Soledad para un suicidio
En la isla de los suicidios
Soledad juega con el fuego de sus dedos
tiñendo lágrimas de negro
besando de sombras otro laberinto
allí donde se espera la última muerte
y no hay luna si no nubes azules
sobre las lápidas de sus no habitantes
tan sólo ella danza sobre el mármol
escondida tras las murallas de su no muerte.
Soledad voluntaria
Soledad asfixiante
Soledad silente
que anhela el misterio de sentir
de cómo escapar de los espejos opacos
cómo acariciar las pisadas de la luz
traducir cada minuto que no es
resucitar de las coronas de pétalos
y como trapecista beber nuevos vértigos.
Me miro en el agua,
soy anónima Soledad
nadie me habita en los murmullos de la noche
puedo verme mirándome las manos
sentir las pisadas de tantos recuerdos
los susurros de aquellos que no veo
desde los adoquines hacia la garita
y frente al mar se multiplican sus gemidos
quizá me velan y lloran, suplican respiraciones
que cada gota de sangre vuelva a mis viajes
pero no respiro,
navego en el océano de sus miedos
sin escapar de a mi última palabra ya sorda
tan solo soy sombra en tus sueños olvidados.
Ana María Fuster Lavín
No hay comentarios.:
Publicar un comentario