Contemplación y conspiración a la luna
Leticia Ruiz Rosado, Te vi Luna
Ana María Fuster Lavín
Contaba en la presentación que hiciéramos en el recinto de Aguadilla de la UPR que a Leticia Ruiz Rosado la conocí en una presentación de libros, y que fue el mismo profesor y poeta Alberto Martínez Márquez quien me la presentó, siempre que nos veíamos, ella para mi era un ser casi místico, vestida elegante de blanco, impecable, intelectual sin clisés ni engreimientos y totalmente entregada al mundo literario, como muestra su pasión total con la revista Identidad. Después de conocerla más y ser amigas, reconocí en ese ser místico e inteligente que una mujer potente, decidida, luchadora y solidaria, una mujer magistral, muy maternal, y dulcemente te suelta un carajo cuando es necesario. Cuando leí su primer poemario: Pieza extraña, rara y difusa, me dije aquí hay una poeta auténtica.
Estamos esta mañana bautizando los poemarios de dos poetas con una trayectoria intachable así como una solidaridad y compromiso con la palabra más allá de las máscaras, más allá de las poses y más allá de los rencores que caracterizan a muchos llamados escritores y supuestos humanistas, gracias Leticia por marcar la diferencia.
La poesía, en realidad, más que para analizarla es para leerla, sentirla, respirarla y dejarse embriagar por ella. Comenzaré leyendo su poema Luna te mira (página 23):
Luna te mira
Luna te mira.
te quiere guiar,
cuando la miras
sin envidia ni maldad.
Te mira,
acaricia tu soñar…
le pareces confundida,
sin envidia ni antifaz;
te enseña tendida
cuando bate fuerte la mar.
Leticia, luna lunática lunera, estos son versos de la mujer y la diosa, que nos embruja de rituales, de espiritualidad, de seducción a través del poemario Te vi Luna (Ed. Terranova, 2007) y es que la luna representa el poder femenino, es la Diosa Madre, Reina del Cielo, desde los propios orígenes de la han existido inquietudes por el culto y el estudio de la Luna, por ejemplo, de acuerdo con el hinduismo, cada parte del universo es el resultado de la acción de un dios. Existen indicios que confirman la existencia de pueblos de Polinesia, Melanesia, tribus del Amazonas o africanas que han tenido a nuestro satélite por un ser vivo que compartía con ellos sus alegrías y tristezas, este también es el trato de Leticia en su libro, acercándose más a la filosofía, etnología y la mitología.
En el romanticismo la luna se vincula íntimamente al paisaje de los nocturnos, y el ambiente de tristeza, melancolía y soledad del alma romántica. Para otros poetas, por el contrario, implica un símbolo de consuelo y protección. Aquí el descubrimiento de la luna para la poeta es una canción de lucha y de esperanza, es la posibilidad de volar, como Girondo, porque si no vuelan quienes la rodean, pierden el tiempo con ella.
En el arte, Selene (la diosa luna de los griegos) era representada como una mujer hermosa de rostro pálido, conduciendo un carro de plata tirado por un yugo de bueyes blancos o un par de caballos. Así mismo imaginamos a la voz poética de estos versos entre su imagen transportándose por la palabra. Porque su poemario pasa de lo mítico a lo místico en una tradición renovadora mágica como si Sor Juana Inés de la Cruz o bien Santa Teresa de Jesús, se bajan de la santidad y la espiritualidad del yo con su naturaleza femenina y se manifestasen en plena libertad: oh Dios, oh Luna, oh espejo, soy poeta y me reafirmo.
Podríamos decir que cada poema de Te vi luna, es un milagro, como una profecía, un ritual, de la divinidad poeta Leticia. Estos se pueden leer como un cantar de cantares, compuesto por una rima y ritmo a modo de salmos, tantras, nanas, sobre el autoconocimiento y reconocimiento, del amor, de la vida y de la muerte, ¿y por qué no de la locura? De esa locura divina necesaria para el acto de crear, bajo el influjo de la luna.
La diosa, la creadora del universo personal, la palabra y de esa “mi luna”, Leticia, construye mediante versos breves y libres de artificio, aunque no exentos de cierto hermetismo, todo un mundo intimista donde la fortaleza, la espiritualidad, la palabra y la sensualidad pueden ser los cuatro elementos de su nocturnidad. Ya comentaba el profesor Alberto Martínez Márquez, en el prólogo de Pieza extraña, rara, difusa que su poesía “es a todas luces una poiesis de la vía mística hacia la trascendencia que busca regenerar el alma. Les comenté ya que la poesía es para leerla y bebérsela, también para terminar con una jienda astral:
Leeré ahora:
Mi luna, pág. 19
Desafié con endechas
el dolor de la traición.
Hoy desafío con salmos
el perdón de tu amor.
Para que no se me tuerza
el amor el perdón
y pueda mi luna
cantarle al amor.
Este poema es la clave, de los versos a esa luna cómplice, de frente a la vida, pues este poemario en realidad es una letanía, donde Leticia nos versa una historia mediante claves; en el propio orden cronológico página tras página de Te vi, luna: La muerte de los dolores, de las traiciones, a través de los poemas como llegar al perdón, al triunfo del amor propio, y luego hacia los demás.
“Entonces” es el título del siguiente poema, donde la voz poética, esa mujer comienza su ritual desnudándose bajo la luna,
“Tras ese espejo reflejo de mar, / sin oscuridad / participo redonda, / me veo sin negro antifaz/ “ pág. 21.
Ya aquí es momento de olvidarse de la soledad, clave, está la luna llena como en la palabra misma, porque la poeta se ha exorcizado. Ha olvidado el dolor porque su cántico a la luna es esperanza, es la propia búsqueda del amor, es la comprensión de la vida misma, todo esto secuenciado inteligentemente. Así Leticia se acerca de nuevo al misticismo de sus anteriores poemarios, pero desde una visión más ecléctica, pagana, no exenta de su espiritualidad cristiana, y de esos claroscuros donde triunfa la verdad, y la nobleza, que tanto caracterizan a Leticia Ruiz Rosado. Y es que cuando todos vivamos en el amor de la palabra, de la inocencia que nos dan los sueños, ese día podremos entender el ritual de su palabra fuerte como elegante, tajante como la caricia del destino. La poeta no se rinde. Te vi Luna. Una pura borrachera de versos.
Tuve el honor de prologar su poemario La Paloma Verdadera y al igual que en aquél la paloma era la clave para la decodificación aquí lo es la luna para este inteligente y complejo texto, a modo de versos breves y musicales como pinceladas cómplices del encuentro y liberación del alma y de la mujer que es la voz poética, y así me repito: “Con estos poemas, Leticia Ruiz ya se establece sólidamente en un sitial de la literatura puertorriqueña, distinguiéndose por su consición, espíritu místico y dominio extraordinario de la palabra en su manifestación lírica”.
Y qué más puedo decir, que lean y mediten el recitativo Te vi luna, y aquí va mi respuesta en conversación con el poemario, con la poeta, con la inmensa amiga Leticia. Este poema, mi amiga, es un tributo a la obra, a la amistad, a mis sensaciones mientras leía tu poemario y así lo defino:
Oda para Leticia
Para el universo de tu luna
Es tu luna cántico renacido en pisadas de mar
donde erotizas los exorcismos del dolor en pétalos de rosas amarillas
donde la noche de los silencios es espejo de poema
y en tus manos un verso se hace mujer.
Parecía que te ibas, pero aún no es tiempo venerada diosa,
sigues regresando una y otra vez de frente a la vida,
tu voz, no es endecha ni bolero trasnochado,
tampoco nocturno de sangre bajo el eclipse del verdugo;
eres paloma verdadera, madre, amante, poeta, abrazo, sinfonía;
un coro afina tus palabras de amor, y, por qué no, de melancolía.
Amor amor de luna lunera lunática,
no tememos equivocarnos,
tampoco descubrirnos ni desnudarnos ante la creación
rasparnos la rodilla, hacer el amor y reírnos de otro ayer;
y es que cantamos juntas bajo la lluvia de piel y cuerpos,
nos seducimos de esperanza bajo tu imagen y espejo,
justo a las tres, siempre a las tres, por siempre a las tres;
son las manos, las mismas manos, Leticia:
trinidad de palabra, ternura y pasión.
tus olas rendidas, tus cicatrices, tu balcón de los perdones
y es que cada uno ilumina un poema menguante, creciente, lleno,
mi amiga que la luna es tu nombre y el sol la poesía.
Ana María Fuster
septiembre 2007
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