Mis estudiantes los “terroristas”
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José M. Encarnación González/Especial para En Rojo
Aunque definir “terrorismo” ha sido un reto de muchas décadas para la academia y hasta para la Organización de las Naciones Unidas, en sólo unos meses la administración Fortuño exhibe funcionarios que han logrado articular una ilustradísima definición y en la ONU no lo saben. Para estos genios del ejecutivo, un terrorista es “un pelú de la UPR, que asiste a protestas”. Ni el experto en terrorismo Walter Lequeur llega a niveles cognitivos tan abstractos e impresionantes sobre el concepto.
No legitimaré el esfuerzo enciclopédico del ejecutivo, ni definiré con simplismos un término que cuenta un centenar de explicaciones serias e inteligentes. Sólo aclaro que el terrorismo se relaciona con la práctica sistemática de producir ansiedad a civiles por medio de acciones intimidantes y violentas, que pueden tener base política. De originarse en el gobierno, se denomina “Terrorismo del Estado”. Esta práctica, que hoy vemos en Puerto Rico cuando se ataca e intimida a la juventud educada, ha sido visible en gobiernos totalitaristas y se ha utilizado contra universitarios en Chile, México, España, Francia, Inglaterra, China, entre muchos otros países. Y es que si se impugna con ideas al gobierno y si se actúa con disidencia, se es considerado una amenaza. Así le ocurrió a Mahatma Gandhi, Martin Luther King, Chico Mendes y Pedro Albizu, que aunque cambiaron los paradigmas de su tiempo, todos pagaron con cárcel y a la larga con sus vidas porque para el establishment, pensar diferente es un crimen, es “terrorismo”.
Entonces conozca a mis estudiantes “los terroristas”: El 42% representa el primer miembro de la familia que tiene oportunidad de estudiar en una universidad. Cerca del 40% de mis estudiantes trabaja mientras estudia, sobre el 70% viene de hogares de escasos recursos, cerca del 75% ingresa desde las escuelas públicas, más del 70% son féminas, casi 40% estudia mientras trabaja. Son tan peligrosos que cerca del 25% prosiguen estudios graduados, otros completan internados internacionales, en ocasiones sin terminar su bachillerato; publican literatura académica, presentan sus proyectos en congresos internacionales, son reclutados por empresas e instituciones dentro y fuera de la Isla, más del 80% se mantiene estudiando después del primer año y 50% se gradúa en seis años o menos. Esas cifras que manifiestan éxito estudiantil, han sido reconocidas entre las líderes de la educación superior en los Estados Unidos por el Institute for Higher Education Policy (IHEP). Mis estudiantes “los terroristas”, aportan al país y al mundo a través de proyectos comunitarios de justicia social y ambiental, donan su tiempo en tareas voluntarias y son líderes indiscutibles de los resultados de las revalidas profesionales en la Isla.
Con esos jóvenes yo trabajo en paz; talentosos(as), dispuestos(as), aprenden rápido, investigan, expresan su sentir, cuestionan la incompetencia y el conformismo y con acciones la mediocridad.
Son peligrosos mis estudiantes, conocen la historia, están informados y se expresan bien. Basta una mirada fija a sus ojos para encontrar un proyecto de porvenir. Como ven son muy extraños, tienen metas a largo plazo en un país que responde a plataformas partidistas de cuatro años. Esos “irresponsables” entran a diario a mi sala de clases, armados con libros y computadoras, con preguntas inteligentes, con deseos de alcanzar su autenticidad exigiendo una educación superior accesible, costo-efectiva, liberadora y de calidad. Estudian mucho pero no los subestime, evite provocarles. Los “revoltosos” practican el altruismo, posponen su graduación para mantener vivos los principios universitarios y conspiran colaborativamente para extender tales valores y su conocimiento a la realidad, sólo en solidaridad con sus compañeros(as). Vivo aterrado desde que descubrí que se aventuran a poner en práctica la conciencia que construyen estudiando. Son tan creativos que objetan a la autoridad por medio del arte, del diálogo y de la espiritualidad. Pretenden conservar la UPR como patrimonio de las futuras generaciones de puertorriqueños(as), frente a un gobierno que resuelve problemas leyendo los caracoles y cuyo plan osa desmantelar la centenaria institución.
Mis estudiantes “los terroristas” son oposición pensante y activa, por eso hay francotiradores en la Torre de la UPR y en las azoteas de las facultades, fuerza de choque en sus portones, encubiertos en los recintos y fanáticos políticos encapuchados que vandalizan y tratan de implicar a estudiantes en actos ilegales. ¿Querrá el gobierno ampliar la nefasta lista de muertes de estudiantes de la UPR? Antonia Martínez (1970), Carlos Soto Arriví y Arnaldo Darío Rosado (1978), Natalia Sánchez (2010), o las incontables golpizas y vergonzosas suspensiones sumarias de talento: Juan Mari Brás (1947), Roberto Alejandro (1981), Víctor Balaguer (2010) y vienen más, como el graduando líder estudiantil Arturo Ríos, a quien por poner en acción su conciencia, sus derechos y sus aprendizajes universitarios (algo de lo que son incapaces los autoritaristas), pretenden expulsarlo de nuestra gloriosa institución, eliminándole su expediente académico y lacerando su brillante porvenir académico.
Me pregunto: ¿Es la nueva estrategia contra el crimen sitiar la UPR con fuerza policial, perseguir y atacar jovencitos(as) talentosos, golpearlos, privarlos de su libertad sin dar cuenta de su paradero a su familia, fabricarles casos legales, violar la autonomía universitaria, coartar el derecho a la libre expresión, encarecer la educación superior pública? Mis estudiantes “los terroristas” lucharán contra tales injusticias cueste lo que cueste. No tragarán la mentira de que la cuota se debe a la crisis financiera: que le devuelvan los recortes desmedidos a nuestro presupuesto y que les cobren a los Departamentos de Hacienda ($60M), Educación ($12M), Salud ($8M), a la Administración de Servicios Médicos (ASSEM) $21M, Municipio de San Juan $2M, eso sin contar aseguradoras, empresas e instituciones privadas para sumar unos $240M que se adeudan a la UPR. Tampoco creerán el absurdo de que se perderá acreditación institucional de la Middle States Commission on Higher Education por las protestas, en una institución académicamente confiable y cuyo padecer se debe al secuestro político de su autonomía, evidentemente develado en la incapacidad administrativa que no es efecto de huelgas, sino la causa de las mismas por la mentalidad retrógrada y la incompetencia de varios corsarios políticos vestidos de toga, hoy disfrazados de académicos.
Admiro a mis estudiantes por navegar con tanta dignidad en un mar de sinvergüenzas que traicionan su país secuestrando el nido académico de Puerto Rico. Yo estudié en la UPR y entonces fui terrorista; ahora trabajó allí, educo terroristas. Pero como “enseñar es aprender”, dijo don Luis Rafael Sánchez, aprendo de mis estudiantes a resistir a quien pretende asaltarnos el futuro destruyendo la Universidad y luego frente a la resistencia grita cobardemente: “Hay turbulencia en las calles, los estudiantes se rebelan y se amotinan en las universidades, es necesario restaurar la ley y el orden. Sin Ley y orden nuestra nación no puede sobrevivir…” Eso no lo dijo el gobernador Fortuño, tampoco Rodríguez Ema, ni Figueroa Sancha, la cita es de otro terrorista de Estado, Adolfo Hitler, Hamburgo, 1934.
El autor es profesor en la UPR en Humacao.