miércoles, agosto 03, 2016

escritora invitada : Dinorah Cortés-Vélez


"La promesa del timbre de su voz se agazapaba en aquella cinta,
 lista para saltar y herirme la amnesia." 
Dinorah Cortés-Vélez


Silencios de Papel 
comienza con emoción su 2da edición de destacados escritores invitados 
con un relato de la escritora, catedrática y crítica literaria 
Dinorah Cortés-Vélez






La grabadora


de cinta magnética era un armatoste en forma de cubo (como esos de tres dimensiones que yo solía dibujar en mis libretas escolares, superponiendo cuadritos para crear la ilusión de profundidad). La grabadora tenía dos bobinas para insertar los carretes con cinta magnética y una tapa que, al cerrarse, encuadraba el conjunto en una maleta con agarre, aunque no tan portátil a causa de la construcción maciza del aparato. Desde que tuve uso de razón, estuvo siempre allí, durmiendo el sueño de los justos, en la tablilla inferior izquierda del divisor de madera. Como tantas otras figuritas que adornaban el pesado mueble de madera de pino, la grabadora de cinta magnética no hacía sino acumular polvo.

No había escuchado las cintas apiñadas en una caja de cartón, con las solapas dobladas hacia adentro para que no molestaran; caja que se encontraba en el compartimento del centro (el divisor tenía tres hileras verticales de tablillas, para un total de nueve divisiones), que quedaba inmediatamente a la derecha de la grabadora. Mami siempre me decía que había que conseguir quien la arreglara, porque tenía algo dañado desde antes de morir Papá. Pero entre esto y aquello, fueron pasando los años y allí se quedó arrinconada, sin encontrar su uso. Para mi octavo cumpleaños, ya toda la euforia eran los cassettes que habían terminado por destronar a los eight-tracks. Yo estaba agudamente consciente de que había una cinta en la caja, justo a la derecha del armatoste, que contenía la voz de mi padre, muerto cuando yo tenía dos años y medio en un accidente de carro.

La promesa del timbre de su voz se agazapaba en aquella cinta, lista para saltar y herirme la amnesia. Muchas veces me figuraba con una alegría aterrada que aquel eco se me habría de volver laberinto de crueles ternuras, por donde yo como una Alicia enferma caería libremente. Otras, me zahería el pensamiento de que la elusiva tonada tuviese un timbre vulgar o, peor aún, despiadado. Pero lo que más me asustaba era la idea de no poder escucharme en sus sílabas. Por ese miedo difuso como campana gelatinosa de aguaviva, flotando con displicencia en mi infantil conciencia, y por meras dejadeces de atragantada desmemoria, no le insistí a Mami que la arreglara.

La noche en que los malandrines irrumpieron en la casa listos para llevarse hasta el sucio de las esquinas, Mami y yo dormíamos tranquilas, cada una en su cuarto, con sueño de peñón. Lo único que previno un fin de letras rojas para nosotras dos, fue el portón de rejas que Mami había hecho instalar no hacía ni una semana en el pasillo que daba hacia las habitaciones y el baño. Al levantarse Mami primero, como solía cada mañana, encontró la sala patas arriba. Los ladrones habían sacado las hojas de cristal entreabiertas en una de las ventanas en la sala y tras haber removido y torcido la rejilla metálica que la recubría y haberla colocado en el sofá, habían puesto manos a la obra. Se llevaron cuanto pudieron. Parece, a juzgar por las cosas que se llevaron, que no eran más de dos. Por ejemplo, dejaron el televisor por ser muy pesado, pero cargaron con la maquinilla eléctrica de Mami, con la grabadora y con la caja llena de cintas magnéticas. Cuando supe del hurto de la voz de mi padre, ahora para siempre interceptada en la cinta inescuchada, fue como si el veneno de una aguamala tomara asiento en el hoyo inesperado que me había dejado por dentro el rumor de aquella voz de fuga sin tocata.






Dinorah Cortés Vélez. Escritora puertorriqueña y catedrática asociada de literatura latinoamericana en Marquette University, Milwaukee, WI, U.S.A. Ha publicado tres libros de ficción, El arca de la memoria: una biomitografía (San Juan, Puerto Rico, Editorial Isla Negra, 2011), Cuarentena y otras pejigueras menstruales (San Juan, Puerto Rico, Editorial Isla Negra, 2013) y Poemas de la soledad en Wisconsin (San Sebastián, Puerto Rico, Indómita Editores, 2015). Ha publicado diversos artículos de prensa cultural (Claridad, El Post Antillano y Revista Cronopio). Se encuentra próxima a terminar el manuscrito de su primer libro sobre Sor Juana Inés de la Cruz. Tiene terminado el manuscrito de su primer libro de ensayos y también trabaja en un libro de cuentos y un libro de poesía.


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