viernes, marzo 13, 2009

Leerle a los niños es enseñarles a amar los sueños....


para

mi hijo Miguel con amor, niño duende y compañero de la vida

y Elena en el recuerdo....

Ladrón de colores

Colores, colores,
ladrón de colores.
Se roba el rojo,
esconde el azul.


Una niña que llora,
el duende que busca,
la hada pregunta
qué haces tú.


Busco la cuica
colores, canciones
y hasta la risa
que él ladrón se robó.


Mis niños no lloren
la hada nos dice:
busquen al duende,
el ladrón de colores.



Violeta de rosa
camino de flores
un arco iris:
verde de menta,
azul del cielo,
amarillo del sol,
naranja muy dulce
y rojo la flor
colores, mi hada,
encontré los colores.


Ana María Fuster

La leyenda del primer arco iris.

Hace mucho mucho tiempo había una pequeña isla en el Océano Pacífico llamada Tumbuchú. Los habitantes se llamaban tumbis. Ellos trabajaban juntos y se ayudaban en todas las tareas de la comunidad. Unos sembraban vegetales y frutas para comer. Otros construían las casas con ramas y madera. Algunos conocían el arte de extraer el aroma de las flores.
Los niños estudiaban la naturaleza, los ciclos del año, la historia de sus antecesores y los trabajos de los adultos para cuando les llegara el momento. Los maestros eran los abuelos de Tumbuchú. Las abuelas también enseñaban a las niñas sobre magia y la interpretación de los sueños. En las tardes, los niños corrían y jugaban por los campos. Sólo tenían prohibido ir al otro lado de la montaña Lakipú.
—Son unos miedosos. No se atreven ir a Lakipú.—Dijo Chompi a Maquita y Tembí. Chompi era un niño muy travieso y aventurero.
—Sabes que no debemos ir. Los maestros lo tienen prohibido.—Contesto Maquita. Ella era una niña pequeña y nunca se separaba de su hermano mayor Tembí.
—Maquita tiene razón.—Dijo Tembí a Chompi y sonrió a su hermana. Chompi era su amigo, pero a veces lo metía en problemas. ¡Y qué problemas! Ya habían estado castigados en varias ocasiones a causa de sus travesuras. Aún así, era el amigo favorito de los hermanos, porque en el fondo era bueno.
—No pasa nada. Dicen que al otro lado hay unas flores maravillosas de muchos colores.–—Dijo Chompi.
—¡Las flores son amarillas en Tumbuchú! ¡Flores de colores! ¡Qué bonito!—Exclamó Maquita brincando y aplaudiendo con mucha emoción.
—No lo piensen. ¡Vamos!—Repitió Chompi.
—Pienso que no debemos. Los mayores nos van a regañar.—Dijo Tembí. —No es correcto ir al lugar prohibido.— Tembí trató de detenerlos, pero ya Maquita corría tras Chompi.
—Yo iré.—Dijo Chompi y comenzó a correr junto a Maquita hacia la montaña.
—¡Hermanita, no vayas!—Gritó Tembí. También corrió
Los tres niños llegaron al lugar prohibido. ¡Qué gran descubrimiento hicieron! Las flores eran azules, verdes, violetas, rojas, amarillas y anaranjadas. Maquita cogió una flor violeta. Tembí contaba todos los colores. Chompi olía las flores cerca del río. Nunca habían visto tantas mariposas danzando por el campo. Ellos estaban tan emocionados, que no se dieron cuenta de ya que se hacía tarde. Regresaron a la aldea después de la cena. Anochecía.
—¿Dónde estaban? Sus padres están muy preocupados.——Dijo el viejo Chantú a los tres niños. Él era el maestro principal y el sabio del principal de Tumbuchú. Los tumbis lo respetaban.
—Jugamos mucho. Nos quedamos dormidos cerca del río y se nos hizo tarde. —Contestó Chompi. Tembí y Maquita estaban asustados, pero no hablaron y se fueron a sus casas.
Al día siguiente todas las flores del poblado estaban negras y marchitas. Las frutas y vegetales también se habían dañado. El río estaba seco. El viejo Chantú llamó a todos los tumbis. Los habitantes estaban muy tristes.
—Queridos tumbis. Han desobedecido nuestras leyes. Alguien pasó al otro lado de la montaña. Huele a mentira en el aire.—dijo Chantú. Tembí y Maquita bajaron la cabeza.
—¿Dónde estaban en la tarde?—Le preguntó la mamá a Maquita.
—Nos quedamos dormidos con Chompi.—Dijo Maquita.
—¿Qué comeremos ahora? Las plantas están muriendo.—Dijo la mamá y empezó a llorar.
—Nos queda poca comida. —Dijo el papá.
Esa mañana había mucho silencio. Los niños fueron a estudiar como todos los días. Tembí no pudo comer su merienda. Maquita no se atrevió a jugar con sus compañeras. En la tarde cogieron valor y decidieron hablar con el travieso amiguito.
—Chompi no debiste mentir.—Dijo Tembí.
—Tú tampoco dijiste la verdad. Maquita también mintió.—Dijo Chompi.
Maquita comenzó a llorar. Tembí la abrazó. Esa noche antes de acostarse Maquita y Tembí decidieron hablar con sus papás.
—Mamá, perdón.—Dijo la niña. Maquita cogió la mano de su hermano.
—Padres, nosotros mentimos. Maquita, Chompi y yo fuimos al lugar prohibido.—Dijo Tembí. El viejo Chantú entró a la casa de los niños. Llevaba un poco de agua y una jarra de barro.
—¡Chantú! Nosotros somos malos. Fuimos al sitio perdido. Había muchas flores de colores. Nunca las habíamos visto. Te mentimos.—Dijo Maquita. La niña comenzó a llorar. El viejo Chantú sonrió y tocó la frente de los dos niños.
—Gracias mis niños. —les dijo Chantú y se despidió de la familia.

Al día siguiente había un hermoso arco iris sobre toda la isla de Tumbuchú. Tan grande y hermoso que los colores se reflejaban en toda la tierra. Era el primer arco iris.
Los tumbis miraban sorprendidos y felices. Comenzó a llover.
—¡Que maravilla! Las flores tienen colores.—Gritó Maquita.
—Las frutas están creciendo. La verdad es la llave de este milagro. Hoy es un gran para los tumbis.—Dijo el viejo Chantú.
La comida no volvió a faltar. Las flores eran de muchos colores y ricos perfumes. Celebraron todos juntos el milagro de los colores. El respeto a los demás, a las leyes del pueblo y la verdad reinaron en Tumbuchú. Desde ese día todos vivieron felices.

Ana María Fuster

Foto del periódico Claridad, festival 2009, Tarima Estrella

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