sábado, junio 30, 2012

poemas para sobrevivir en la ciudad

http://www.elpostantillano.com/pagina-0/creativo/1876-ana-maria-fuster-lavin-.html

Tríptico para la psicosis urbana



I. Malabarismo de urbana psicosis

La jaula se ha vuelto pájaro
y ha volado
y mi corazón está loco…
Alejandra Pizarnik
Lanzamos al aire la rabia de los pájaros
de noches húmedas y amaneceres oscuros.

La calle se llueve de humo y sarcófagos:
giramos periódicos, comemos delirios
y la música de las bocinas ensordece mi insomnio.

En los versos vagabundos de una pared
la sangre palpita de semáforos
y soy puta anónima de pies descalzos.

Me duelen hasta quemar
las pisadas de los cuerpos cobardes
que vienen y van, escupiendo semen a precio de cura
y luego desaparecen en monociclos de status quo.

Salimos al aire, cargados de miedos
hipnotizados de pesadillas rojas y azules
retumbando el callejón de pisadas y platos chinos.

Mientras alcalde sanjuanero madruga al grafitero
se lo fuma y aspira aplausos sicodélicos
y tan sólo morimos de diarios y pisadas
lanzados al vacío como los pájaros de la rabia.

II. Psicosis urbana para el malabarismo

Ser pájaro de rabia y pincel en mano
grafitar cada noche la danza de las mentiras
dopados hasta el insomnio y girar
devorando el sexo de las sombras
y versando por cada calle cuerpos ajenos.

Pisar el conformismo de los columpios
subir-bajar y frenar frente al semáforo
con las manos amputadas de opio,
los bolsillos resecos como los labios
hasta morir una y otra vez perdida en la ciudad
y al tercer día resucitar en la sicodelia.

Salir al aire cargada de alas:
una danza de sueños y redenciones
transgredir las pisadas multicolores
fumarse una madrugada el aliento amante
y reírse de esas verdades caprichosas
como el malabar de las aves
al escapar de las jaulas.

III. Malabarismo psicótico para la Urbana

cuando se lee poco se dispara mucho
René Pérez, Calle 13
Ser pájaro y pincel
de rabia en mano:
se dispara una bala,
es la danza de los insomnios
hasta girar
ensordecidos en el hambre de sombras
morfinados hasta el vértigo
como disparar y versar
el sexo de las calles.

Y girar otra vez.

Subo y bajo
las manos se pierden en la ciudad
de opio tornasol
puta sicodelia de ritmos y bocinas
resucitada frente al semáforo
aplaudo y rio
tiro los platos al aire
quizá, otra bala.

Y girar otra vez.

Regreso a la sangre cargada de sueños
es más fácil morir que escribir
donde mueren las jaulas
tal vez, un balazo para otra muerte
y le toco la clave a mi amante
somos libres ante el capricho de las verdades
y retorno al malabar de la palabra
al ritual de la Urbana
que ya muero
para dejar de escribir y girar.

Ana María Fuster Lavín
http://www.youtube.com/watch?v=CNE7XtcDZl8&feature=relmfu
La jaula se ha vuelto pájaro

Entrevista con el escritor puertorriqueño David Caleb Acevedo

“Somos escritores porque no nos da la gana callarnos la boca o los dedos”

jueves, junio 21, 2012

¿acaso escuchaste mi muerte? Estados Limites Ana Maria Fuster

Estados límites
I.
Aquí,
en el vértigo de tu ausencia presente.
¿Cómo consigo un pasaje hacia nosotros?
II.
Cerremos la noche, sin llaves
besados de tentaciones
de manos abiertas, miradas,
recorrer tu cartografía lunar
y (per)versar los límites de nuestra palabra.
III.
Desnuda
danzo sombras sobre arenas movedizas
descorcho los límites para que huyan
solo tu nombre más allá de mis miedos
solo mi nombre transgrediendo tus cadenas
desnudo secreto de tu carne en la mía
espero por esas puertas sin abrir.
IV.
Mis palabras en espirales
la locura come de mi vientre
todo es silencio desde mi balcón
¿acaso escuchaste mi muerte?
V.
Hay días en que duele respirar,
en los que quisiera escapar al horizonte,
llorar depresiones y distancias
llorar y que mi lluvia le acaricie
llorar, dejar de llorar…
Esa insoportable levedad de los encuentros
la imposibilidad de su piel en la mía,
la soledad de los sueños,
deshidratada gota a gota en cada nostalgia
cuando un poema ya no me sirve ni para llorar.
Ana María Fuster Lavín

martes, junio 19, 2012

Colectivo Literario El Arañazo. Esto no es una antología: Palabras que sangran, Ana Maria Fuster

http://youtu.be/CNE7XtcDZl8


Piscosis Urbana para el Malabarismo

poema de Ana Maria Fuster,

Colectivo Literario El Arañazo.

Esto no es una antología: Palabras que sangran

viernes, junio 15, 2012

Duelo poetico 1: Las Trampas de la Memoria


Trampas de la memoria 1

Remorirse de manos, labios y sed
cuando las trampas de la memoria desvanecen
y las miradas son certezas de la piel

Remorirse de cenizas, asfalto conjugado.
La memoria es un garabato grafiteado
certeza de lo incierto,
dedos hincados en presentes horizontales.

Desangrarse hasta el vértigo
dos lenguas a ritmo del garabato
hasta renacer de recuerdos sumergidos.

Dos pieles se regalan el placer recíproco
un desgaste acumulado
desangrado en la blancura de un océano queen size.

Las sábanas arden de mitos
afuera, ensordecen las calles y sus ventanas,
en el ritmo zigzagueante de las caderas

Adentro el mito es un ruido hueco,
se exorcizan las canciones vehiculares del mar asfáltico
una épica se (re)escribe una y otra vez entre penumbras.

Amanece el arcoíris desde el salitre
los fluidos sonríen en su huida a los amantes
las bocas cabalgan otra bien/venida para la memoria.

Ana María Fuster /Alexéi Tellerías

jueves, junio 14, 2012

Homenaje personal a Gabriel Garcia Marquez, Ana Maria Fuster


Crónica de una escritora anunciada
un cuento para el Gabo



He visto un cadáver. ¿Alguien le avisó que moriría? Fue el primero que atravesó mis pensamientos. Supongo que todos nos tenemos que estrenar en el arte de morir de alguna manera. En mi caso, fue tan inesperado como excitante. Pudo ser en un callejón oscuro, en una casa abandonada, pero ocurrió en las paginas clandestinas que pasaban ante mis ojos a cualquier hora del dia y la noche.

Fueron tantos los libros que lograba hurtar --como ladrón en la noche-- durante mis años de escolar, que me convirtieron en la cómplice del crimen perfecto.  Sin escrúpulos, me convertiría ser amante, asesina, vagabunda, abogada, monja, prostituta, hombre, mujer, niña; viajar, volar. Posibilidades que podían ser efectos de otra hojarasca, de otra historia tras historia de una biblioteca robada. Libros, maravillosos y terribles conspiradores que a través del tiempo penetraban mi alma para llevarme a un viaje sin retorno.

       Este fue el origen de una obsesión palabra tras palabra, pista tras pista; tenemos que salvar a esa víctima aunque entreguemos como rescate todas nuestras horas libres, o las usurpadas al sueño, a la intimidad del inodoro, a la maestra o al jefe. No exagero, antes de que muriera el anunciado candidato a occiso, hubo en mi vida unos ojos de perro azul mientras el olor de la guayaba me seducía a penetrar nuevamente aquella biblioteca, en el sótano del antiguo hogar de mis padres.

     Me di cuenta de mi irremediable necesidad de escribir; fue un miércoles endomingado. No me importó que mis amigas me invitaran al día de damas del cine, con lo que me apasionan las películas desde pequeña, pero en ese momento tenía diecisiete años, con siete en el vicio de los mundos apalabrados, y es que los síndromes de abstinencia son como aquella carta que nunca llegó, como quedarnos abandonados, con el gallo de un hijo y no tener comida, sólo recuerdos en los bolsillos y sin dinero para comer, y concluir con la palabra mierda, pues como el coronel de las soledades hay tantos que no tienen quién les escriba. Yo seguía sin remedio hacia mi destino, decidí escribirle la carta al Coronel para que no se ahogara en la mierda (con la que el Gabo cierra ese libro), un sello y dirigida a Macondo, Colombia. Mi madre se rió con el sobre de vuelta "no such address", claro, quizás Macondo no queda en Colombia, sino en la ciudad que nos habita tan cerquita que no nos damos cuenta.

     El hombre iba a morir, y no lo podíamos evitar, tampoco se pudo evitar que el General envejeciera en su propio laberinto y maldijera a la vejez. La maestra seguía hablando de mecánica cuántica, de la raíz cúbica de A sobre B, y me quitó un papelito en el que le escribía a desgraciado Santiago Nasar, que abandonara el pueblo, que lo matarían. Ella se río cuando vio aquel libro escondido bajo mi carpeta, pero me regaño y saqué mala nota en su clase.

      Sí, es que todos sabían que moriría, como de costumbre, excepto él, que no guardaba memoria ni de sus putas tristes, y es que nosotros podemos ser una crónica dentro de una crónica como decía mi abuela Hortensia, la primera poeta de la familia. Y es que en la vida misma así como en los libros, nadie oyó nada, mucho menos vio. Tampoco les importó cuando el candidato a muerto, salió con mejor ropa y su corbata morada. Murió como venganza. Terminé el libro y, como de costumbre, sigo otro y me sumerjo en esa pasión tan intensa como el primer amor, así como mi primera sorpresa ante el sexo masculino, fue el ahogado más hermoso y más dotado que unió a las mujeres del pueblo, consecuencia lógica comencé a escribir mis primeros cuentos y le hice una versión de la llegada de aquel hombre desde la playa de Piñones.

     Definitivamente moriría otro personaje de otra historia y tendría que acudir nuevamente al depósito de sueños, que según el diccionario de la Academia de la Lengua se llama biblioteca. En fin, existía un brujo mayor que podía vivir más de cien años de soledad, en un mundo macondianamente maravilloso, pero no tan diferente de las historias que leía mi padre en el periódico, y que comentaba en voz alta cualquier domingo durante el desayuno. Le pregunté a mi progenitor, como perito siquiatra, cómo la abuela de Eréndira podía ser tan desalmada, siquiatra al fin, él me dijo que los libros me iban a enloquecer como don Quijote, además la casa de la vieja se quemó. Lo miré, con temor, él también tenía la marca del lector empedernido. Sin embargo, mi padre no entendió demasiado el camino que tomé, fueron muchos los culpables de que no estudiara leyes, demasiados abogados en la familia, pero muchos más libros.

      Comenzaba a independizarme, sería posible un amor durante los tiempos del cólera? Llegaba el fin de las páginas y temía lo peor, que el amor no triunfara, que la familia Buendía llegara a quedarse sin descendencia, y que el pobre Santiago muriera sin que nadie le avisara. Recordé aquel día cuando al terminar una lectura escuché una detonación, sí era un disparo. Sentí que el corazón se me salía del pecho y tuve que salir de mi casa al umbral de la madrugada mientras todos dormían.

       ¿Y sí ya estaba muerto? No era otro libro de García Márquez. Abrí la puerta y salí entre el concierto de coquíes me encontré bajo una lluvia de palomas, la calle runruneaba a coro con mis pisadas. Sentí un poco de vértigo, pero corrí hacia el final de la calle de donde creí provenían unas voces. Doblé la esquina y las palomas se convertían en flores muy hermosas, según llegaba a la casa de doña Úrsula. Sentí una alegría que comencé a olvidar mis preocupaciones. Llegué frente a la señora que estaba sentada en una mecedora con un bebito muy tierno y acerqué mi mano para acariciarlo, me dijo mamá y sentí unas fuertes palpitaciones. ¿Cómo? pregunté. Doña Úrsula ahora tenía mi rostro, pero no el de veinte años que tenía al salir de casa, sino en los treinta pasados como mi presente. Tengo tu clave, pídeme tres deseos, y luego regresa la lectura, dijo y no la vi más, sino con el pasar de los años frente al espejo.

       Los deseos como los sueños siempre deben estar cargados de esperanza. Regresé a casa y mi hermano me contó que la vecina llevaba cuatro días comiendo tierra porque le dijeron que curaba el mal de amores, su novio la había dejado y ella no volvió a vestirse de otro color que no fuese violeta. Han pasado veinte años y sigue vistiendo del mismo color y yo tuve un hijo muy hermoso al que le encanta escuchar los cuentos de la familia y del vecindario.

       Hace tiempo que dejé el pueblo y la lluvia de palomas y pétalos sólo fue reseñada en un periódico universitario. Fui yo quien la presenté, pero no la reconocieron como noticia, al menos me otorgaron mi primer premio como cuentista. Luego del asesinato de Santiago, el patriarca se quedara en su otoño, la abuela desalmada dejara de maltratar y prostituir a la Eréndira. ¿Qué hicieron las mujeres de aquel pueblo con el ahogado bien dotado? ¿Llegó la carta del Coronel? La muerte real y la maravillosa, la magia se funde con lo cotidiano, así en la vida como en los libros. Sí, "El Gabo" fue uno de los culpables como tantos otros escritores de que, además de estar sentada frente a una computadora todo el día, en un empleo drenante, pueda volar y ser cómplice de tantos mundos apalabrados como de la vida misma.


Ana María Fuster Lavín-Bocetos de una ciudad silente (Ed. Isla Negra, 2007)




Soledad para un suicidio... Ana Maria Fuster Lavin

Soledad para un suicidio

En la isla de los suicidios
Soledad juega con el fuego de sus dedos
tiñendo lágrimas de negro
besando de sombras otro laberinto
allí donde se espera la última muerte
y no hay luna si no nubes azules
sobre las lápidas de sus no habitantes
tan sólo ella danza sobre el mármol
escondida tras las murallas de su no muerte.
Soledad voluntaria
Soledad asfixiante
Soledad silente
que anhela el misterio de sentir
de cómo escapar de los espejos opacos
cómo acariciar las pisadas de la luz
traducir cada minuto que no es
resucitar de las coronas de pétalos
y como trapecista beber nuevos vértigos.
Me miro en el agua,
soy anónima Soledad
nadie me habita en los murmullos de la noche
puedo verme mirándome las manos
sentir las pisadas de tantos recuerdos
los susurros de aquellos que no veo
desde los adoquines hacia la garita
y frente al mar se multiplican sus gemidos
quizá me velan y lloran, suplican respiraciones
que cada gota de sangre vuelva a mis viajes
pero no respiro,
navego en el océano de sus miedos
sin escapar de a mi última palabra ya sorda
tan solo soy sombra en tus sueños olvidados.
Ana María Fuster Lavín

miércoles, junio 13, 2012

5 despedidas y un renacimiento... Ana Maria Fuster

Renacimiento







 



Yo.

Exilio.

Soledad.

Ritual de adioses.

Despedida consumada

escucho un llanto subterráneo

mientras peregrino desnuda de recuerdos

de nombres incrustados en la mugre de las uñas

como la sed de todas las aguas empozadas en la sangre

el eco de tantas voces como corazones perdidos sin dueño ni destino.

E

    X

       O

           R

                C

              I

         S

    M

O



           D

           E 



S     O   M   B   R   A   S



            Y

L   A  B   E  R  I N T  O  S  



Mis pisadas se alejan del vértigo oscuro de los errores reciclados.

Aquí, allá, lacto la última sombra antes de reparirme virgen

purificándome las yagas de las traiciones, ninguneos,

bebiendo el salitre de los cadáveres vagabundos.

nos tomamos de la mano por eso del instinto

deambulamos sin noches, sin días

nunca dormimos, caminamos

arrullados del silencio

tan solo silencio

sin ritual

cuerpos

Nada.

Yo.

Ana Maria Fuster Lavin

5 despedidas y un renacimiento... Ana Maria Fuster

Despedida 3



Mis labios son versos

pendiendo  del  silencio,


de esa palabra borracha de verbos,


del gerundio insoportable,


o la puta presencia perturbadora de adverbios


a
t
e
m
p
o
r
a
l
e
s


a h o r a


la noche se eterniza en el ruido


y la piel, como el poema,

en otra despedida.
Ana Maria Fuster Lavin

domingo, junio 10, 2012

Entrevista con el escritor Emilio del Carril. .

http://www.elpostantillano.com/index.php?option=com_content&view=article&id=1653:ana-maria-fuster&catid=311:critica-literaria&Itemid=556

Entrevista con el escritor Emilio del Carril.

“Dedicarse al mundo de la literatura se convierte, en ocasiones, en una gesta histórica.”
“Estoy consciente de que la fama tiene fecha de expiración, pero el amor, no. Espero que el respeto, la unidad y la tolerancia reinen en las artes.” Emilio del Carril.

Tecnólogo médico y profesor de creación literaria, Emilio del Carril (Ángel Emilio Soto González) fue elegido Presidente del Pen Club de Puerto Rico mediante asamblea general celebrada el 24 de mayo de 2012 en la librería Mágica. Sin ningún voto en contra, también fueron electos Ivonne Denis (vicepresidenta), Maira Landa (secretaria general) y Abdiel Echevarría (tesorero). “Nuestra meta es establecer una plataforma de equidad en la que ningún escritor de Puerto Rico se sienta coartado en su proceso de exponer su arte.”(E. Del Carril).

El narrador y poeta, nacido en San Sebastián del Pepino, descubrió el mundo literario a través de los cuentos que le contaba a su hijo cuando este no podía dormir. Además, es Coordinador de la Maestría en Creación Literaria y publicó en el 2007 el libro de relatos 5 minutos para ser infiel …y otras divagaciones testiculares (Ed. Pasadizo). Y es que Emilio vive su vida a plenitud entre la pasión por las letras, el laboratorio, el amor y entrega como padre y el compromiso incondicional con sus estudiantes.

Llegué agitada a la entrevista, que si los polvos del Sahara, inmenso tapón en Santurce. Emilio del Carril me esperaba leyendo en una cafetería de Miramar. Con su entusiasmo nos olvidamos que la temperatura en la calle está a 93 grados. Pedí una cerveza, rápido le pregunté: ¿cómo es que tienes tiempo para tantas cosas, el pluriempleo y mantener siempre esa paz interior contagiosa? “Hago todo con alegría y placer. Agradezco al universo tener salud y trabajo. El denominador común que me ayuda a estabilizar las dos fusiones es que me gusta la gente y desde los dos flancos puedo aportar a mi país.” (E. Del Carril) Así la entrevista fue fluyendo.

Ana María Fuster: Eres profesor universitario de creación literaria y tecnólogo médico, también has sido editor, interesante combinación para un escritor. ¿Cómo armonizas tus carreras?

Emilio del Carril: “La ciencia me ha dado una perspectiva interesante sobre cómo debo establecer los procedimientos para hacer las cosas. En la tecnología médica no existen las segundas oportunidades, o sea, un reporte mal hecho puede poner en juego la vida de un paciente. En ese aspecto tengo la obsesión de hacer las cosas de la mejor manera posible de la primera vez. Tengo seis trabajos. Todo mi tiempo está ocupado porque además de mis trabajos, vivo con mi hijo y ejerzo una paternidad responsable. Sin embargo, disfruto tener una agenda repleta de actividades interesantes”.

AMF: ¿Cuál es tu misión o enfoque como profesor universitario?

EC: “Pretendo que cada una de mis clases se convierta en un evento en la vida de mis estudiantes. Que se enamoren de la literatura, que aprendan a maravillarse del ingenio de los grandes maestros al mismo tiempo que descubran en su interior los universos alternos que les provean la inspiración para sus trabajos. Por último, que desarrollen la disciplina y el respeto por el oficio de escribir y por el español como principal instrumento de trabajo”.

AMF: Ahora entremos al Emilio escritor, como narrador, trabajas con excelencia el erotismo, también has trabajado literatura infantil y poesía. Entremos en tu mundo literario. ¿Cuándo comenzaste a escribir? ¿Cuáles son tus géneros literarios, tus maestros de la literatura…?

EC:La Biblia es mi fuente principal de inspiración ya que era único libro que había en mi humilde casa. Me encantaban las historias del Antiguo Testamento, también los cuentos de los libros de español de la escuela elemental. Llego al erotismo incidentalmente. Durante mis estudios en la Maestría en Creación Literaria me percaté que los personajes de mis cuentos tenían problemas con la sexualidad. Decidí unirlos en un libro que titulé Cinco minutos para ser infiel.
“Por ser mi carta de presentación al mundo de las letras, se me ha tildado de escritor erótico, pero en realidad comencé cuando incursioné en la literatura infantil y en la poesía. Algunos de mis cuentos infantiles se han publicado en colecciones de textos escolares y en antologías de literatura infantil del Caribe.
“Tengo listos un libro de cuentos bíblicos y una novela fantástica, ambos están distantes de la sexualidad y el erotismo. En mi altar nunca falta una vela para Chejov, Bataille, Cortázar, Borges y Quiroga; claro, soy fanático de los escritores puertorriqueños a quienes he redescubierto durante los años que estudié mi Doctorado en Literatura Puertorriqueña y Caribeña”.

AMF: ¿Cuáles son tus temas más recurrentes en la literatura? ¿Por qué los prefieres?

EC: “Mi interés es presentar los problemas internos de mis personajes. Saber cómo los miedos, las fobias, las obsesiones y las pasiones interfieren con sus vidas. Me gusta la fantasía que se mezcla con la cotidianidad. Creo que en el siglo XXI prevalecerá una visión intimista del ser humano, la guerra de cada individuo que se enfrenta a la vida cotidiana”.

AMF: Publicaste en el 2007 tu libro de cuentos 5 minutos para ser infiel y otras divagaciones testiculares. Del cual comentó la narradora puertorriqueña Marta Aponte “Tres gracias, la literatura erótica tierna, la cruda y la fantasía, vibran en estos relatos sobrecogedores… Aquí ha dejado las entrañas un escritor sensible y talentoso que nación para contar”. ¿Qué libros tienes en el tintero? ¿Estás próximo a publicar algo? ¿En qué proyectos literarios te encuentras?

EC: “Mis Cinco minutos crearon una percepción polarizada; para algunos es atrevido e ingenioso; para otros, profano y perturbador. Ser profesor de narrativa me ha revestido de un fuerte sentido de responsabilidad. Por eso he dilatado la salida de mis libros Iscariote y Cantiga de los nombres perdidos. No quiero repetirme ni que se me etiquete con clasificaciones por el tipo de literatura que hago”.

AMF: Acabas de ser elegido Presidente del PEN Club de Puerto Rico. Coméntanos sobre tus expectativas, metas, proyectos con éste.

EC: “Dedicarse al mundo de la literatura se convierte, en ocasiones, en una gesta histórica. He aceptado esta encomienda con un sentido de responsabilidad enorme. Siento que estamos en el momento preciso para tomar las riendas de nuestro futuro como nación de letras. El PEN es una organización de avanzada con relación a los derechos de la libre expresión de los creativos. Al mismo tiempo, queremos integrarnos a la comunidad internacional para dar a conocer el abanico maravilloso de poetas, narradores y ensayistas de la isla. De inmediato nos proponemos mantener la premiación anual del PEN dentro de unos niveles de excelencia incuestionables, diseñar una página de Internet que esté disponible en la página oficial del PEN Club Internacional y la creación de una revista cibernética que exponga los trabajos literarios de los integrantes del PEN. Quiero aclarar que el PEN Club de Puerto Rico no está vinculado con una ideología política determinada”.

       El mundo santurcino inicia su letargo crepuscular, la calle va cambiando de personajes, el calor algo atenuado. Me despido para recoger a mi hijo de su campamento de balompié, Emilio del Carril tiene que regresar a otra faceta de su pluriempleo como padre. Se despide con la mirada iluminada, comentando:
“He escrito mi mejor libro en la mente de mi hijo. Mi familia me considera un héroe, y yo a ellos. Privilegio la unión familiar, la compasión y los valores. Enarbolo la bandera de mi país todos los días cuando salgo a trabajar. Soy un romántico en todos los sentidos de la vida.”

cuento Aura o las sombras del agua Ana María Fuster Lavín

Aura o las sombras del agua
A Aura de Carlos Fuentes
El alma del agua me ha hablado en la sombra.
Amado Nervo


En la noche de tus manos visito todos tus sueños.
Alberto Ruy Sánchez

        “Amor, te ves tan hermoso muerto. Hasta el mundo podría morir en mis manos por ti. Soñándote, todos los sueños y placeres; el milagro de los panes y los peces. La abundancia del placer entre nuestras sábanas de ternuras y calendarios se hizo sangre. Soñaste a mis pies, también a los de ella. No puedo entender por qué una mujer. Esa mujer. Quizá, tu manía de llenar los vacíos y curiosidades. Ahora estás bellamente muerto.

       Amado, eras tan ingenuo. Tan una romántico. Ahora pareces un mismo ángel entre mis brazos. Te haría el amor ahora mismo, tu piel aún me enloquece. Esas manos que recorrían mi cuerpo, hasta llegar a mi erección mientras metías la tuya en mí”.

        Felipe Montenegro y Pedro Jiménez se hicieron amantes la misma noche que los presentaron en la galería Butterfly de Miramar. Felipe había escrito las reseñas del pintor, Pablo Alcántara, cuya obra se exponía póstumamente. Entre cuchicheos y miradas, Felipe y Pedro comenzaron a deleitarse mutuamente de sus anatomías a través del cava. La gente comentaba cosas como: ¿Sabían que ese artista desapareció hace más de un mes? Qué espanto de cuadros… A mí me gusta esa pintura decadente. No, él murió. No, se suicidó. O fue su ex novio, el pato ese… Felipe podía ver a Pedro, que jugaba a las miradas con él y lo invitó al área del cóctel.

       Hablar de espíritus parece estar de moda… Se sonrieron y tomaron juntos una copa de vino, mirándose a los ojos. Felipe notó cómo se le endurecía la entrepierna a Pedro. Llévame a visitar tus sueños, dijo Pedro, tomando la última gota del vino y pasándola por los labios de Felipe. “Mejor te llevo de excursión sobre mi piel y nuestras profundidades”. Salieron por la puerta sin despedirse de nadie. Ambos eran expertos en el arte de escabullirse. La calle estaba desierta, tan sólo una mujer de negro que le entregó una hoja a Felipe. La tomó, la leyó por encima y se rio antes de guardarla en su bolsillo.

       A partir de esa noche, el romance entre Felipe y Pedro fue tan intenso y puro como el primer orgasmo. Sus manos se empalmaban para poder entrar con fuerza en el cuerpo del otro. Las lenguas ya conocían el punto exacto de la convulsión. Los sudores acompasados gemían exorcizando toda cotidianidad. Ese exquisito bufet de fluidos marcaba la entrega, el re-morir, finalmente, el descanso.
La segunda noche, Felipe notó dos leves cicatrices en el cuello de Pedro. ¿Una mordida? Ni que fuera un vampiro, se rio. Pensó si serían de su último encuentro con Pablo. ¿Habrá estado con otro? Para no pecar de celoso --que como todo buen amante, lo era-- tampoco preguntó. Suspiró y se recostó sobre el pecho de su hombre.

        “Quisiera recordar tu sudor y sangre fundidas en mis manos. Te miré a los ojos y supe que volverías a ella. Estabas irremediablemente condenado. Así como lo estoy yo, como lo estará Felipe”.
Felipe no quería regresar a la casa de Pedro. Estaba ansioso. Últimamente Pedro hablaba dormido. Era viernes santo y las calles estaban abandonadas. Además, habían pronosticado una vaguada. Siempre llueve en Semana Santa, pensó. Se hallaba inminentemente al borde de un ataque de nervios. Necesitaba saber qué había ocurrido con Pablo, el pintor ex amante de su Pedro. Llevaba tres noches soñando con él y con el anuncio de la tal Aura, que le había dado la misteriosa mujer a la salida del Butterfly.

         Madame Aura… Interpretación de sueños. Magia. Veinte años de experiencia encontrando espíritus, leyendo el pasado y el futuro, consejos para enamorados. Conmigo recuperarás el amor y la sensualidad eterna… tel

           Aura vivía en una casa antigua de Miramar. Eso era parte de la magia para Felipe. Cuando se disponía a tocar la campana de la entrada, quedó asombrado ante la mujer que abrió la puerta. Aura sólo llevaba un vestido largo blanco de seda, sin ropa interior, que marcaba sus curvas, senos y sutilmente su pubis. No podía tener más de cuarenta años. “Te estaba esperando”. La voz y belleza de esa mujer le conjuraron una inesperada erección.

          Felipe no recordaba haber reaccionado así ante un cuerpo femenino, excepto por la amordazada Victoria Abril en un film de Almodóvar. Algo, además, por aquella hermosa maestra de español. Sus compañeros de octavo grado contaban sus sueños y tocamientos pensando en ella. Sin embargo, Felipe sólo la encontraba guapa, algo exótica y divertida. Desde pequeñito quien le gustó fue el papá de su mejor amigo. Luego, ese mejor amigo se convirtió en su primera experiencia. Cuando hicieron el amor en la casita del árbol, Felipe se dio cuenta de que el objeto de su deseo los miraba desde la ventana. No dijo nada. Pudo ver a la distancia el movimiento del hombre, que se masturbaba mientras los observaba. Felipe sonrió. Era deseado por padre e hijo, con él, la loca inmaculada trinidad. Ya no había marcha atrás.

        “¿Aura?”, dijo Felipe extendiendo su mano temblorosa hacia la de la mujer. “Entra”, le respondió ella, “no temas mirarme, sabía que llegarías. No temas al deseo. Siquiera a la muerte. Tan sólo témele a los vivos sumergidos en el miedo”. Felipe entró. Seducido por esa voz y la impresionante blancura de su piel, estaba desarmado. La mujer y la casa lo habían desnudado de sus recatos y de la apariencia inmutable que proyectaba siempre ante los extraños. En realidad, ya ni sabía lo que sentía.
Techos altos. Oscuridad. Un salón lleno de estatuas, figuras de porcelana; en especial, el cuadro de una Madonna que le llamó la atención. Su mirada penetrante parecía tener el brillo de ojos verdaderos, fascinante para un estudiante doctoral de Bellas Artes como él.

        Aura se descalzó. Comenzó a organizar la mesa de madera: unos cofrecitos, un jarrón de porcelana, una copa de cristal con agua hasta la mitad una luz delicada que aparentaba salir de ésta. Felipe descubrió un tragaluz justo sobre la mesa. Aura estaba sentada a esa mesa. Le pareció que ella era un poco mayor que cuando lo recibió en la puerta. Lo llamaba con la mano. Según él se le acercaba, y la veía más joven.

        “Aura, necesito su ayuda. Llevo tres noches soñando lo mismo. Estoy en casa con mi novio Pedro, ambos desnudos. Comemos pescado crudo, no sushi. Literalmente pescado crudo. Me lo da de comer en la boca. Luego hacemos el amor sobre un gran diván. Cuando lo miro de nuevo, ya no es él sino Pablo. Escucho unos susurros en voz de mujer. Me despierto asustado”.

        “Sucede que Pablo desapareció hace unos meses. Dicen que se suicidó; otros que sencillamente abandonó a Pedro. Mi hombre es insoportablemente celoso. Uno de sus amigos hasta me dijo que Pablo volvió al clóset, y que lo vieron una noche con una mujer muy bella”.

       “Anoche lo volví a soñar. Le conté a Pedro y se puso ansioso. Lo trató de disimular, pero sé cuando mi hombre está mal. Le di leche tibia y se durmió, pero no dormí nada. Recuerdo haber escuchado a Pedro hablar mientras dormía diciendo ‘el sexo y la sangre serán tu condena’”. Felipe dejó de hablar, sus palabras empapaban en lágrimas.

        Aura le agarró la mano. Luego ella pasó sus dedos por el borde de la copa, recitándole: “Las voces te llevan a la verdad. Tú también me llevarás a revelar tu misterio o tu perversión. Felipe, tu sueño es la clave para descubrir algo que no puedes entender. Tu memoria aún es insuficiente. Hasta que no lo descubras, no alcanzarás la paz de tus sueños”. Felipe, contestó: “Ayúdame. Te lo suplico”. Aura le besó la frente.

      “Gira tu cuerpo desnudo del delito, del agua y sus espíritus. De la muerte virgen. Tan sólo danza el delito del cuerpo, los secretos del hambre eterna. El alma del agua me ha hablado en las sombras”, recitaba Aura.

      Felipe sintió la urgencia de desnudarse y danzar, mientras Aura lo ungía con aceites del jarrón de porcelana. Se sentía febril, deseoso. Se atrevió a desvestirla, sorprendido ante sus curvas, sus senos redondos en punta, su vello púbico le hipnotizaba de olores nuevos. Ahora ella lucía hermosamente veinteañera. “El agua del alma te habla de las sombras. Tu cuerpo de agua canta”, susurró Aura ya desnuda. “Soy tu reflejo en el agua”, contestaba él entre gemidos.

       Lengua con lengua, piel a piel. Multiorgásmico, Felipe le lamía los senos, le acariciaba las curvas de la cintura, mientras Aura le besaba el cuello y le acariciaba la entrepierna. La piel suave de ella, el aroma a canela, luego a salitre, lo enloquecían. Su pene estaba tan duro que dolía. Ella se lo agarró para meterlo en su vagina, mientras le lamía el cuello. “Soy mucho más de lo que imaginas…”, le susurró Aura.

       Su voz había cambiado, pero Felipe estaba excitado y su semen a punto de explotar. Juraba haber escuchado una voz masculina. Se vinieron de gemidos, de piel, fluidos. La fricción le enloquecía. Notó que Aura le mordía el cuello, gritó de placer hasta venirse por esa húmeda y caliente venida. En el momento del vértigo delirante, ella lo giró. Se acostó sobre su espalda. Felipe sentía el pubis de Aura sobre sus nalgas goteándole fluvis en comunión con su semen. El clítoris le acariciaba las nalgas y crecía tanto que comenzó a penetrarle. Felipe gritó de placer.

      “Él lo hizo. Tienes que vengarme”. Era la voz y el cuerpo de Pablo sobre él, dentro de él. “Pedro supo que fuiste mi amante. Siempre te amaré, siempre amaremos a Aura. Le pertenecemos”. Felipe sonrió pensando en esa fantasía. Notó que Pablo convulsionaba y se venía en él como aquella noche antes de desaparecer. Nadie sabía que Felipe había tenido algunos encuentros casuales con aquel pintor.
Sintió otra fuerte mordida en el cuello, acompañada de un dolor placentero. Luego, comenzó a sentir de nuevo los senos, la piel suave de Aura deslizándose de su espalda hacia su lado sobre la mesa. Miró hacia el fondo. Creyó ver la figura espectral de Pablo huyendo por el pasillo, atravesando una puerta cerrada.

         Rojo intenso, violeta, cobalto, celeste. Eran las gradaciones del destello terminando en blancuzco que salía de la copa de agua. Aura volvió a ponerse su vestido blanco, sonrió asintiendo a Felipe, mientras le extendía el jarrón de porcelana. “Echa siete gotas en su trago favorito. Es agua de vida. Así él te contará sus secretos cuando esté dormido. Regresa aquí durante tres jueves y al cuarto tendrás la revelación que buscas”. Felipe no contestó. Sólo asintió. Estaba relajado en la paz postcoital, también le surgió algo de temor por la extraña metamorfosis que le pareció haber presenciado. Abrió su billetera. Ella le hizo un gesto de que no le cobraría y le amarró al cuello un pañuelo negro de seda.
Felipe la besó suave y salió. De camino, paró a comprar una botella de vino. Recordaba confundido la pasión vivida con Aura, aún con el temblor en las rodillas. Le dolía el cuello, el trasero y el sexo, pero la ansiedad por llegar a Pedro le ayudaba a desenfocarse. ¿Cuál sería el secreto? Juraba haber visto la silueta de Pedro entrando a la habitación cerrada, sin abrir la puerta. No, las putas hormonas, el delirio de la venida.

        La mesa estaba servida en casa de Pedro. Había puesto la vajilla fina. Esa que le había regalado su madre antes de morir, creyendo que algún día él tendría mujer y familia. Felipe sonrió ilusionado y entró rápido al baño para asearse. “Es tan romántico y sexi, que podría perdonarle todo”. Champán, frutas, todo un banquete sobre un mantel de satín. Al regresar a la sala, Pedro se le acercó silente, descorchó el espumante y lo besó. Bebieron dos copas. “Eres tan abundante como el milagro de los panes y los peces”, mientras se tocaban, se desvestían, se lamían hasta el último poro de la piel.

      “Bébeme amor, hasta la última gota”, dijo Felipe. Según había indicado Aura, le echó el aceite en el vino, luego se puso unos toques sobre el pecho, el cuello, la entrepierna y en la punta del pene. Pedro, goloso, lo devoraba con deleite hasta dormirse poco después de la lechada compartida. Lo mismo sucedió los otros dos jueves siguientes.

      “En realidad no planifiqué tu muerte. Me dio tanta rabia cuando te vi con el puto estudiante de arte, por eso planifiqué conquistártelo. Sabía que te encantaba su trasero y, claro, que te escribiera buenas reseñas de tus obras. Pero lo que en realidad me envenenó el alma, fue cuando te vi con ella. La sangre me ardía. Me traicionaste. Ella es perversa, bruja, la misma Lilith. Nos necesita para alimentarse. Tuve que liberar tu sangre, salvar tu alma”.

      Felipe se asustó al escuchar a Pedro, que se arrancaba la ropa mientras dormía, hasta lacerarse la piel. Luces azules, moradas, rosáceas, finalmente todo negro. Felipe pensó en la tercera visita a Aura, sus conjuros, sexo, miedo, la fe que tenía en ella, y vertió todo el aceite que quedaba en el tarro sobre el pecho arañado de Pedro. La sangre desapareció; las cicatrices, incluso las del cuello se sellaron. El agua y sus almas se liberaban en el delirio del terror.

      “Te vi acostándote también con Felipe, sabes que te había dicho que él sería mío. Nunca pude matarte, siempre vuelves a aparecer. Los vi acostándose a los tres, la puta bruja, a Felipe y a ti, Pablo”. Felipe vomitó al escuchar los balbuceos de Pedro. Corrió a la cocina y buscó un cuchillo.
Una y otra vez acuchilló y desgarró el cuerpo de Pedro. La sangre salía a borbotones. La sábana de satín nacarado, ahora se pintaba de tonalidades de tinto clarete oscureciéndose poco a poco. Pedro ya no respiraba. Observó su rostro, ahora tan tranquilo que aparentaba ser el de un adolescente y deseó besarlo. De repente, escuchó la voz de Aura que lo llamaba. Cuando se volteó, las heridas de Pedro habían sanado. Felipe se vistió y corrió.

        Felipe corría, pensaba en la sangre. Corría, las almas en el agua. Corría, la muerte. Corría, Felipe tan sólo corría y corría. La pasión, los celos. Logró llegar a casa de Aura. La puerta se abrió sola. Entró casi desvanecido de su demencial maratón. Observó la sala iluminada de colores. Aura lo esperaba desnuda, extendiéndole una copa. “No hables, tuviste que hacerlo. Bebe, amor, bebe”.

         Felipe cerró los ojos y bebió de un trago el agua de la copa. Comenzó a calmarse. Aura, necesito tu ayuda. Abrió los ojos. La luz se había apagado, pero una tenue luminosidad salía bajo aquella puerta que siempre permanecía cerrada. El joven caminó hacia ella. Finalmente pudo ver de cerca aquel cuadro antiguo de una Madonna, que tanto le había impactado.

        No puede ser… Demasiado parecida a Aura, quizá cambiaba un poco la nariz, era algo más joven, los ojos verdes, pero el parecido era sorprendente. La firma era ilegible, junto al año 1887. Felipe siguió caminando hacia el cuarto, cada vez más liviano. Abrió la puerta y casi se heló del miedo, cuando vio lo que había en el cuarto.

        ¡Estás vivo! Pedro estaba allí, bajo una luz morada, con un cuerpo de hombre en posición de La Piedad, mientras repetía: “El mundo podría morir en mis manos por ti. Estás hermoso entre mis brazos, como el agua que escapa del alma hacia la luz”. Felipe intentó tocar en el hombro a Pedro, pero su mano lo atravesaba sin llegar a sentir la piel. Observó que Pedro sonreía y sus colmillos eran más largos de lo usual. Miró al hombre que yacía en los muslos y brazos de Pedro, y se vio a sí mismo, Felipe. Volvió a mirar y se dijo ¡Pablo! No, pensé ver a Pablo, pero ahora se parece a mí, soy yo…

       “Mírate, mírame… Volveremos a nuestro origen, a nuestro sueño”. Felipe no entendía nada, tampoco sentía su cuerpo. Volteó hacia Pedro, pero éste se había transformado en estatua de cera, y quien tenía entre los brazos era a sí mismo, Felipe. Buscó con la vista a Aura, su voz salía de un reflejo del espejo o cuadro. No podía definirlo bien en la leve luz. El cuerpo de la mujer se revelaba, vio sangre en sus labios. Felipe, se tocó el cuello, tenía aún las marcas de sus mordidas. Se volteó hacia el espejo y pudo verse.

       Felipe se miraba en el espejo. Esos ojos, la nariz, no era él ya, sino Pablo. En la confusión, Aura le susurraba al cuello palabras de amor. La miró. Ella no era Aura, sino la mujer del cuadro, joven, de ojos verdes. Ella lo besó, se besaron. Vio cómo sus colmillos crecían acercándose a él. Amado, volveremos a compartir nuestras almas como fue siempre, en todos nuestros tiempos, le succionó la sangre del cuello, hasta que el hombre se desmayó.

      En unos minutos, él abrió los ojos. Trató de soltarse de la mujer, pero un cristal lo detenía. Vio a Aura o a la mujer del cuadro; al otro lado, vio la habitación a través del cristal. Ella le hablaba, pero ya no la entendía bien. “Sácame de aquí”, gritaba el joven golpeando la lámina de vidrio. “Soy Felipe, sácame”.

      Al otro lado del espejo, la mujer le tiró un beso. Se secó la sangre de los labios. Luego, ella apagó la luz y le susurró las dulces palabras de su eternidad.

     Somos sombras en el agua, en la noche de tus manos visitaré todos tus sueños…

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