miércoles, noviembre 12, 2008

Desde el callejón

Entre cunetas:
diálogos entre perros y gatos


--Somos las sombras de una ciudad donde todos son mudos. Aullamos o maullamos a la luna y nadie nos entiende, callan sus secretos.
--Mi pana, pues, para mí que hablan demasiado, siempre hay ruidos por todos lados.
--Es parte de nuestro destino. ¿Te explico?
--No me interesa el destino. Mejor cuéntame otro cuento. Uno lindo.
--No hay finales felices en estas calles.
--Eso no importa, después de que haya comida. Mira conseguí arroz chino, ¿quieres? También hay un pedazo de pizza, si no la hueles…
--No tengo hambre, son los gusanos que viven en mi estómago. Mejor me doy un trago, encontré una caneca en el parking, con suerte es ron.
-- Sólo cuéntame un cuento mientras acomodo las cajas. Hoy dormiremos calientitos.
--¿No te asustan los silencios? Cuando todos duermen y nosotros deambulamos entre cunetas que apestan a orines, a basura, a saliva deshidratada. ¿Será nuestra verdadera esencia? Las historias de los habitantes se liberan mientras duermen y éstas apestan igual, algunos de sus secretos peor aún.
--Me gusta el silencio, así nadie nos ve, no nos molestan hasta el amanecer. Puedo ronronear aquí y allí.
--Ten cuidado con sus fantasmas.
--¿Fantasmas?
--¿Te asustas?
--Llevó tantos años por estas calles que ya nada me asusta, he visto los dos lados de la moneda. Mejor cuéntame un cuento.
--¿Recuerdas el día que atropellaron a mi primo Charlie?
--¡Cómo olvidar al viejo Charlie! Una vez consiguió medio jamón de la trastienda del restaurante cachendoso español, el chavao gallego lo persiguió gritándole de todo, pero Charlie corrió a toda velocidad. Lo compartió con nosotros dos, detrás de la discoteca. ¡Disculpa! Me duele la garganta.
--Viejo amigo, cuídate esa tos. Sigo el cuento.
--Espera a que pase aquel tecato, ya se retira a su ratonera.
--Se fue. Ahora te lo cuento. La tarde que murió Charlie había estado lloviendo, tanto que su sangre navegó por las cunetas de toda la Parada 18.
--Pude hasta olerla… El accidente fue espantoso.
--Estoy seguro de que la guagua lo vio, no sé, pero no frenó.
--Prefiero otro cuento. Me gusta vivir de los olvidos.
--Esa noche lloré mucho, aunque mi mente se pierde a veces. Las calles se convierten en laberintos cuando se me nublan los pensamientos. ¡Mierda, cuánto me duele el estómago! La bebida, los gusanos…
--Fue terrible lo de Charlie, ni siquiera nos dejaron acercarnos, además la estampida nos ahuyentó. Es que en las tardes esto se convierte en una piara descontrolada.
--Te contaré que esa noche me acerqué a una adolescente que lloraba sentada en un banco de la placita frente al restaurante del gallego. Estaba llorando. Sólo la miré a los ojos y Ella trató de extender la mano como para tocarme, pero no lo hizo, sólo me sonrió entre lágrimas. No tuve que preguntarle nada, Ella comenzó a contarme lo que le había pasado. Sentí algo mágico en esa joven.
--Será… porque casi nadie nos habla, sólo nos gritan y nos dan comida o lo que sea sin mirarnos a la cara.
--Ella me contó que estaba confundida. En la tarde había ido de compras con su amiga Elena, luego se habían ido a casa de ésta a prepararse ambas para la noche de discoteca.
--¿Cómo se llamaba? Creo que tuve una hija hace tanto, fui muy fogoso, debo haber tenido varios muchachitos. Por lo de bellaco me echaron de la casa, mi compañera dijo que no podía andar como gato rondado todo el vecindario. Disculpa.
--Mi viejo amigo, ya me has contado tus andanzas, cuídate esa tos. Ya es tarde para afligirte por lo otro.
--Siempre regañándome… Oye, ¿cómo se llamaba la muchachita?
--¿Cómo crees que me iba a decir su nombre?
--Nunca nos hablan.
--No somos de la misma especie que ellos, vivimos en la plena libertad.
--Sin nada será.
--Sin responsabilidades.
--Esto es una mierda. Oye ¿nunca tuviste hijos?
--No tuve hijos, ni nada.
--Mejor. A mí no me sirvió de nada.
--Te quejas, al menos tuviste familia, una hija, tú lo dejaste perder, encima tuviste un buen trabajo. Siempre fui como un perro vagabundo desde que llegué de la guerra. Pensar que quise ser poeta, pero no tengo historia.
--Al menos Ella te contó algo, sigue...
--¡Y qué historia! Me contó muchas cosas, el alcohol nos destapa la boca del alma.
--Dímelo.
--Bueno después de mucho regodeo me contó cosas interesantes. Las muchachitas cuando sueltan la lengua…, ya tú sabes. Que si sus chismes, tolitita su vida, aquella me contó que ella y su amiga estaban vistiéndose juntas para venir a la discoteca de aquí al lado. Ella me dijo que no podía evitar mirar la espalda y los muslos desnudos de Elena. Me acuerdo su nombre, Elena se llamaba una de las jevas que tuve en otra vida. Bueno, las chicas se vestían, o ¿estaban desnudas? Y fue cuando ocurrió el milagro. Elena le pidió que la ayudara a abotonarse el vestido, las manos le temblaban mientras luchaba con los ojales a la altura de la cintura. Según fue escalando su espalda sentía el sudor bajando por la suya. Al terminar de abrochar la ropa Elena se volteó y quedaron frente a frente tan cercanas que sentía los labios de Elena imantando los suyos. Recuerdo los besos de mi Elena.
--¡Sigue con lo de las jóvenes!
--Ellas se sonrieron y juntaron sus labios. Una sensación de ternura y electricidad le impidió separarse de su amiga. Elena sonrió y le dijo vámonos ya. En el carro de camino a la discoteca las manos de ambas que se encontraron en el silencio acariciándose con ternura, luego se soltaron antes de llegar al estacionamiento. La pobre muchachita comenzó a llorar…
--Quién lo diría, una chica con otra chica. ¡Qué asco! ¿Y por qué lloraba?
--En ese momento me pareció que el amor no tiene género… No lo tiene. ¿Puedes creer lo que le me contaba, a un viejo perro vagabundo como yo?
--Ajá, hay locos por todos lados. ¿Por qué lloraba?
--Estaba triste… Ellas entraron a la discoteca, Elena rápido saludó a su novio y Ella se quedó conversando con unas compañeras de universidad. Elena no le habló en toda la noche, como si la estuviera esquivando. En un momento, al entrar Ella al baño escuchó a Elena cuando le contaba a su prima que Ella era lesbiana y la había intentado besar. Se sintió humillada.
--¡Qué miserable! La traición fue exactamente una de las razones que me trajeron aquí. Mi mejor amigo le contó todo lo que yo hacía a mi mujer, y me quitó todo, fue una mierda, se quedó con todo.
--Somos las sombras de una ciudad donde todos aparentan ser mudos y cuando hablan se escapan sus miedos.
--¿Y qué pasó con la muchachita?
--Lloraba porque se sentía estúpida, porque quería morir, porque pensaba que la habían dejado arrollada. En eso pasó un carro, supongo que el de su amiga y le tocaron bocina, Ella me sonrío, así me dio las gracias por haberla escuchado, se sentía mejor. Me prometió que volvería.
--¿Lo hará?
--Quizás me dijo todo eso porque había bebido. ¿Por qué te interesa tanto?
--Nunca regresan. Al menos confió en ti, a mí sólo me habla el gallego quejándose de algún cliente pesado o del precio del pescao, de los tomates. Lo escucho un rato y me da cajitas con comida. ¿Crees que Ella volverá?
--Era un cuento.
--Era real. No me mientas.
--Ahora cuéntame tú. Así no pienso en el maldito dolor de estómago. Y quiero dormir.
--Debimos haber regresado al albergue.
--Allí no se puede respirar más que fantasmas. Cuéntame algo…
--¿De qué te hablo? Ya es tarde y la caneca está vacía, mira que al amanecer nos echarán de aquí y comenzarán los ruidos.
--Viejo gato, siempre hay tiempo para otra historia.
--Por supuesto. Sabes, creo que Ella encontrará pronto lo que verdaderamente busca.
--Y tú, ¿todavía buscas algo? ¿Viviremos toda la vida entre la mierda de la ciudad? Al menos tienes familia…
--No fastidies con eso, ya nadie se acuerda de que existí. Mejor te cuento un cuento que yo también sé algunos y nos dormimos, que te veo muy cansado, y nos despertarán poco antes del amanecer. Conocí a un hombre que se había perdido por una de estas calles de Santurce. Se sentó en esta misma acera, donde nosotros pasamos tantas horas y estuvo varias horas con la mirada perdida. Él hablaba mirando hacia arriba.
--Algo rarito…
--No más que nosotros. Él repetía una y otra vez: soy Alfredo Ortiz. ¿Dónde estás Julia? Una doñita le preguntó si necesitaba ayuda, pero él repitió el mismo nombre. La señora lo tomó por loco y lo siguió. Estuvo varios días dando vueltas, yo lo seguía de muy cerca, él buscaba y buscaba. Un día nos miramos a los ojos, creo que me mareé y no lo volví a ver. Para esa época tú comenzaste a deambular por aquí.
--Ajá….
--¿Duermes? Te crees que eres el único que sabe historias. Mierda, todavía recuerdo su mirada. ¿Habrá encontrado a Julia? No lo volví a ver. ¿Hace cuanto no nos miramos a un espejo?
--Creo que es mejor que durmamos. Tienes razón, debimos haber ido al albergue.
--El hombre, Alfredo, decía perdóname Julia. Luego quedó en trance, mirando hacia el cielo y enmudeció como si hubiese renunciado a su propia voz o a su identidad. Le toqué la espalda y luego no lo vi más.
--Así te encontré, lo recuerdo claritito.
--Quizás yo trataba de descubrir qué demonios él veía en el cielo. Nunca he podido descubrir si hay algo más que nubes o estrellas. Se acabó el ron... ¿Te dormiste? ¿Me escuchas? Oigo unos pasos. Viejo, levántate. Mira son dos muchachitas. Por favor, levántate. ¿No me escuchas? No me asustes…
--No jodas, que todavía puedo dormir un poquito más.
--Si son dos chiquillas, jóvenes están aquí. Creo que nos quieren hablar o traernos algo. ¿Desayuno? Gracias, niñas. Mira, perro viejo, que ellas nos traen café y donas. ¿Puedes creerlo? Que nos quieren hablar, una se ve temblorosa, niña, cuidado con el café.
--Me duele el estómago, no quiero comer un carajo, diles que dejen la comida y se vayan, a la mierda, que se lleven sus caridades al carajo.
--No seas bruto, no ladres, que quieren decirnos algo.
--Se me queman las tripas, puñeta ...
--Ellas dicen que si te llevan al dispensario.
--¡Que no se metan! ¡Que se vayan!
--No. Niñas, no se vayan. Ella dice…
--No la escuches.
--Preguntó si soy Alfredo Ortiz. Ese nombre…
--No la escuches.
--Dijo que su mamá es Julia. No le dije nada, no supe que decir, ¿recuerdas lo que te conté?
--Pues, vete con ella, y no me jodas.
--Viejo perro, estás vomitando. ¡Por favor, ayúdenme! No, no se vayan niñas. Viejo, no paras de vomitar, no te me mueras.
--Ya, son los gusanos.
--No tienes gusanos.
--Me muero, me están comiendo.
--El gallego trajo esta botella de agua, esta camisa y una toalla. ¿Te sientes mejor?
--¿Se fueron?
--Sí…
--¿Era Ella?
--Eso creo…
--¿Soy Alfredo? ¿Verdad?
--Ay, viejo loco, de tanto escuchar mis cuentos ya no sabes cuál es tu historia y cuál es la mía.
--No quiero ser nadie, al menos Ella regresó como te prometió. Dejó esta carta para uno de los dos.
--Léela.
--Dice que buscan a Alfredo Ortiz, y dijiste que yo no soy. ¿Y si soy? Alfredo…
--El ruido, las voces…
--No grites, viejo.
--¡No!
--Calma, viejo. Mira nos están mandando a mover de aquí. La leemos otro día.
--Vámonos al albergue, somos dos viejos, un perro y un gato, y en la calle hay demasiado ruido.
--Sí, somos sombras. Ése es nuestro destino.


Ana María Fuster Lavín

de

Bocetos de una ciudad silente

Noche de poesía en San Juan


viernes, noviembre 07, 2008

Sobre Epifonema de un amor




Sinfonía de la reconstrucción de un amor
y su palabrificación en Aixa Ardín.


“Sentí el tiempo sudándose en mis axilas
y recogí las migajas de un verso
que, desatendido, yacía en el piso.”
Aixa Ardín de Solté las cosas, en Batiborrillo.


Casi como ese verso buscado y encontrado como migajas, me topé con el Epifonema de Aixa. Fue poco menos de un mes, luego de la presentación de mi libro Bocetos de una ciudad silente, aquí en la librería Mágica. Junto a un cónclave nos fugamos de lo cotidiano, hacia un garito cercano con nombre patriótico y como “medalleros” olímpicos nos ungimos con par de cervezas y una justa y necesaria bohemia. Allí Aixa Ardín como buena bruja-versante transformó la noche, fue cuando desenfundó su varita mágica: su Epifonema de un amor; páginas que ya no pude soltar por su belleza e intensidad, por su juego embriagante de palabras, versos que electrificaban mis manos y me producían fantásticos efectos secundarios. La catarsis orgásmica fue interrumpida por las manos de alguno de los compañeros que me arrebató el poemario. La noche fue plena entre estos versos de amor, más la tertulia con este grupo de conspiradores, produciéndonos exquisitas sensaciones que a la hora de la temporal despedida continuamos sintiendo mientras partíamos bajo la luna llena, cada cual con sus soledades particulares y el recuerdo de estos versos, que hoy retomamos aquí.


En fin, esta tarde tengo el honor de bautizar Epifonema de un amor, el nuevo poemario en formato de libro artesanal o libro objeto de la poeta puertorriqueña Aixa Ardín Pauneto.

¿Qué puedo decir yo que sea nuevo,
que no se haya tragado antes,
que no se haya sufrido antes,
que no haya sido bendito,
atesorado y cuestionado,
que no se haya magnificado
y transformado de amor, por amor?
Aixa Ardín, Epifonema de un amor.

Y entonces, qué puedo decir yo simple y afortunadamente imperfecta mortal ante la obra de esta poeta, sino recoger la inmensidad de estos 300 versos y evitar que queden desatendidos. No pretendo realizar un estudio académico en el que cite a la autora y la compare con Vallejo, o con las poetas Carilda Oliver, Luz Méndez de la Vega, Rosamaría Roffiel y hasta Juana Inés de la Cruz, autoras con las que en efecto podría establecer algunos elementos de contacto con esta obra, sin embargo esto sólo sería para satisfacer el ego intelectual con un listado cargado de autores, obras y estilos que ciertamente sí muestran correspondencia con los versos de Aixa, en un libro perfectamente estructurado. Evitaremos esta tarde la monografía y nos entregaremos a los fluidos, el cuerpo o cuerpos y a la música de la autora así como a su palabrificación.


La poesía a mi entender, está sometida, y hay muchos grados de sumisión, a la dificultad morbosa de la creación, a los trucos seductores para el lector. En conclusión va dirigida a vivirla, degustarla y amoldarla (como ha hecho la propia Aixa al crear este libro objeto desde su propio cuerpo, tinta, sangre y la palabra tan protagonista como el ritual de amor en el poemario . Aquí se oculta una clave del reclamo de amor con la palabra como aliado, como verdugo y torturada.


Esa palabra que nos sentencia, que nos obliga, porque la palabra es el amor, y estamos obligados a ambos. La poeta Ardín, ya nos da una clave desde la misma dedicatoria de su poemario: “A la palabra, por ser incompleta sin la acción.” La poeta, es amor, es palabra, es poesía, ese verso que hemos sido, y que somos. En realidad el poemario de Aixa es un ritual de seducción, de transformación y reconstrucción de ese amor, y de la poesía misma.

“Tornar mis suspiros
en métricas y sinalefas,
contar para ello con el ritmo de la rima
para que los versos cumplan un rigor,
una tiranía.”
Aixa Ardín

Entonces la poesía ordena y yo obedezco. Y la poeta vive el ritual sadomasoquista del amor en la propia otredad, una sensual experiencia en versar, ese reclamo a la palabra de la que quienes escribimos y no tenemos escapatoria. Aunque la propia poeta nos manifieste en el libro sobre ese absurdo fatal de lo improbable...


No es un descubrimiento decir que un escritor es producto de sus lecturas, vivencias, del ejercicio constante del acto de escribir. Un poeta, además, tiene que desnudarse, desinhibirse; luchar por sus principios, sus batallas personales como sociales, y amar apasionada y rítmicamente, ser amada y amante en la palabra y en la piel.


Comenta el historiador y escritor Mario Cancel en su libro Literatura y narrativa puertorriqueña (Ed. Pasadizo, 2007) que “no se hace literatura en el silencio y el aislamiento. … La escritura es una reescritura abierta, un medio mixto de cosas que se recogen de una diversidad de lugares, o del reino de lo heterogéneo. … La alternancia caótica es la regla”. Ese medio mixto es la obra, el libro y estructura de este poemario, y el uso del vocabulario.


Porque es que hay palabra y palabras, así es como no hay suficientes para describir la dulce perversión del poeta, Aixa Ardín es una maestra del neologismo, “si no lo hay lo invento”, porque la sensación está ahí, y puede ser una exquisitamente húmeda y degustable, ese divino sabor entre los labios es el fruto flúvico de sus versos.


Me pregunto: ¿cómo no crear nuevos términos si los diccionarios están cargados de imposiciones políticas y sociales a conveniencia de los elementos del poder?, Unos por cierto poco dados al orgasmo abierto y sin gríngolas. Unos por cierto poco dados a la poesía. Unos por cierto que prefieren huir de la poesía como del compromiso auténtico con el ser humano. Esos son los inventores del vocabulario inútil o panfletero. Así como diosa poeta creadora, Aixa emplea las palabras que le sirven e inventa las que necesita, regresemos a su poemario anterior Batiborrillo, publicado en 1998, que describe esta dialéctica poetica de la autora:

Los poetas necesitamos más palabras.
No nos dan las del trabajo
ni las de domingo.
No nos sirve para nada
otorrinolaringólogo
o filantropía.
[...]
Necesitamos palabras como pertrechos,
como fusiles cargados al hombro
para matar pesadillas.
[...]
Más palabras para decir muerte
y para gritar gozo,
o contar del retrechero amor
o de la diuturna soledad.
Los poetas necesitamos más palabras
que las que dicen en el noticiero de las seis
para nombrar el hambre del alma
y la resequedad de la dejadez.
guerra
democracia
colonia
escribirlas todas con letras minúsculas
y de alguna manera mezclarlas
y dejarlas morir,
las que sobran
las que son débiles
las que están passé.
[...] más vale que tengamos algo que decir
algún relato de la melancolía
un sufrimiento desesperado
un ímpetu volcánico de lucha, indignación o vergüenza,
que las palabras no servirían de nada
si los poetas
acementamos el corazón
”. Aixa Ardín.

Volvemos al epígrafe de Epifonema de un amor, la palabra es incompleta sin la acción. En definitiva, Aixa Ardín es Poeta, y está dispuesta a entregarse totalmente a causas justas, de igualdades sociales, pero también esta dispuesta a una entrega mucho más difícil, la entrega del amor, de las sensaciones, de la piel y la entrega de la poesía. Así este poemario de formato artesanal, nos reta a esa desinhibición porque sin orgasmo no hay poesía, sin libertad no hay versos, sin amor no hay palabra. ¿Cómo fundirlas todas? Aixa lo resuelve palabrificándose tantas veces como sea necesario, tal vez 300 versos, un poemario.


Enumerar cada día,
cada espacio
cada palmo de piel,
cada fluvis libado,
cada mirada lúdica,
cada fantasía pendiente
,” Aixa Ardín

Es un epifonema construido a partir de la palabrificación de ese yo y su objeto del amor; porque la palabra encierra los recuerdos, encierra esta sinfonía en distintos tempos, para conjurar, identificar y mentar esa existencia en cada detalle. Esa mitad de la otra y la propia, esa certeza.
Palabrificando es una de esas palabras que necesitan los poetas, como bien versó Aixa en el poema leído anteriormente, nos explica la autora como autoridad de la real academia de la poesía, que es palabrificar es “v. 1 convertir en alguien o su recuerdo en palabras. 2. Llenar de palabras una página o servilleta. 3. Convertir un nombre en otro, pronombrizar persistentemente con nuevos sustantivos. 4. Verbificar la imagen con sus inflexiones una y otra vez. 5. Leer el recuerdo en cada letrero de tránsito.”


Palabrificando es el método o ritual versificador con el cual la autora transmite la belleza cruel de la otredad amada, que sólo existe mientras es nombrada, recordada, versificada. La poeta reclama, fluye, exige y nombra, a su vez también juega con el lector, ahí radica otro de los aciertos de este poemario. Por que una idea lineal, plana u obvia sería aburrida, contradictoria al arte. Y nuestra querida Aixa no es ni obvia ni aburrida, más bien creativa, seductora y hasta matemáticamente (per)versa. Aún así, la fórmula de la palabrificación no es la salvación o la culminación, si no la presencia de la otra mitad.


Otro acierto en sus versos y la estética que se corresponden con ellos, es el vocabulario específico que va marcando el ritmo y la intensidad. El concepto del arte en este poema se columpia, además, con la construcción de verbos de la primera conjugación ar junto al enclítico te que construyen adrede la terminación “arte”, y así ofrecer a su amada el arte de nombrarla, encontrarla y versificarla. La mente matemática, poética y musical de Aixa se conjugan como una fórmula geométrica del arte, el cuerpo, la amada y palabra, con los deseos ricamente profanos de la poeta a su otra mitad:


Beatificarte
desmaterializarte
en quídam divino,
en diosa perenne.

Rubricar en este afán tu santificación
para idolatrarte, para canonizate.”
Aixa Ardín.

Así continúa la autora escribiendo para encontrarte y versificarte. Es necesario releer y degustar estos versos, y hasta musificarnos en ellos, eso me provocó contestarle al epifonema con su propio juego gramatical:


¿ Y cómo no amarte?
desde el arte, versificarte,
para nombrarte y conjurarte
y es que encontrarte es desearte,
mirarte, desmaterializarte y retarte;
quizás aventurarte a palabrificarte
como en mi piel martirizarte y mojarte
conjugarte, una y otra vez, todas, recrearte
para siempre pensarte y de nuevo amarte como versarte...
(Ana María Fuster de Bitácora hacia el cuerpo del delito).

Finalmente dice el diccionario epifonema. ‘Exclamación o consideración que cierra un discurso’ ) Así Aixa nos presenta el suyo en la correspondencia del amor y de los cuerpos, como en la posibilidad del verso pleno, la música, la presencia de la amada en la propia voz poética y viceversa. Aún cuando el poema se fractura y aún cuando afirme su quijotesco trabajo de construir o atraer ese amor versificado que es la amada así como la poesía y la propia poeta. Ahí es como la palabra, se completa en la acción, pues la dedicatoria/epígrafe del poemario no es fortuita. Esta trilogía amada/poeta/poesía encierra la triple lectura del poema junto a su estructura.


Una víscera me avisa que estás cerca
que has pensado en mí
y existo.

He
cruzado
tu mente en menos de un verso.

No ha sido necesario más de uno,
un verso pleno, sí,
créelo, existe.
” Aixa Ardín.

Amigos, existe, Aixa Ardín lo ha logrado en su Epifonema de un amor. Felicitamos a la poeta, y le pedimos que continúe su obra literaria que ya posee un sitial en la literatura puertorriqueña y a la que le deberá muchas más contribuciones.


En fin, los invito a leer el libro-objeto Epifonema de un amor y los reto a descubrir esas lecturas, la trilogía del poemario, a vivificarse en sus versos, fluir y fluirse en la palabra, amante y amada de cuerpo y poesía. Les pido un aplauso para Aixa.

Ana María Fuster Lavín
Escritora puertorriqueña


Presentación-Epifonema de un amor

de Aixa Ardín Pauneto

por Ana María Fuster

Librería Magica, Río Piedras

Sábado 1ro de noviembre de 2008

jueves, noviembre 06, 2008

Los Rostros de La Hidra o las Contemplaciones del Viaje Infinito


Por Marioantonio Rosa


Observando el cuadro de Gustave Moreau Heracles y la Hidra de Lerna (1876) nos remontamos al estadio de la Grecia Mitológica. La Grecia respirada por Zeus, Atenea, Poseidon o la gama benéfica y maléfica que criptaba el destino en una ruta insondable y ausente de preguntas ejecutadas en un solo aliento y edificada para la posteridad. Si vamos a la mitología La Hidra era hija de Tifón y la Equidna. Fue criada por Hera bajo un plátano cerca de la fuente Aminone en Lerna. Se decía que era hermana del León de Nemea y que por ello buscaba venganza por la muerte de éste a manos de Heracles. Por esto se decía que había sido elegida como trabajo para Heracles, de forma que éste muriese.


Tras llegar a la ciénaga cercana al lago Lerna, Heracles cubrió su boca y nariz con una tela para protegerse de su aliento venenoso y disparó flechas en llamas a su refugio (la fuente de Aminone) para obligarle a salir. Entonces se enfrentó a ella con una hoz (según aparece en algunas vasijas pintadas antiguas); Ruck y Staples (p. 170) han señalado que la reacción de esta criatrua ctónica fue botánica: tras cortar cada una de sus cabezas Heracles descubrió que le crecían dos nuevas cabezas, una expresión de la desesperación de esta lucha para cualquiera salvo para este héroe.
Los detalles del enfrentamiento son explicados por Apolodoro advirtiendo que no podría derrotar la Hidra de esta forma, Heracles pidió ayuda a su sobrino Yolao. Éste tuvo la idea (posiblemente inspirada por Atenea) de usar una tea ardiendo para quemar el muñón del cuello tras cada decapitación. Heracles cortó todas las cabezas y Yolao quemó los cuellos abiertos, matando así a la Hidra. Heracles tomó entonces su única cabeza inmortal y la enterró bajo una gran roca en el camino sagrado entre Lerna y Eleia y mojó sus flechas en la sangre venenosa de Hidra, completando así su segundo trabajo.


En el espacio sideral, amparada y robusta por su esplendor y lujo, cuando el sol está en el signo Cáncer, el cangrejero, la constelación Hidra tiene su cabeza cerca. Los mitógrafos cuentan que la Hidra de Lerna y el cangrejo fueron subidos al cielo después de que Heracles los matase. En nuestros días, el térmido “hidra” es usado con frecuencia para referirse a un problema multifacético que parece ser imposible de resolver paso a paso, o a uno que empeora tras intentar resolverlo con métodos convencionales, como por ejemplo cuando los intentos por eliminar cierta información hacen que ésta se difunda incluso más ampliamente.


Julio César Pol, La Editorial Isla Negra y Ediciones Gaviota nos entregan Los Rostros de la Hidra muestra poética contundente que en 283 páginas se recogen las voces que empezaron el viaje infinito de la mano con las revistas Tonguas, El Sótano 00931, Zurde y Taller Literario. De paso el editor de esta brillante antología despoja el silencio rompe y ebulle con la metáfora de Hidra, rapta los sentidos con una de las más excelentes muestras de taller creativo que recordemos.


Tenemos siempre en la memoria el haber presentado una de las primeras ediciones de Tonguas.
Recordamos a Nina Valedón, poeta, haciendo el oficio de brindar una nueva palabra de invasión junto a un grupo de poetas decididos a escucharse y ocupar un lugar en el viaje. Más allá, en otro gran paralelo, Carlos Esteban Cana abría las puertas de su Taller, un taller grandioso, un taller con suficiente vestidura para que nadie quedara en silencio. Allí, en ese taller, cada poeta, cada narrador fraguaba sus espejos, y la luz tenía siempre una palabra de talento.



El Sótano 00931 y Zurde también fraguaban el brillo de su espada. Y es que al nacer el papel, lozano y desconocido, la espada traza el surco de modo que, queden grabadas las líneas perfectas y se reciba la tinta como un prodigio, íntimo y humano, ideal y divino. Los Rostros de la Hidra, precisametne comienza con el testimonio de cada uno de los editores de las revistas literarias previamente señaladas, las circunstancias, la historia, el viento y el aliento del viaje. Son escenarios que ciñen al gran escenario de los poetas antologados. Ya después, el libro toma su territorio y los poemas revelan la experiencia, la piel, los símbolos, la ironía, la conspiración, el vértigo, el amor otra vez con el camuflaje de la voz, a cada modo, a cada tono, y a cada estilo. Cada poeta trasciende, no como un deseo de elevación, sino como una trascendencia natural, trabajada en la disciplina del verbo.


Entonces la inmanencia de la antología se preocupa de tener peso y conservación. Aquí los poemas en ambos idiomas caducean en la dirección depurada y tienen su simiente perdurable. De Javier Ávila, David Caleb, Kattia Chico, Javier Aviles Bonilla, Reynaldo Delgado, Juanmanuel González, Julio César Pol, Alexandra Pagán, Irizelma Robles, Miguel Figueroa, hasta vernos en la verdad de la poesía con Pedro Cabiya, escritor de historias genialmente atroces en la ternura de un poema, en una desnudez de sentidos, en una sencillez prístina, nos dice la magnitud justa de esta antología.


Aquí el tema es inagotable, y late surtido de lenguajes. Aquí los celajes, los encuentros para vivir o para despedirse se hacen en una ley de gravedad propia del buen poema. Puedes ir con Mayda Colón a 80 millas por hora, huyendo, hasta distinguir en el cristal ‘Objects in mirror are closer than they appear’ y sonreir porque lees un testimonio de gran poesía y originalidad.


Contestar con Sonia Gaia, el dilema del amor y las líneas paralelas, definirse con Eddie Ortiz bajo la ingeniosa ley de la poesía, jugar a la fotografía con Amílcar Cintrón entre los patrones de las sábanas y las imágenes, volver a entrar a Dios y su existencia con Yara Liceaga. Cambiar el número que define a los hombres gracias al soplo sensorial de Kattia Chico, tocar la sensualidad para que no nos abandone con Ana María Fuster, sentir, palpar, hacerse infinito con este gran mosaico de 70 poetas en colores vivos, en grises reflexivos, en violentos sones que suavizan la sensibilidad. Creamos y escribimos confiados en ese impetu de la sensación capturada.


Vemos el charol de nuestra propia palabra y sabemos que todo ha sido hecho. Somos poetas porque nos hacemos ser del viaje y la búsqueda, el propio y el ajeno, el íntimo y el libre, el transeúnte y el observador. Bajo Los Rostros de la Hidra se conjugan todas estas premisas, son dueñas del lenguaje, transitan en el viaje infinito y esto es un logro.


La Hidra tiene ahora otra circunstancia en su vocerío mitológico. Nuevos rostros brotan esta vez en una propuesta para nuestra Literatura Puertorriqueña. La recibimos, y visitamos esta nueva historia. Enhorabuena.


*El autor es escritor

lunes, noviembre 03, 2008

Genesis


I

En el principio se creó el verbo y las pisadas.


Y el cuerpo estaba silente, y las pesadillas estaban sobre la faz del abismo, y el Espíritu de la Poesía se movía alrededor de los fluidos.
Y dijo la Poesía: Sea la metáfora como la sangre; y se hizo el camino...
amf

Juan Mari Bras repasa las alegrías y las tristezas


entrevista
“Ya vivo en la independencia”


Con la lucidez de sus 81 años -que cumple dentro de un mes- el líder independentista Juan Mari Bras repasa las alegrías y las tristezas de su intensa vida y analiza el momento político que vive


Por Mayra Montero


Conserva la lucidez y el verbo que lo han distinguido desde que se inició en las luchas independentistas, hace más de sesenta años. Pero ahora tiene un punto de socarrona introspección -de plácida mordacidad- que a lo mejor sólo lo dan los años. Juan Mari Bras cumplirá 81 dentro de treinta días. Es un octogenario intenso, tiene los ojos mucho más azules que antes y siente orgullo de haber suavizado La Internacional, el himno de los trabajadores y los socialistas, para poder eliminar, en su versión criolla, una línea que descartaba a Dios.


“Yo era amigo y compañero de Salvador Allende, mucho antes de que él fuera Presidente de Chile. Un día me senté con él y le dije: Al igual que usted, soy marxista, pero también cristiano. Allende me contestó: ¡Y yo! Entonces le conté que en Puerto Rico habíamos eliminado esa línea de La Internacional que dice: ‘ni César, ni burgués, ni Dios’. Allende se echó a reír y dijo: Nosotros resolvimos eso, no cantamos La Internacional sino La Marsellesa”.


Con todo respeto, y salvando las debidas distancias, eso del “marxista cristiano”, ¿no se le parece un poco al “católico protestante” con que se definía Rosselló?
“Va a haber un reagrupamiento, cuando acabe esta tribalización y esta obsesión electoral, lo habrá. Sin embargo, hay una realidad que no podemos soslayar: somos la principal colonia del imperio más poderoso del planeta”

“Yo creo que si continuara esa política anti-Aníbal en Washington, esa política de enfrentamiento con los autonomistas, pueden darse convergencias interesantes”, dijo Mari Bras, quien se mostró tan expresivo como de costumbre a lo largo de la entrevista.


“No tanto”, se ríe Mari Bras, “ya sabes que Marx, al fin y al cabo, casi no habló de Dios”.
Usted también se ha desmarcado del nacionalismo. Ha reiterado su admiración por Albizu, pero ha insistido en que no es nacionalista.


“Ésa es una de las aportaciones del Movimiento Pro Independencia (MPI), que ayudé a fundar, y del Partido Socialista Puertorriqueño (PSP): combinar la idea del socialismo científico con las mejores ideas de Albizu, sin el nacionalismo”.


Quiere decir que usted ha visto un peligro en los nacionalismos...
“En Puerto Rico, no. Aquí nunca ha habido un nacionalismo agresivo como el balcánico, o como el de los fascistas italianos. Al contrario, hemos sido creyentes en la necesidad de impulsar la unidad antillana. Estas islas se hicieron multilingües por virtud de lo que hicieron los europeos, pero si ya los europeos se han unido, ¿por qué nosotros no?”.


Mire hacia atrás, Juan Mari, y séame por favor sincero: después de tantas décadas en estos trotes, ¿no se arrepiente a veces de haber sacrificado demasiado, de haber arriesgado lo mucho y lo poco, para que ahora haya toda una generación que apenas le conozca?
“Bueno, sí me conocen...”.


En ciertos círculos y a determinados niveles. Pero ya sabe que ahí fuera hay un sector considerable, mayormente de jóvenes, para quienes Muñoz Marín es el aeropuerto, Luis Ferré la autopista...


“Y Lloréns Torres el caserío”, admite, “pero yo no me arrepiento de haber vivido para esto. He cometido errores o equivocaciones y, sin embargo, creo que fui un dirigente de peso en la nueva lucha por la independencia, que me esforcé por renovar la perspectiva de esa lucha”.
Ahí quería llegar. ¿Usted vislumbra una posibilidad real de un independentismo sólido, unido, con un proyecto político que convenza, no sólo aquí, en la patria, sino en el exterior? Porque el resto de los países del mundo andan un poco desconcertados con nosotros.


“Va a haber un reagrupamiento, cuando acabe esta tribalización y esta obsesión electoral, lo habrá. Sin embargo, hay una realidad que no podemos soslayar: somos la principal colonia del imperio más poderoso del planeta, hemos sufrido 500 años de coloniaje sucesivo, ¡500!, sin un día de independencia... Bueno, sí, tuvimos un día de independencia en Lares”.


¿Y no le parece que Estados Unidos ya no tiene el interés que tenía, digamos, hace cincuenta años, por mantener esta colonia?
“No, ¡no nos quieren soltar! Ése es el gran error del PIP, ellos creen que los Estados Unidos están prestos a darnos la independencia tan pronto el pueblo la pida. Pero es que se han ocupado de que el pueblo no la pida”.


Me gustaría abundar en ese punto. Con esta recesión mundial -léase depresión en voz baja- que es como un agujero negro por el que nos estamos yendo todos al demonio, ¿qué representamos para los mercados norteamericanos?
“Mucho, mucho. Primero quiero mencionar el valor geopolítico de Puerto Rico. Somos el único país antillano que estamos entre las dos Antillas, a la entrada de América. Con las Antillas mayores está la Isla Grande; con las menores, Vieques y Culebra. Hay una importancia estratégica aquí. Y en el aspecto económico -que por cierto, lo trajo muy bien traído Irizarry Mora en el último debate- representamos un mercado valiosísimo para Estados Unidos, para sus excedentes. Nuestro producto interno bruto es de $84,000 millones, y más de $34,000 se van en ganancias para Estados Unidos. El que tiene un negocio tan bueno no quiere dejarlo”.


Entonces, ¿cuál sería la salida, el camino de la lucha para la independencia?
“Las grandes convergencias. Y eso no se logra haciéndose uno popular, sino al revés... Yo creo que si continuara esa política anti-Aníbal en Washington, esa política de enfrentamiento con los autonomistas, pueden darse convergencias interesantes. La historia nos enseña situaciones similares. A Jorge III de Inglaterra iban a verlo los autonomistas y él les daba con la puerta en las narices, hasta que Jefferson, el único independentista en el segundo Continental Congress, le salió al paso”.


Una de las grandes contenciones que existe en Puerto Rico con respecto a la independencia es que nos comería la miseria. Pero, tal como van las cosas, la miseria podría asestarnos un mordisco grave. La crisis actual va a prolongarse por bastante tiempo y la gente va a tener que amarrarse el cinturón a extremos que nunca imaginó.


“Eso lo empiezan a ver los sectores más lúcidos. Antiguamente decían que si Puerto Rico se convertía en un país independiente, nos íbamos a destrozar unos a otros. Es más, cuando éramos niños y cometíamos alguna travesura, los mayores gritaban: ‘¡Este muchacho se cree que esto es república!’. Ese argumento se cayó, ahora sufrimos un gran desorden social, hay una criminalidad tremenda. Con lo económico pasará igual. Estados Unidos tiene una gran crisis fiscal producto del enorme gasto de la guerra en Irak. Cuando llegue la hora de recortar, recortarán en la periferia, y nosotros para ellos seguimos siendo periferia”.


Mari Bras hace una pausa para tomar unos sorbitos del refresco de guayaba que nos ofrece Marta Bras, prima hermana desde siempre, esposa suya desde hace 19 años. La entrevista tiene lugar en su casa de Río Piedras, en una calle que lleva el nombre del Vístula, ese famoso río con efluvios napoleónicos y ecos de la Segunda Guerra. La mayor parte del tiempo, sin embargo, Mari Bras reside en Mayagüez, donde es catedrático de derecho de la Facultad Eugenio María de Hostos.


“El gran peligro de la asimilación aquí reside en lo económico. En vez de buscar diversificarnos, establecer nuevos mercados e inversiones, estamos limitados por el cerco de Estados Unidos”.
Eso trae a colación los poderes soberanos. ¿Ayudaría en algo el concepto de soberanía que esboza el Gobernador en su propuesta de ELA desarrollado?


“Hostos, que fue precursor de tantas cosas, dio en el clavo con respecto a eso: dijo que la soberanía es de la nación natural, de la sociedad, y que la sociedad organizada sobre la base del territorio de una nación natural, delega el poder en el Estado”.


Por lo mismo, ¿cree que el Gobernador está en el camino correcto?
“Un poco”, sonríe Mari Bras, “pero sólo un poco porque él no llega hasta donde hay que llegar”.
El caso es que, dentro de dos días, la gente va a salir a votar. A base de su experiencia, ¿qué va a pasar aquí?


“No tengo la menor idea. Le saco el cuerpo a los debates interminables y a las cantaletas de los politólogos. Sé que no hay una cristalización de las fuerzas políticas como la hubo en elecciones pasadas. La gente está desencantada y sólo espero que se den las señales necesarias que conduzcan a lo inevitable de un reagrupamiento”.
En ese reagrupamiento, ¿vislumbra usted aunque sea una pálida posibilidad de un Puerto Rico socialista?


“Es la onda común en América Latina. ¿Cuál es el denominador común entre Chávez y Bachelet, entre Lula y Evo, entre Correa y Zelaya? Pues el socialismo del siglo XXI, más humanista y menos ortodoxo, con la conciliación necesaria para evitar las guerras civiles”.


¿Y cuál cree que ha sido el mayor enemigo del independentismo en Puerto Rico?
“El imperio, por supuesto, que no el pueblo americano, el pueblo americano es otra cosa. En cuanto a los independentistas, hemos sido responsables del estancamiento”.


¿Ha escuchado eso de que Muñoz Marín, en sus últimos años, se arrepintió de sus actos contra los nacionalistas? Dicen que se lo confió al pintor Pancho Rodón.
“Yo traté de confirmarlo con Rodón. Me habían invitado a dar una conferencia en la Fundación Muñoz Marín y llamé a su casa para hablar con él de este tema, pero la empleada que contestó el teléfono me dijo que Rodón había ido a China, que cuando volviera para almorzar le daría el recado”.


Ya veo. Así es la China. Uno va, “se orienta” y vuelve. Y hablando de ir y volver, usted no tiene pasaporte americano, sólo un certificado de ciudadanía puertorriqueña, ¿todavía no le han dado la visa para visitar la casa de su abuelo en Córcega?
“No. Me dijeron que si quería podía pedir la ciudadanía francesa. Pero no quise. Voy a los países donde me dejan entrar con el único documento que tengo”.


Y al volver a Puerto Rico supongo que no tendrá muchas dificultades. Sólo pueden amenazarlo con devolverlo a su lugar de origen.
“Mi lugar de origen es Mayagüez”, declara, deleitándose en su irredenta mayagüezanía.
¿Con qué alegría moriría si muriera mañana?
“Con la alegría de haber estado viviendo en la independencia. Dijo Betances que cuando uno lucha por la independencia, ya vive en ella”.


¿Con cuál tristeza, en ese mismo caso?
“Con la de haber perdido a mi hijo. Ésa es muy grande”.
Veo que los ojos se le llenan de lágrimas y cambio el tema, porque las entrevistas no son para que nadie llore. Mejor hablar del Vístula, el humeante río que da nombre a su calle. No existe otra calle en el mundo que se llame Vístula, salvo en las riberas del Vístula.