(publicado en el semanario Claridad, marzo 2009)
el último habitante
Cuento
Rey Emmanuel Andújar
Cuento
Rey Emmanuel Andújar
http://claridadpuertorico.com/content/view/403587/32/
El último habitante del planetamiró al espejo y encontró su carapalpó la superficie con un dedoy la sintió brillar.
Mastretta 1. el ahora o nunca
La mujer, guiada por una sospecha, pasó toda la noche afinando el dispositivo. Rompiendo la madrugada llegó el esposo, entregando en cada sentido la descarga de desprecio como quien da un cigarro. Saniela no medió palabras y le sonó una tabaná en forma, mano volteada y todo. Sólo le quedó llevarse las manos a la boca al ver el hilillo de sangre bajar por la nariz del hombre.
Saulo Fonalleda se acarició el pecho encontrando cigarrillos. Eligió algunas palabras prescindibles para organizar una respuesta violenta. Recorrió la vista por el living de showroom, se detuvo en el bombilleo del árbol. Elaboró la frase, la dejó reposar un poco en la comisura; y disparó:
“Tú no sirves ni para los perros.”
2. diosmío, por qué nos has abandonado
Saniela saboreó un poco el insulto; “A qué se atreverá ahora”, se decía mirando al energúmeno quien, ayudado por la borrachera, le arruinaba la alfombra de cenizas. Él reparaba en ella sin tregua: el cuerpo todavía firme pero camino al declive; imposible ya, gracias a la distancia definitiva impuesta por el tedio que se les fue aglomerando como interés de amex y por el Dr. Fornieri: el hombre que para ella era la última cocacola del desierto.
Saulo consideró un último trago. Saniela reaccionó con un paso atrás; “Ahora me mata.” Ahora nada: la ignoró como a catálogo de supermercado. El hombre se sirvió el trago de ron ofendido por el recuerdo de las inevitables fotografías: Marruecos; el mochileo en Positano; aquel otoño en San Francisco… Todo ese pasado sostenido en la nevera por sonrisas imantadas. Tanto abrazo. Tanti auguri. Tanto futuro por delante desecho una tarde caliente en la que el hombre abrió ese e-mail que no era para él.
3. el adiósEl ruido del vaso rompiéndose en el fregadero sacó a la mujer del arrebato y la dejó enmudecida, agrietándose. Los dedos adoloridos –se había pasado toda la noche apretando, ajustando el dispositivo– jugaban a quitar y poner los anillos: el de la universidad, ingeniería mecánica, Maestría en resistencia, desarrollo y manejo de materiales; los de matrimonio: la simple banda de platino y la exquisita piedra incrustada. Dio un paso hacia delante, sorprendida de que su cuerpo, que hasta hace poco la había traicionado, reaccionaba ahora al ver la mano del hombre bañada en sangre. Podría decirse que el flujo de la noche ya no se detendría nunca.
Saniela buscó lo indispensable: la billetera y alguna bufanda. Forzada por la costumbre pensó en llaves pero recordó que no las necesitaría jamás ni nunca. El chirrido de la puerta anunció el adiós. Saulo se asomó al pasillo y confirmó la ausencia de la mujer. Estaba solo, al fin.
Puso un disco a todo jendel y bailó hasta llegar al baño. Eufórico, reparó en la blanca e inmaculada profundidad del inodoro. Se acabó el arrodillarse o sentarse. “El último habitante del planeta/ contó el dinero y se tomó su tiempo.” Separó las piernas sonrientes. Apuntó el chorro. Ejecutó.
La mujer no había bajado aún las escaleras. Se quedó tarareando la canción frente a la verde inmensidad de la puerta que, como el dolor, se le venía irremediablemente encima. Se repasó las manos apenadas por el esfuerzo, recordando la frase hiriente; pensando en la dignidad que tuvo que buscar para tragársela. “Y pensó/ ¿quién será/ tan feliz/ como yo?/ Mira el mundo a mis pies/ para mí/ porque sí.”
Adentro Saulo orinaba libremente, como inaugurando la soltería. Concentró el néctar de la victoria por los bordes, salpicando todo entre el llanto y la risa. Con el eructo haló la cadena. Primero sintió un daño brillante, luego un chillido que recorrió toda la casa hasta llegar a la puerta. El primer reflejo de la mujer fue entrar en su ayuda. Se palpó de llaves pero fue inútil. Escuchó el claxon del Dr. Fornieri llamándola: el vuelo salía en par de horas. Todo tiempo por pasado fue peor.
Los dedos húmedos de Saulo habrían activado el dispositivo de afiladas cuchillas que le cercenaron en limpio las rodillas. Saniela besó con mucha fuerza al Dr. Fornieri, pensando en el ex desangrándose en la inmundicia del inmenso baño con otro insulto atravesado en la garganta.
Leiden – Miami Febrero 2009
El autor ha publicado, entre otros títulos, El factor carne.
en la foto Rey Andújar y Miguel
No hay comentarios.:
Publicar un comentario