Mis manos derramadas en el insomnio
besan sombras sicodélicas
se embriagan silentes
de fluidos añejos y futuros
hasta dormirse en un mensaje de texto
inesperado, distante, malabarista
ese que definitivamente desaparecerá
cuando choque con la mirada
como espejismo dormido en el alma
en el amanecer de otra presencia amputada
Ana Maria Fuster Lavin
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