"La promesa del timbre de su voz
se agazapaba en aquella cinta,
lista para saltar y herirme la amnesia."
Dinorah Cortés-Vélez
Silencios de Papel
comienza con emoción su 2da edición de destacados escritores invitados
con un relato de la escritora, catedrática y crítica literaria
Dinorah Cortés-Vélez
La
grabadora
de
cinta magnética era un armatoste en forma de cubo (como esos de tres
dimensiones que yo solía dibujar en mis libretas escolares, superponiendo
cuadritos para crear la ilusión de profundidad). La grabadora tenía dos bobinas
para insertar los carretes con cinta magnética y una tapa que, al cerrarse,
encuadraba el conjunto en una maleta con agarre, aunque no tan portátil a causa
de la construcción maciza del aparato. Desde que tuve uso de razón, estuvo
siempre allí, durmiendo el sueño de los justos, en la tablilla inferior
izquierda del divisor de madera. Como tantas otras figuritas que adornaban el
pesado mueble de madera de pino, la grabadora de cinta magnética no hacía sino acumular
polvo.
No había escuchado las cintas
apiñadas en una caja de cartón, con las solapas dobladas hacia adentro para que
no molestaran; caja que se encontraba en el compartimento del centro (el
divisor tenía tres hileras verticales de tablillas, para un total de nueve
divisiones), que quedaba inmediatamente a la derecha de la grabadora. Mami
siempre me decía que había que conseguir quien la arreglara, porque tenía algo
dañado desde antes de morir Papá. Pero entre esto y aquello, fueron pasando los
años y allí se quedó arrinconada, sin encontrar su uso. Para mi octavo cumpleaños,
ya toda la euforia eran los cassettes
que habían terminado por destronar a los eight-tracks.
Yo estaba agudamente consciente de que había una cinta en la caja, justo a la
derecha del armatoste, que contenía la voz de mi padre, muerto cuando yo tenía
dos años y medio en un accidente de carro.
La promesa del timbre de su voz
se agazapaba en aquella cinta, lista para saltar y herirme la amnesia. Muchas
veces me figuraba con una alegría aterrada que aquel eco se me habría de volver
laberinto de crueles ternuras, por donde yo como una Alicia enferma caería
libremente. Otras, me zahería el pensamiento de que la elusiva tonada tuviese
un timbre vulgar o, peor aún, despiadado. Pero lo que más me asustaba era la
idea de no poder escucharme en sus sílabas. Por ese miedo difuso como campana
gelatinosa de aguaviva, flotando con displicencia en mi infantil conciencia, y
por meras dejadeces de atragantada desmemoria, no le insistí a Mami que la
arreglara.
La noche en que los malandrines
irrumpieron en la casa listos para llevarse hasta el sucio de las esquinas,
Mami y yo dormíamos tranquilas, cada una en su cuarto, con sueño de peñón. Lo
único que previno un fin de letras rojas para nosotras dos, fue el portón de
rejas que Mami había hecho instalar no hacía ni una semana en el pasillo que
daba hacia las habitaciones y el baño. Al levantarse Mami primero, como solía
cada mañana, encontró la sala patas arriba. Los ladrones habían sacado las
hojas de cristal entreabiertas en una de las ventanas en la sala y tras haber
removido y torcido la rejilla metálica que
la recubría y haberla colocado en el sofá, habían puesto manos a la obra. Se
llevaron cuanto pudieron. Parece, a juzgar por las cosas que se llevaron, que
no eran más de dos. Por ejemplo, dejaron el televisor por ser muy pesado, pero
cargaron con la maquinilla eléctrica de Mami, con la grabadora y con la caja
llena de cintas magnéticas. Cuando supe del hurto de la voz de mi padre, ahora
para siempre interceptada en la cinta inescuchada, fue como si el veneno de una
aguamala tomara asiento en el hoyo inesperado que me había dejado por dentro el
rumor de aquella voz de fuga sin tocata.
Dinorah Cortés Vélez. Escritora puertorriqueña y
catedrática asociada de literatura latinoamericana en Marquette
University, Milwaukee, WI, U.S.A. Ha publicado tres libros de ficción,
El arca de la memoria: una biomitografía (San Juan, Puerto Rico,
Editorial Isla Negra, 2011), Cuarentena y otras pejigueras menstruales
(San Juan, Puerto Rico, Editorial Isla Negra, 2013) y Poemas de la
soledad en Wisconsin (San Sebastián, Puerto Rico, Indómita Editores,
2015). Ha publicado diversos artículos de prensa cultural (Claridad, El
Post Antillano y Revista Cronopio). Se encuentra próxima a terminar el
manuscrito de su primer libro sobre Sor Juana Inés de la Cruz. Tiene
terminado el manuscrito de su primer libro de ensayos y también trabaja
en un libro de cuentos y un libro de poesía.
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