domingo, enero 30, 2011

Mayra Montero: Hundidos

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Antes que llegue el lunes

Mayra Montero

30 Enero 2011

Hundidos

Nadie abrió la boca. Desde ninguna agencia del Gobierno se escuchó una voz que condenara el comentario. La Procuraduría de las Mujeres, en babia. Las organizaciones feministas, bien gracias. Y los periódicos se limitaron a publicar los detalles del intercambio verbal, pero sin resaltar la naturaleza de la afrenta.

El boxeo profesional se ha convertido en un espectáculo embrutecedor y denigrante. Pero hay muchos espectáculos con las mismas características, y uno no pierde el tiempo guerreando con todos ellos. El que crea que vale la pena pagar los 50 dólares que le cobran por ver en televisión tamaña porquería, que lo haga. Cada cual es libre de botar su dinero en eso y en cosas peores.

¿Qué es lo que indigna entonces -y además trasciende- la mera payasada que protagonizaron hace unos días dos boxeadores, el tal Mayorga y el tal Cotto, fanfarroneando para los idiotas que se creen el cuento? Pues indigna que todos los medios les hayan dedicado amplio espacio (y hasta primeras planas) a las ordinarieces que se dijeron, sin cuestionar el peligro que entrañaban. Y, peor aún: que se aceptara sin chistar como un “insulto” el hecho de que Mayorga llamara a Cotto “mujer” o “su mujer”. Así nos va en la vida, y ésa es la gran educación en igualdad de género que reciben los niños y los adolescentes del País.

¿No era para que saliera la Procuradora, o alguien en el Departamento de Educación (terrible lapachero sin dirección ni honra), o la propia Secretaria de la Familia, condenando esas expresiones, por machistas y por enaltecer la violencia? ¿Y qué me dicen de las senadoras y representantes? Están ahí para eso, para señalar cualquier atisbo de incitación o violencia verbal contra la mujer.

Pero qué va. Nadie condena porque se trata del boxeo, de Cotto, del esperpento que los maneja, de un mundo aparte -reverenciado no sé a cuenta de qué, ni a quién puede enorgullecer- que se supone que tiene sus códigos y sus “gracias”, y en el que no van a intervenir porque podría restarles simpatías.

Pero es que, son expresiones como las vertidas en ese encuentro de boxeadores, las que alimentan los oídos y el alma de los potenciales agresores y de los niños que, sin supervisión ni guía, se entusiasman con esas peleas. Dar por bueno, sin chistar, que a un hombre se le insulta llamándolo “mujer”, es dar por bueno que la mujer es inferior y merece que la noqueen.

La misma gente que gimotea y se da golpes de pecho cuando se produce una agresión machista, un crimen como los tres que ya se han cometido apenas empezado el año, es la que, por otro lado, se muestra benevolente y hasta encantada con los combates verbales de esos dos. Combates verbales que son una patraña para que los incautos muerdan el anzuelo, y a los que no prestaríamos la menor atención si no fuera por eso, por la vulgar alusión a la inferioridad de la mujer en un momento crítico. Tres o cuatro días más tarde, asesinaban a otra en Mayagüez.

Hablar de valores y de educación en un País donde se enaltece la falta de conocimiento y se presume de la estupidez, es un absurdo que demuestra la falta de rigor y de propósito en la educación y en todo.

Casi al mismo tiempo que aquellos dos se insultaban, se empujaban y se “reducían” en la escala humana llamándose mujer, sale un legislador, Rolando Crespo, soltando perlas cultivadas entre las que sobresale esta: “A mí no me gusta leer”.

Es que leer no es una elección. El hábito de la lectura es uno de los valores fundamentales que hay que inculcar a los seres humanos para que sean mejores, menos violentos, con mayores destrezas y amplios horizontes. Decir alguien no le gusta leer es como decir que no le gusta bañarse. No se presume de eso. Ni se ventilan esas miserias en la prensa, aunque para bochorno de él y la Legislatura, sea cierto.

Entonces, miren la contradicción: un individuo que ha propuesto, no una, sino dos veces, modificar la Constitución para que el matrimonio quede allí establecido sólo entre hombre y mujer, confiesa que a él no le gusta leer. Pero, ¿no se supone que, para opinar sobre la Constitución y pretender cambiarla, es totalmente imprescindible la inteligencia, la sabiduría y el manejo de conceptos que sólo se obtienen luego de minuciosas y profundas lecturas? Pues si él no lee, que nos explique dónde aprende nada. A lomos del four track, que dice que le gusta tanto, me temo que no.

Que por cierto, ya que viene al caso, se habrá dado cuenta Rolando Crespo de que el matrimonio entre hombre y mujer no es garantía de nada; ni de armonía ni de paz mental ni de ejemplo edificante para los hijos. Hay matrimonios que no sólo terminan mal, sino que luego continuan peor.

En síntesis, ese es el aire enrarecido que respiramos; los mensajes cruzados que nos están llegando. ¿Qué valores se inculcan, qué principios se fomentan cuando gente así abre la boca para celebrar la ignorancia o la desigualdad?

Ninguno. La sensación general es de hundimiento.

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