domingo, agosto 24, 2008

Mayda Colón finalmente nos presenta publicación!!!!

Una dosis de poesía para el pueblo

Sábado, 23 de Agosto de 2008
Olga Román Hernández / Primera Hora

Ella quería ser monja, actualmente trabaja en el Tren Urbano y su primera publicación poética es un “electrocardiograma” en un pote de pastillas. Conozcan a la poeta Mayda Colón.

Mayda es una mujer delgada, inquieta, de cabellera rojiza. Son las nueve de la mañana en Río Piedras, la poeta enciende un cigarrillo en su alma máter, la Universidad de Puerto Rico, y llegó el momento de hablar de “Dosis”, su primera publicación, cuya presentación será el próximo sábado 30 de agosto, a las siete de la noche, en el Poet's Passage en la Plaza de Armas del Viejo San Juan.

Escribe desde muy niña, sin embargo, comenzó a participar en presentaciones a sus 19 años en las “Noches de Poesía Callejera”, en Santa Rita, la legendaria comunidad estudiantil riopedrense. Su madre era bibliotecaria, razón por la cual Mayda se crió entre libros. Nació en Santurce y toda su vida ha transcurrido en Río Piedras. Es egresada de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, de la Facultad de Educación, y trabaja en el Tren Urbano como supervisora de estaciones.

Los temas sociales son sus predilectos. Mayda se apropia de la mirada del otro, es una observadora silenciosa que escudriña el alma colectiva. Su poesía describe la prisa, las calles, la sociedad. “Es una mirada crítica y abierta que siempre he tenido, no es necesariamente juzgar, simplemente es plasmar lo que estás viendo, hoy vivimos en una sociedad que va corriendo”, sostuvo.

El concepto de libro/objeto de “Dosis” fue desarrollado por ella y una amiga suya. “Un día estaba hablando con una amiga, Karen Juglar: ella escribe poesía, y me sugirió que el contenido se prestaba para que jugara con la forma, y que sería interesante como libro y como objeto. Me empezó a dar muchas alternativas de cómo podría trabajar el libro alrededor de la idea, hasta que surgió la idea de las pastillas”, expresó.

La poeta describe su libro objeto como una compilación de micropoemas, de cápsulas cuya medicina son las palabras. Su contenido es humanista, con dosis de filosofía, educación y fórmulas matemáticas. Río Piedras y su gente se reflejan de forma abstracta en su contenido. Según la poeta, el libro habla de las ausencias del amor y de la fe. “‘Dosis’ es un ejercicio de sanación propia: uno pasa ciertos procesos y es tratar de dar a la gente la dosis pequeñita de lo que me ayudó a mí a sanarme. No es un sermón, es de a poquito. Es desarmarte en un poema, incluso el efecto puede ser desgarrador para el lector”, añadió. Define su proyecto como su antónimo, porque es todo lo que no se sentía capaz de hacer, pues sus poemas son por lo general más largos, incluso, tiene algunos de hasta cinco páginas.

Se autodenomina como una poeta que tiene mucha fe en las palabras, y cuyos versos son simultáneamente el veneno, la medicina, la enfermedad, la cura y el exorcismo. “La vida tiene problemas como la depresión, la gente no está bien emocionalmente, vivimos entre pastillas”, sentenció.

“A veces lo que duele es lo que cura. El libro es como un electrocardiograma, son poemas que pesan, no todo puede ser rosa. Pero, me parece que en gran parte podría tomarse como una reacción a muchos cambios sociales. La gente busca algo, no sabe qué es, pero lo está buscando por todas partes”, expresó.

A sus 18 años quería ser monja de la orden de las Hijas de San Pablo, en Río Piedras, pero su mamá entendió que no estaba preparada para tal decisión. Posteriormente su abuelo se enfermó y se dedicó a cuidarlo. De esta vocación religiosa deriva su lucha teológica, es una creyente que se pasea entre la duda y la fe y sus poemas son un reflejo de ello. “He visto cómo suceden pequeños y grandes milagros, quizás padezco de una fe que no se quita”.

La inspiración de Mayda es impulsiva, y aparece sin invitación; en ocasiones, llega en los momentos menos oportunos, o tal vez, en los menos cómodos, por ejemplo, cuando está guiando el carro, conversando, comiendo, entre otras actividades. En una ocasión, tuvo que escribir un poema en el mantel de un restaurante, otras veces, en los recibos de compra del supermercado, otras, en servilletas. Cuando eso pasa, no le queda más remedio que escuchar esa voz interior inquieta que le dicta tempestuosamente los versos que se convertirán en un poema. Pareciera un proceso en el que la poeta presta sus manos y su vocabulario para dar forma a un estallido de voces que no le son propias.



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1 comentario:

José H. Cáez Romero dijo...

Wow, qué éxitoooooooo, yo quiero yo quieroooooooo!