lunes, febrero 04, 2013

Daniel Torres comenta sobre (In)Somnio

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(In)somnio de Ana María Fuster Lavín































Con esta novela poética de historias de insomnios, Ana María Fuster Lavín se consagra como una escritora del gótico caribeño. Esto ya lo habíamos degustado, tanto en su otra novela ‘cuentada’ Réquiem como en su libro de cuentos Bocetos de una ciudad silente. En (In)somnio la dualidad Ana/Soledad le sirve de leit motiv a la narración, así como otros personajes clave (el triángulo formado por Pedro-Aura-Cristián o el viejo Pancho Quenepo, especie de Caronte isleño o Lamia y Nosferatu) sientan la pauta para un relato de pasión, tanto amoroso como erótico, que entre la realidad y la fantasía es una expresión que dialoga con los mejores maestros del género. Hay ecos de John Donne, Edgar Allan Poe, Stephen King (en los epígrafes que enmarcan el libro), y también del maestro Howard Phillips Lovecraft, Anne Rice, Carlos Fuentes, Julio Cortázar, Alejandra Pizarnik y Oliverio Girondo o de las series Grimm de la cadena NBC, The Vampires Diaries de la cadena CW y de la saga Twilight. Nos recuerda al mejor Horacio Quiroga y sus cuentos de locura, de amor, y de muerte. Y así los seres de la noche, los vampiros, los ángeles, y los espantapájaros, pululan por las calles de una ciudad llamada San Juan, apalabrados en el (In)somnio de Ana María Fuster Lavín.

Desde “El diario de Ana o despertar del insomnio” hasta “La cautiva”, después de haber pasado por seis insomnios, la historia aparentemente inconexa de Ana/Soledad le presenta al lector todo un universo narrativo de lo macabro. La locura del personaje dividido en dos personalidades que se contienen en una sola mujer hacen del espacio de la locura una cordura muy particular con su propia lógica de las acciones, evocando así una reflexión acerca de cómo se construye el género femenino en una sociedad patriarcal, reminiscencias de aquella mujer loca en el ático de la literatura del siglo XIX (piénsese en la famosa novela Jane Eyre de Charlotte Brontë).
El lenguaje altamente poético que fragmenta el discurso narrativo le permite a la narradora ir intercalando e hilvanando paso a paso historias paralelas que hacen leer esta novela “cuentada” como una colección de cuentos a la vez que tiene la capacidad de tener una unidad narrativa de una sola diégesis o narración muy coherente, pero que requiere de lectores activos que sean capaces de dilucidar el entramado de toda la historia que se les cuenta en esta novela episódica.
Son varios los indicios que van llevando a los personajes a tejer el continuum accidentado de la lógica de las acciones (el humo en el espejo o la rosa negra), elementos de un gótico propio en el modo de narrar este (In)somnio de Ana María Fuster Lavín. “La metamorfosis de Elena”, al final del texto, es una clave que no debe perderse de vista a la hora de solucionar el laberinto de historias que coinciden en una, la de Ana/Soledad como actante de su propia realidad paranoica y esquizoide. Como ya apunta la narradora al final, en “La cautiva”, preparando el desenlace de la trama: “Estoy aquí. Secuestrada. Recluida en un cuarto, una cárcel, tal vez un psiquiátrico. Puede que los tres lugares sean el mismo. Tampoco recuerdo cómo llegué. Solo me acompañan los fantasmas del pánico” (146).
La liberación del personaje en el acto osado de lanzarse al vacío y volar reflexiona sobre los lastres que le han tocado a la mujer sometida por un entorno que le niega sus libertades esenciales. Si bien es cierto que en los inicios del siglo XXI podríamos pensar que ya no debemos hablar de la liberación femenina, no debemos olvidar que este largo proceso histórico no ha sido consumado del todo. El proyecto de concebir a la mujer como sujeto en el cuerpo social todavía es un proyecto fallido, sobre todo si pensamos en todos los retos que aún le queda por superar a esa misma mujer que intenta lo imposible en un mundo todavía dominado por los machos de la especie.
Este último libro de Ana María Fuster Lavín titulado (In)somnio es un doloroso recordatorio de todo el camino que todavía queda por recorrer como comunidad para hablar del espacio pleno de la mujer no sometida al sistema que la condena como demente cada vez que intenta pretender alcanzar lo que a otros parece imposible.

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