ven, / los oídos
me retumban…recitó el viejo maestro Pablo Suárez frente al espejo que
reflejaba rostro agotado de palabras. Según llegaba la ansiada jubilación, las
calles de Santurce se hacían más largas y confusas en el camino hacia la
escuela, al igual que los sonidos de los carros. Comenzaba a olvidar los planos
de clase, el nombre de los alumnos, y hasta dónde demonios estarían sus
espejuelos. Era terrible, siempre había sido muy memorioso, un gran demagogo,
ahora una fuerza extraña le evaporaba las palabras, pero al menos podía volar.
Vuelo y vuelo sin saber, /herido en la noche oscura, sentía los versos de
Neruda acariciándole la soledad.
—Llega
tarde maestro Pablo—le dijo el guardia escolar.
—Será
la última vez… Descubrí el secreto de Neruda, y también el de la física, la
poesía es la ciencia que nos salva.
—¿Cómo
así? —contestó el guardia, tratando de no reírse.
El
maestro no contestó, cuarenta y seis años tratando inútilmente de enseñar el
poder de las palabras a los estudiantes. Ahora éstas se le escapan de la boca y
se le perdían por los pasillos y los salones. Miró los últimos exámenes que
daría en su vida. “Nada valió la pena, es inútil. Nunca entendieron”, pensó.
“Soy Pablo.”, gritó con fuerza frente a su escritorio, en su aula vacía. Pudo
ver las siluetas de cientos de estudiantes de casi cinco décadas saliendo de su
salón.
“Soy
el pájaro furioso de la tempestad
tranquila”, susurró a su oído su propia voz. Miró a través de la ventana,
todo el universo cantaba en silencio por entre el silbido del viento y se lanzó
en un vuelo libre y sin palabras.
Ana María Fuster Lavín
Bocetos de una ciudad silente
Ed. Isla Negra, 2007
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