martes, abril 05, 2011

Poeta invitado--Jose H. Caez, puertorriqueño


TE EXTRAÑO

Te extraño

y lo digo sin pena

y sin la vergüenza de que alguien

pueda encontrar el rastro cursi

de un cliché antiguo en estos versos.

Simplemente te extraño,

como se extraña la niñez

y los sueños que nunca se cumplieron,

alguna memoria de esas

que a fuerza de la nostalgia

te hacen parir un mar diminuto

y brillante en el rostro.

Extraño el aire que daba

a mis alas tus besos.

El lunar de barro en tu costado,

punto cardenal de mi brújula.

La mirada fruitiva y sedienta

de un flechazo

que supiera cómo tranquilizarle

con el reto redondo

de un par de pupilas brillosas

y zalameras que no rompieran

el puente de lo infinito con un pestañeo

frente a la debilidad de tu hechizo.

Extraño eso de que todo fluya

con la reciprocidad calculada

del universo en tus manos,

atlas de todo, intríngulis de carne

y hueso.

Dónde queda la huella milenaria,

la sangre y los efluvios

que marcaron este paso acelerado

y tan torpe que nos dimos.

Dónde queda la querencia

del abrazocárcel que bajo el amparo

de todos los males, de todas las borrascas

aseguró mi raíz, mi suelo, mi anclaje

sobre la realidad,

dónde queda el paraguas tuyo del dolor

ante este silencio maldito

y gigante.

¿Dónde quedas?


+++++++

D. 15 (Recuerdo-Regreso)


¡Ay mare, quién pudiera

vestirse de esperanza

como la primavera!

~Rocío Jurado por fandango~


Recuerdo un sonido

un tanto extraño,

una sensación de frío

alborotándome los poros.

La oscuridad,

un mar entero de posibilidades

suspendidas.

Una amalgama de sombras

apareciendo en la alcoba,

los perros en la calle

aullando sus canciones

de tristeza en la madrugada.

Mi madre,

recuerdo a mi madre,

su voz entre sollozos

hincando el aire,

agolpándose sin permiso

en la ternura de mis oídos.

Mi indecisión,

la oscuridad, la sábanas, el baño,

ella que la sentí necesitada.

Mis pies adelantándose al misterio

la penumbra,

el largo pasillo a solas

tentándome el miedo de

fantasmas, monstruos.

La valentía de mi ingenio

palpando paredes y maleficios.

Ella,

acurrucada como gota

del dolor

arrinconada en el espanto

de no sé qué cosa,

(todavía desconozco)

tiritando el amor

a solas.

Mi padre, saliendo

por la puerta de la entrada,

escapándose de mi historia.

La incomprensión

la duda, el ¿qué sucede mami?

con la ternuralágrima apretada en el pecho.

El acariciar su cabello

como en los cuentos,

el limpiarle la cara

como la hacía conmigo.

El auto de mi padre

huyendo del laberinto.

Mi madre y yo solos.

El silencio…


Jose H. Caez Romero

escritor puertorriqueño

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