“En
toda mujer hay fuerzas poderosas pendientes de descubrir”. Lo señala la escritora y psicoanalista
junguianaClarissa
Pinkola Estés, en su obra Mujeres que corren con los lobos. La escritora de San Juan de Puerto Rico, Ana
María Fuster Lavín y su literatura son parte de esa pronunciación, a través de
la cual lo espiritual-psíquico se mueve a la par, a punto de equilibrio con el
arte de escribir; es decir queda sellada la pronunciación en la nueva novela de
la autora, Mariposas Negras.
Después
de haber visto sus cuentos tal cual “fenómenos curativos del alma”
en Carnaval de Sangre (2016), leo el manuscrito de las Mariposas
Negras, para por fin entender que esa alma no es sino la entelequia y que
una de sus partes o núcleo esencial es la conciencia. […]
I.
Notas al primer capítulo: Caricias al silencio: la
invisibilidad
Mariposas
Negras, tiene un abordaje hacia el
espacio de la soledad perenne que en la obra anterior de Fuster Lavín nos
embarcamos en él, pensando en que la escritora y sus palabras inducen a un
vacío: en el sentido del vértigo del abismo; tal cual símbolos de esa soledad respirada
por el lector en cada inhalación de la lectura.
Más, ese solipsismo no es hueco, y precisamente es la metáfora del
insomnio (otro constante en su obra), la
que ahora señala, que tanto la soledad, así el silencio, poseen sus propiedades
de tiempo; espacio; cuerpo; invisibilidad; visibilidad; y tantos otros
elementos y conceptos como aquellos sostenidos por la “realidad”
extrínsecamente a lo que vivimos y pensamos.
En
la novela se afirma que esa metáfora, además de encontrarse siempre bien
despierta y erguida, duerme, y hasta se permite soñar en vertical. ¿Armonía de
los contrarios? Podría ser.
La
historia que presenta esta ficción es la típica relación de dos adolescentes
colegialas, Mariana (protagonista) y Laura (coprotagonista) que cotidianamente
viven como todas las niñas de su edad, comparten con amigos y amigas, que
excepto John (el amiguito más íntimo de las dos); el maestro de historia,
Míster Jaime Flores y Lucas, el hermanito menor de Laura (un niño autista), el
resto de los amigos son personajes siluetas, que inciden en la trama, desde el
punto de vista de los monólogos interiores; del tipo “stream of conciousness”
(flujo de conciencia) del personaje de Mariana que dominan la narrativa,
complementados por las descripciones de los diarios secretos de Laura. No obstante, en ese día a día de levantarse,
desayunar; ir a la escuela; portarse a veces bien, a veces mal con los
maestros; ir a estudiar todos juntos; o el grupo de las chicas ir a comer
“yogures”, subyace una intrahistoria de horrores y espantos: Mariana es víctima
del “bulín” de parte de algunos mal
intencionados compañeros de clases; víctima de violación y abuso sexual por el
padre de Laura desde los once años; brutalmente victimizada por su propio padre
y unos amigos en el cuarto de un hotel (durante las primeras y últimas
vacaciones que fue a pasar sola sin su madre).
Lo que lleva a Mariana a convertirse en una niña “rara” para todos, creando
así mismo, un ambiente enrarecido en su mente y en derredor de sí misma, en
donde el tiempo no es lógico, ni preciso; y aunque uno de los “leitmotiv” en la
narrativa es la alusión a que su reloj despertador suena a la 5:30 am; es
precisamente esta imagen, lo que indica la no constancia de la historia; el
destiempo, incluso la misma hora de su fin.
Laura es víctima de una violación brutal y a Lucas su hermanito autista,
el hermano gemelo de su (proxeneta padre), un incisivo pedófilo (diácono de la
iglesia) también lo victimiza y abusa. La vida de la madre de Mariana es antisocial,
ya que Gloria es dipsómana y prostituta.
Dista mucho de ser un modelo para su hija, la que lucha por lo que cree
genuino en su vida, el amor de pareja, que siente y tiene con su amiga Laura.
Recurro
una vez más a la frase de Mario Sotil
en torno a la literatura de Fuster Lavín “hay que dejar que la literatura asuma
el papel que le corresponde”. En el caso
de la autora es así, y aquí en Mariposas, más que en toda su literatura ella lo
permite.
El
epígrafe que al comienzo de capítulo, la autora ubica como sentencia es, del
escritor Eduardo Galeano,
asegurando que cada quien es la propia historia cotidiana. Ese comienzo del personaje de Mariana de
“estoy aquí amarrada a una cama” se siente como inercia; mas no es sino el
impulso que Fuster Lavín le da a su personaje para contar todas las historias,
con tal de no olvidarlas.
Mariana
es la que yace en lo corpóreo, visionando desde lo espiritual, el alma de su
poesía (es poeta) utiliza su poesía o bien el conocimiento de esta (estética) y
los diarios de su amiga Laura (símbolos del arte de escribir)- la crónica- la
literatura; (el canon)
para el recuento de esas historias que
desde principio o fin de la novela se cuenta desde la cama de un hospital psiquiátrico
donde se encuentra Mariana. Oscilará el discurso entre lo ético (ley), literaria
y lo estético (lo bueno, lo bello, la bondad) El lenguaje es el verdadero
protagonista. Si en Finnegan’s Wake, novela del escritor irlandés James Joyce,
el personaje debe despertar para continuar escribiendo, en Fuster Lavín, el
despertar desde el alma es concientizarse para salir de las “redes sociales”
atrapantes, impidiendo, estas, que se escriba, que se narre y se ame. En Mariposas el motivo para lograrlo
son las mariposas negras (las monarcas): ¡que solo viven; aman; trabajan;
discrepan, en un espacio de tiempo de veinticuatro horas! Se puede afirmar desde este primer capítulo
lo que la autora dice, “tengo la certeza de que solo encontrando las palabras
precisas podemos sobrevivir”.
No
se puede precisar de la palabra escrita.
Náutica de mares y océanos de la psique, es la narrativa de Mariposas. Mariana y Laura son las esclusas, para que la
travesía logre que la trama fluctúe y pase de un estado a otro. Por ello el párrafo final del primer capítulo
es piedra de toque para la comprensión de los demás en esta novela.
¿Cuándo comencé a tener noción de que el tiempo es
relativo a las variaciones del alma? No
lo sé, quizá tan solo las historias que vivimos. Las mías comienzan poco antes de cumplir once
años y terminan una noche poco después de cumplir dieciocho. Hace cinco años solo vivo en el olvido de
Laura.
Aquí,
es cuando la lectura la realizamos. La
comenzamos a conocer desde otra pregunta ¿Cómo puede la literatura no
recordarnos a los que la escribimos?
Quizá porque la literatura responde a una leyes autónomas y tienen que
ver con el atuendo con el que se viste; la ficción.
II.
Apuntes para el segundo capítulo: Las alas de la noche
Debemos
tener en cuenta que la ficción de Fuster Lavín convierte a la ética en estética
y no al revés. Por ello se manifiesta en
el tipo de lenguaje utilizado, el que aun escribiendo un acto de pedofilia, es
sumamente especial, a través del cual toma una acción como sujeto y así ese
elemento o parte de un personaje aparecen “pro nombrados” (con un pronombre):
“Pasó su lengua por mi rostro y me obligó a agarrarle la erección”.
“Erección” por pene, cuando en realidad es el pene (miembro del sujeto) y la
erección, el acto (el predicado). Hasta los símiles y todo el lenguaje figurado
son distintas escrituras anteriores que conforman el canon. Lo demuestra tal
cual, al entrelazar coloquios y diálogos del lenguaje callejero de los
personajes: jergas y regionalismos caribeños. Ya la poesía de esos monólogos
interiores y su flujo de conciencia. Sí,
exhibe “la dialógica imaginativa” de la que tanto habló, Mijaíl Bahktin.
El
lenguaje se postula entre un realismo crudo, pero goyesco,
tan así como decir “gótico” con vicios de ambiente de novela negra con
recorridos en esas “travesías” soportadas tipos “thriller policiaco”: “Somos
tan apáticos ante el dolor ajeno que nos hemos ido convirtiendo en fantasmas de
una humanidad perdida”.
En
relación a los personajes, Fuster Lavín explora el referente del heroísmo
norteamericano, engendrado en el “comic”; que tanta fibra psicológica y
filosófica nos da a los lectores en todo tiempo: Batman y Batichica (son los
apodos que John y Mariana utilizan uno con el otro). Además de Mariana reconocer en Buzz Lightyear,
al buen mensajero y excelente amigo que John= Buzz ha sido, tanto para Mariana,
como personaje en “The Last Airbender” del programa para jóvenes de la
televisión y del cómic, así es héroe dentro del tiempo y la acción
de la novela Mariposas Negras.
Fuster Lavín teoriza, no solo con la vida y la muerte (tal cual sentidos
lineales en la mente de los personajes) sino también con la felicidad en
calidad de mediadora. Es personaje
intelectual y más allá de ello, es espiritual.
No es real en la ficción, pues menos en la realidad. La alegría es invento del alma.
Mariposas
Negras, es título- símbolo, y justo al final del segundo capítulo se
descubre. Son ellas, Mariana y Laura
(las mariposas). Refiérase a ese primer
amor puro, que se experimenta y siente por primera vez en la vida y que nunca
se olvida, y es el “modus vivendi”
hacia ese tipo de amor; lésbico-espiritual y fundamentalmente poético, el que
la sociedad discriminatoria plagada de machistas (de ambos géneros) proxenetas,
pedófilos o pederastas, abomina.
Los
“Sin Ojos” “son las especies más peligrosas”. Para nosotros, los lectores son fantasmas;
pero ¿lo son? O es una especie más de la trama social; que muy bien conocemos
en Puerto Rico. “El cura; el teatro; el
alcalde; el casino; las alhajas; el cielo; el infierno”. Y por encima de todo; ese gran personaje tan
inclusivo; “el qué dirán social”; me refiero al poema emblemático de la poeta
puertorriqueña, Julia de Burgos, que bien puede compararse aquí con los
malévolos de esta trama, titulado A Julia de Burgos (autodedicado) en la
recopilación, Canción de la verdad sencilla en Antología poética de
Julia de Burgos.
Fuster
Lavín plantea la vida y la muerte como una sola travesía entre la pesadilla, la
duermevela y el insomnio e indica al mismo tiempo la crisis económica de Puerto
Rico. “La crisis económica que gira y gira sin remedio para caer de nuevo en la
imposibilidad de la ternura”.
Si
no hay ternura es como si no existiera la literatura. Es lo que se desprende de la historia narrada
para Mariana.
III.
Hallazgos en el tercer capítulo: El aleteo de las
dormidas.
Se
inicia con un lema del escritor portugués; José Saramago que dice: “yo no
escribo para agradar o desagradar; yo escribo para desasosegar”. Es pensamiento sentencioso; inscripción;
referencia o bien, guía, en el espacio literario de una obra y la escritora
F.L. la sigue.
En
calidad de autora, que todo lo sabe en relación a su obra, se sirve de su
narradora-protagonista, Mariana, y así, ella, junto a Laura, montan sobre la
historia, un tinglado estructural tipo interrogatorio policial- sustraen las
palabras que se ocultan en sus propias mentes y en las nuestras; la de los
lectores.
¿Cómo
lo hace la autora? Penetra el terrero
metafórico: metonimias símiles… en fin, impulsa siempre la lengua española; y a
toda lengua cuando se trate de traducciones. El capítulo comienza cualificando
las condiciones humanas de ese reloj despertador y la metáfora no expende de
complicación alguna: un reloj; una paciente de “psiquiátrico” son parte
verosímil del control existencial; al que estamos sometidos (el género humano)
en nuestras sociedades. Para el lector
de Fuster Lavín resulta fácil y hasta divertido, entender que ese tiempo no
existe fuera del conocimiento, ni tan siquiera por conciencia de la propia
ficción.
El
sonambulismo (como para del insomnio) es el que permea el capítulo, su atmósfera
al Mariana declararse a Laura, ser “una criatura de la noche” propone el orden
del caos- lo caótico que ambas viven- no por ellas sino por la maledicencia de
los demás, que han abusado de ellas: “Para las criaturas de la noche, la confusión
es el orden natural del universo”.
Si
reflexionamos esta aseveración, recordamos la teoría de Albert Einstein: “todo
es relativo”.
La
pérdida de la inocencia de la niña Mariana a manos de su padre y sus desalmados
secuaces, quiebran espiritual y físicamente su voluntad. A partir de ese momento en la novela, el
personaje de Mariana apenas se reconoce así misma; lo que implica que “la ética
del bienestar la abandona”; tal cual dice la profesora y filósofa mexicana,
Maria Pía Lara,
en relación a este tipo de personaje femenino en la literatura.
El
desmayo: significa una pausa; un
detente. Es como un aviso al lector de
lo ocurrido en la acción de equis o ye suceso y de sus futuras consecuencias.
El
drama de las descripciones en las relaciones sexuales de violencia y en las
violaciones son “ex profeso” descritas para dar al lector detalles específicos
en orden de proponer una lección de vida a través de lo dicho. Concientizar a los demás de los despropósitos
de las inhumanas; pederastia y pedofilia, el bulín y el bulín cibernético. La carne humana como modelo de este infierno
en detrimento del espíritu infantil.
El
concepto del “tiempo” es el que mueve “el aleteo” (el movimiento alado)
mientras “dormimos”. En el personaje de Mariana, esas mariposas
monarcas (negras), remiten al paraíso (o cielo). Aleteo es el despertar, en otro plano de la
conciencia; sacudirse de la maldad; lo nocivo, aunque en el caso de Mariana,
ella no puede deshacerse de todos esos daños, así como les sucede a las
personas en la vida. En esta novela queda claro el testimonio por parte de la
autora; el abuso sexual a niños y a niñas es equivalente al “diablo”.
La
literatura y la inteligencia van unidas.
Cuando leemos a otros, estamos leyendo sus meditaciones y sus
pensamientos. Abrimos un diario; como en
el caso de Mariana y de Laura (Mariana era la única autorizada a leer los
diarios de Laura), es sinónimo en la novela del libro. Literatura dentro de la literatura- doble
ficción. En la página ochenta, Fuster
Lavín lo señala:
Abrir una página de palabras ajenas es como entrar en
las pisadas de otro cuerpo, encontrar que no estamos solos en la noche. Viviré en el cuerpo de sus meditaciones como
si mis manos recorrieran su piel bajo la ropa, bajo lo que no se puede ver.
El
que lee es un hermeneuta. Los diarios de Laura son crónicas; y ha dicho
el escritor colombiano Gabriel García Márquez, “la crónica es la novela de la
realidad”. En los diarios de Laura, la narrativa es un
cuento- lo que cuenta es lo sucedido en su vida. Al ser parte de la novela, funcionan como
códigos que se crean sobre la historia y van viviendo junto a los flujos de
conciencia de los monólogos de Mariana, todas las piezas del rompecabezas de la
historia. Un ejemplo: en la página
noventa, Mariana se entera por el diario de Laura que su amada ha terminado con
“la escoria de su tío”, el diácono pedófilo; dato sumamente importante para
Mariana como para el lector.
El
amor urgente, apremiante entre las dos adolescentes es presentado con pasión y
vehemencia. Al principio de la novela,
desde el punto de vista de Mariana, Laura parece la más débil y delicada de las dos. A medida que la
historia avanza y todo se coloca y también se disloca, Laura resulta al
revés. Mariana es la más tímida. La que toma la iniciativa y la besa por
primera vez (Laura a Mariana). La que
manifiesta que lo sentido en el alma, es también parte del amor físico es,
Mariana y añade que ahí la ternura impera. Un elemento esencial en todo amor
verdadero que se precie de serlo.
IV.
Reflexiones en torno al cuarto y último capítulo:
Intermitencias de la muerte: Mariposas Negras.
Dos
enseñanzas al que lee, en esa escalada para ascender a la “unidad”; tomar aire
para descubrir el final del “thriller” y son estas rúbricas epilogales las que
aclaran y compendian el tema principal recapitulando con sus leyendas lo que se
intuía al comienzo de la novela: una es un proverbio chino que dice: “el simple
aleteo de una mariposa puede cambiar el mundo”; el otro pertenece al escritor
Alejandro Jodorowsky; “… la muerte solo existe en la mirada del otro”.
El
personaje de Mariana establece dos postulados, uno que el ser humano muere de
muchas maneras y el otro es que ella se considera por esta prerrogativa, un
holograma; “casi puedo ser un holograma”. Se refiere a la imagen de su muerte, pero de
forma tridimensional. Se refiere al alma
(inteligencia; conciencia; espíritu). Lo que nunca muere.
El “issue” de la poesía de la protagonista, que
no sostiene la vida del escritor (sobre todo al escritor puertorriqueño):
“escribir poesía es construir sensaciones.
Y de las sensaciones no se puede vivir”.
Cuando
el personaje de Mariana reflexiona (siempre amarrada en esa cama) va conociendo
las texturas de la muerte: “mis pisadas tienen la textura de la muerte”.
El
hábito de Laura de peinar el cabello de Mariana, es una invariable tenaz; que
dice de ellas que son cómplices del tiempo y de su caos; mas el contacto entre
ambas es constantemente implacable, reconocen que el tiempo se las ha devorado,
como la imagen del propio dios de la mitología griega, Cronos. Laura, al peinar a Mariana despeja su propia alma
y así aclara la de Mariana.
El
cuento de Esteban, que Jaime; el
profesor de historia les cuenta, sirve de traslación a la historia. Posee propósito traslaticio. Es el cuento “cuentado”, re apareciendo una
vez más en la literatura de Fuster Lavín.
La novia de Esteban (en el cuento) recupera su cuerpo humano y deja de
ser mariposa; se describe “la textura de sus manos”. Así, por igual, “los ruidos de esta ciudad
cargan el aroma del abandono, una particular textura”. Por debajo de la primera lectura, se rescatan
todas las texturas narrativas que implican nuestras vidas.
El
espacio urbano, tal cual el espacio del psiquiátrico, y el espacio poético, son
espacios que se unen en la narrativa de Fuster Lavín. Lo demuestra el hecho, que Laura (ya en
espíritu, ya en el físico) como un acertijo dará quizá muerte a su amiga. Esta muerte significa a la muerte de la
ficción; la que posee su particular textura.
El ámbito de Cayey indica la textura del paraíso. “Que la vida es un aquí, que la muerte es
otro día” y eso de que: “el tiempo se pierde en las voces que no regresan al
cuerpo”.
Símbolo de trascendencia del vacío; de la llama de la luz. Estas, Mariana y Laura son fuerzas poderosas
de la naturaleza.
Fuster
Lavín, otra vez sorprende con una narrativa extensa, calificada en una madurez
literaria que sorprende y la ubicación con Mariposas Negras al lado de
lo internacional con, Julia Navarro, Almudena Grandes, Rosa Montero y Magali
García Ramis y Ana Lydia Vega es evidente.
Dra. Beatriz Mayté Santiago- Ibarra
Escritora y crítica de arte
(San Juan, Puerto Rico)