martes, enero 25, 2022

Reseña: de emaljungas, universos alternos y confesiones, la nueva microficción de Mairym Cruz-Bernal

 


Pequeños Monstruos del Subsuelo:

la nueva microficción de Mairym Cruz-Bernal


por Ana María Fuster Lavín

escritora puertorriqueña




que nadie sabe nada hasta que se revela, o rebela

Mairym Cruz-Bernal



Conocer y conocerse para liberarse de vendas –muchas autoimpuestas--, indagar en uno mismo desde el silencio hasta el estallido; escribir para detonar la llamarada; abrir la página en blanco y llenarla de raíces para que el lector beba de nuestros misterios. Surgir desde el subsuelo donde, “nadie sabe nada hasta que se revela, o rebela” (pág. 66).  Revelar, según la RAE es en su primera acepción “Descubrir o manifestar lo ignorado o secreto”; y, en su quinta, “Dicho de Dios: Manifestar a la humanidad sus misterios”(https://dle.rae.es/revelar); en cambio rebelar nos lleva a “Sublevar, levantar a alguien haciendo que falte a la obediencia debida”(https://dle.rae.es/rebelar?m=form). He aquí algunas claves para adentrarnos en el submundo, abonarnos y solidificar nuestras raíces y retoñar. 

    Sin embargo, ¿qué buscamos en este submundo de las palabras?  ¿Cuál es el corazón de la vida? Acaso el acto de escribir es el propio espejo o tan solo somos una autoinvención. Es decir, el escritor es una vida reinventada, a modo del pequeño dios vallejiano, uno que se crea así mismo y a los distintitos mundos que le rodean. Eso parece plantearnos la escritora Mairym Cruz Bernal.  Pero, ¿en qué creer? Esta la poeta, --además, educadora, editora, traductora, columnista y ensayista puertorriqueña que presidió el PEN-Puerto Rico (2008-2012) y actualmente es su vicepresidenta-- nos confiesa “ni siquiera creo en mí”, siendo su espejo de palabras el paraíso de esta diosa no creyente en convencionalismos sociales, religiosos, políticos, siquiera tiene fe en esta unidimesionalidad terrenal, tampoco en la impuesta celestialidad.

  En este libro (San Juan, Ed. Lúdika, 2022) todos podemos ser esos pequeños monstruos del subsuelo descritos por Mairym (graduada de psicología Loyola University y con maestría en creación literaria) y para este reto empleó como estructura o género literario la minificción, tan comentada y analizada en la actualidad, pues como expresa en la contraportada del destacado narrador Emilio del Carril: “Mairym Cruz Bernal, en su oficio de letras, gusta rebasar fronteras y experimentar nuevos estilos”, huir de la zona de confort y atreverse a romper cadenas y crear.

Al leerla, transitamos por sus páginas a modo de un puente de comunicación creativa y provocadora --de la también tallerista nacida en San Juan de Puerto Rico (1963)-- que conecta al escritor con el lector (y viceversa). Puente que no está exento de retos intelectuales y sensoriales, al fin de cuentas esta es otra de las característica del microrrelato, minificción o microcuento.  Se trata de breves textos de naturaleza narrativa y ficcional, que empleando un lenguaje preciso y conciso, a veces lírico, se sirve de la elipsis para contar una historia sorprendente, libre de detalles, descripciones y otros maquillajes ambientales. Donde cualquier palabra innecesaria es gula, donde los silencios nos alimentan, nos hablan, nos seducen: 

“…se sirvió silencio de cena. …¿si no tuvieras palabras, me hubieras hecho el amor?...” (pág. 78)

Tal como ocurre en Pequeños monstruos del subsuelo, en el microrrelato los personajes deben revelarse por sus acciones (actos que incluyen pensamientos y reflexiones) más que por sus caracterizaciones y la condensación temporal es fundamental. Veamos el microrrelato Diario de una mala temporada, en la página 79:

“se marchó. ella entró en la habitación para dispersar el polvo. debajo de la alfombra encontró cicatrices de todos los tamaños. comenzó a saber quién era él, aquel día.”

 Definitivamente, el lector de la microficción no puede quedarse leyendo como quien ve la espuma de una ola arribando tímidamente la orilla; por el contrario, tiene ser activo y meticuloso, para no ahogarse en la incertidumbre. Mucho más en el caso de leer esta publicación de Cruz Bernal, sus intertextualidades, referentes literarios e históricos, el lirismo. Y es que el microcuentista (que nuestra autora alcanza a plenitud) requiere emplear emplea sus destrezas para seducir, enganchar y provocar en pocas palabras, igualmente estricto debe ser el lector que debe degustar cada imagen, cada truco y convulsionar casi sofocado. Porque los microcuentos nos tienen que jamaquear sin explicar qué ocurrió: el escritor así pasa el batón al lector. El microrrelato, por lo tanto, crea la intensidad suficiente para retar al lector hasta convertirlo en su cómplice. En este libro terminamos siendo cómplices y personajes de los distintos mundos, monstruosamente hermosos.



    Estos breves e intensos textos, que componen esta publicación, son íntimos y confesionales, característica del estilo a lo Cruz-Bernal, pero a su vez conversan con las microficciones de la fantasía social –muy humana- como Cortázar (con sus cronopios y famas; Mairym con sus emaljungas) o Emilio del Carril (y sus entregas del Reino de la Garúa), la ironía y humor perverso de Ana María Shua (como sus Cazadores de letras o Fenómenos de circo, entre otros), y, además, Mairym indudablemente intertextualiza con sus propios poemarios (como La hija hereje, Ensayo sobre las cosas simples o Cielopájaro nuestro, entre otros). Al fin de cuentas, la misma escritora sentencia: “la patria del poeta es su lengua”, donde podemos prescindir hasta del propio cuerpo, lo importante es volar, “si no sabes volar pierdes el tiempo conmigo” escribió Girondo, pero en el caso de Cruz Bernal es un vuelo metafísico desde el yo, hacia nuestra patria-naturaleza, hacia el otro, hacia un nuevo yo .

“veamos cómo es volar siendo una sombra. primero se agiganta. es la mancha que oscurece el amazonas, manos de maremoto. selva donde caminan los que he sido. entonces pesan los pies. la sombra adquiere el peso de su cuerpo.” (La confesión, pág. 39)

El peso del cuerpo y de la innegable poesía también está reflejada en la cuidada publicación, diseñada y maquetada por B-Poetry en Colombia (www.burdelianaspoetry.com) con reproducciones de hermosas pinturas (óleo sobre tela) del pintor colombiano Sergio Trujillo Béjar en las distintas secciones del libro. Así,  Pequeños monstruos del subsuelo está dividido en un preludio a modo de presentación y autoficción de la autora y sus motivaciones literarias, y seis mundos (o partes: Pequeña historia del mundo/ Un amante para cada día de la semana/Emaljungas/Peine rojo/Mi turno de impostora/Habitantes del planeta); en el que va rompiendo códigos sociales, códigos de género, códigos orgánicos, lingüísticos y emocionales, para reconstruir un mundos y la propia esencia del ser (humano y monstruo) desde sus cimientos con convicciones sólidas intelectuales, apalabradas, amatorias sin perder jamás el poder del erotismo salvador. 

“lo importante es enraizarnos, comenzar bordeando el ombligo con la lengua, soplar un océano en la saliva compartida, porque el eros es nacernos, ineludibles. lo importante es crecerte de abajo hacia arriba, como todo buen amor.” (pág. 147)


A través de este universo de microrrelatos y microrreflexiones, Mairym Cruz Bernal ficcionaliza tanto su yo como la sociedad misma para desnudarlos de lo innecesario y poner la palabra en la esencia misma de la sociedad, del ser humano. Donde los propios personajes asumen ser creados por la diosa-escritora:   “me duele esta mujer que nos inventa”, se lamenta el Emaljunga, uno de los pequeños monstruos que habitan este hermoso libro a modo de una nueva mitología del submundo o de la propia ciudad que nos habita recorrida por la palabra de la poeta Mairym Cruz Bernal.  Pues un mundo que olvide jugar con la palabra, sencillamente jugar, está condenado a la tristeza, a marcar fronteras hasta dividirse tanto que no podremos alcanzar la mano (humanidad) del otro.

“solo juego a que olvido. freud decía que la tristeza del hombre radica en que hemos dejado de jugar […] jugar con las palabras, pensar que no hay fronteras en los países, que las miradas pueden acariciar, jugar a que tú no estás allá, que eres yo, otra ficción que nos podría unir a humanidad, que la luz es el tejido de un dios que nos cuida. […] jugar a que un beso salve el instante de extravío, hermosa palabra esa: mestizaje. jugar a que somos todos los colores”. (Travesura, pág. 141)

  Microtextos líricos de suspenso sicológico, míticos, antropológicos que, a modo de rompecabezas, van formando ese cofre de sabiduría, de metaliteratura y de vida compuesta de pasiones, reflexiones, locura, muerte y renacimientos humanos y monstruosos; donde va deconstruyendo desde ese yo creador “sin brújula escribo, pero escribo para no matar” —siempre mujer, siempre poeta— y su entorno familiar y social hasta el propio origen de la bondad y, en especial, de la maldad, en estas pequeñas fábulas fantásticas que nos obligan a leerlas y reflejarnos en ellas. Al fin de cuentas, todos somos pequeños monstruos del submundo y tenemos que abonar nuestras raíces para revelarnos y rebelarnos.

Ana María Fuster Lavín


Para adquirir el libro puede escribir a mairymcb@hotmail.com 




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