viernes, febrero 18, 2022

Escribir...



Escribir es recuperar o intentar reconstruir lo que podemos o debemos ser, o lo que aspiramos a ser; en especial, libres, creativos, empáticos. Los libros son viajes de estación en estación, son las etapas de la vida real o imaginaria, del ayer, el presente y un incierto futuro. Ni modo, escribo porque es mi mayor pasión y refugio de la infancia y la juventud era y es leer. Ir formando palabra con palabra, un rompecabezas que al terminar cada cuento, poema, novela nos deja maravillados ante un mural de revelaciones, un caos sensorial que mágicamente toma sentido y nos explica tantas cosas… Escribo también, porque oralmente la torpe timidez juega al escondite con mi voz y se refugia en las manos. Escribir (al menos para mí) no es para falsos reconocimientos o aplausos, sino un culto a la esencia. Escribir/leer sirve para descontaminarnos y denunciar ese ruido y maldad que demasiadas veces impera en la adultez. Pareciera que con los años nuestro espíritu se llenara de un humo miope que borra u oculta el aprendizaje de la felicidad. Escribo para liberar la sensibilidad y volar lejos, jamaquear apatías, golpear necedades y abrazar silencios (aunque el miedo me impida salir de mi casa); también para agarrarnos de las manos, aunque sea una peli de terror o una agria experiencia, pero nos tenemos, juntos deshilvanar los dolores, miedos, obsesiones hasta liberarnos de estos. Escribir/leer para ser felices aun en el morbo de esta distopía. Escribo para denunciar el maltrato de menores, escribo desde el feminismo porque es la verdadera justicia, leo/escribo porque que la imaginación es infinita y, repito, nos ayuda a ser libres. Esta es felicidad juega con el misterio, con lo desconocido, con lo que nos imaginamos que es o debe ser; esta felicidad es aprender a ser buenos amigos, buenos ciudadanos del mundo o al menos, mucho más solidarios; escribir para amar a otros y a uno mismo –y alejarnos de muchos otros innecesarios--, escribir como limpiarse las rodillas después de caerse para levantarse una y otra vez, todas las veces que sea necesario. Solo eso, escribo hoy como un grito desde el cautiverio. Pero ansiando ese grito fuerte colectivo que rompa las murallas físicas y sociales.

Ana Maria Fuster Lavín 

Febrero 2021

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