Letras frescas: Vértigo del insomnio y de la sangre
Por Miranda Merced
(in)somnio
Isla Negra Editores
Primera edición 2012
¿Cómo relacionas este libro, con la vida real?
Mi pregunta a la autora, Ana María Fuster Lavin, a lo que ella respondió:
“La ficción siempre parte de la vida
real, pero es esa que se refiere a la memoria. Cómo nuestra mente
recuerda cada suceso y le añade matices de la imaginación hasta en la
propia cotidianidad. Ese periodo intermedio entre cómo nos ven los demás
y cómo nos vemos nosotros mismos, con nuestros anhelos y pesadillas,
con esos pequeños fragmentos de alegría y esperanzas junto a los traumas
sufridos que se mezclan para formar una perspectiva del yo. Por ahí
construí mis personajes de Ana y Soledad, ambas una misma persona. Los
capítulos de la novela son construidos desde la vida real, los sueños,
la locura y el insomnio. En especial, la locura.”
El escritor, la escritora construye su
mundo narrativo partiendo de los mejores recursos a su alcance. La
investigación o búsqueda de datos es el más frecuente cuando no se
domina el tema a la perfección. En ocasiones, sin embargo, la vida misma
provee buena parte de los datos que forman la base de la historia. Nos
dice Ana María:
“Además de música y estudios
hispánicos, estudié varios cursos en psicología y mi padre fue siquiatra
por cuarenta años. Me apasiona sumergirme en ese puente que une la
llamada “realidad” como construcción social y cómo nuestras mentes
construyen la propia realidad desde las alegrías, dolores, fantasías,
terrores.
El horror viene de la propia vida. En
mi novela el origen del trauma de Ana -Soledad viene del maltrato y
abusos sexuales que cometía el abuelo contra su nieta Soledad… Y la
posible predisposición de ella a una personalidad disociativa. La
personalidad que crea inconscientemente llamada Ana, es la que ella
anhela ser.”
Ana María Fuster une en este libro dos
temas que me apasionan: los andamiajes de la mente, cómo una equivocada
vuelta de esquina puede lanzar al abismo al individuo, y el enigma de lo
extraño, lo vampírico, lo oscuro.
Y es de esta forma que la escritora se
sumerge y nos sumerge con ella, en el mundo frágil y poderoso que, a
pesar de que percibimos que es producto de la imaginación de un
personaje atormentado, resulta seductor y a la misma vez escalofriante,
al lector.
Como acercamiento al libro, solo hay que
imaginarse un mundo en el cual varias mujeres habiten un mismo cuerpo.
Si logra imaginárselo, piense que una de esas mujeres es vengativa, sin
filtros de censura, sedienta de hacer pagar a los hombres que intiman
con ella el crimen que cometiera un abuelo contra una niña.
En una atmósfera de misterio, de sangre e
intriga, la historia se presenta de forma fragmentada. La utilización
de este recurso es un acierto por su hábil y cuidadoso manejo. Eventos
que suceden en una escena se enlazan más adelante, sin dejar cabos
sueltos. La caracterización de las protagonistas se presenta
gradualmente, moldeando su extrañeza paso a paso, sin permitir que
decaiga el interés del lector sino al contrario, creando una fascinación
en torno a ellas y, por consiguiente, el deseo de conocer aún más de
cada una, la inseguridad y el temor, la sensualidad y la agresividad, de
tantas ocasiones. Por el contrario, y muy a propósito, el resto de los
personajes se quedan en un nivel menos que secundario, es como si no
importaran, como si su existencia sirviera solo para validar los
sentimientos destructivos de la(s) protagonista(s) y proveerle el
mecanismo de escape, de purga, de castigo. Mueren los amantes, después
de la seducción, para luego reaparecer como si nada. El acto sexual se
vuelve salvaje: “Ulises ve cómo ella se convierte en jaguar. Brinca
sobre su cuello y comienza a estrangularla mientras ella le desgarraba a
mordiscos el pecho. La muerte de las pasiones, ambos se vienen
desangrados hasta el amanecer. Mar de fluvis, semen y sangre, la esencia
del deseo luminoso, la revelación. El eclipse ha culminado, hombre y
mujer se transforman y se orgasmican uno en el otro. Mientras tanto los
dioses se retiran. Al amanecer, ella y él recobran sus esencias humanas,
con todo lo que eso implica.” (p.60).
Ana María Fuster muestra un conocimiento
profundo de la desviación psíquica de sus personajes, y también domina
la corriente gótica con tal destreza, que juega con las distintas
manifestaciones del género con la naturalidad y propiedad necesaria:
como pez en el agua. Es un verdadero logro el ubicar la acción en las
calles de San Juan y mantener la atmósfera de terror, propia de
castillos y ciudades oscuras europeas. La utilización de los sueños y el
insomnio no luce como un recurso repetitivo y manoseado. Se presenta
como una excelente herramienta para validar la confusión que acompaña la
historia desde su título, hasta el final. La escritora logra alternar
la realidad y el mundo irreal en la psiquis de su personaje de manera
convincente. Esto ayuda a la inmersión del lector en el conflicto. El
elemento de la sangre, la fascinación hacia ella hasta el vampirismo,
está presente todo el tiempo, cuando no se expresa en palabras, es
porque ya ha quedado grabado en la mente del lector, cosa que Fuster
sabe que ocurrirá, pues para eso trabajó. Las descripciones, grotescas
por lo crudas en ocasiones, sensuales hasta el erotismo en muchas otras,
mantienen una tensión muy interesante en la experiencia de lectura de
esta obra. Nada resulta exagerado, a pesar de la crudeza en el
planteamiento.
Si el lector gusta de la lectura de
intriga, del mundo distorsionado de la mente, del erotismo “gore”, no
debe dejar de leer esta obra. Si no ha tenido contacto con estos temas y
desea conocerlos, es una excelente forma de iniciarse en ellos; pero
algo debe tener claro quien se asome a “(in)somnio”, no es literatura rosa, ni simple ni vacía. Son letras con carne, y se quedan grabadas en el recuerdo de quien pase por ellas.