a José Ovejero
El
profesor llega frente al auditorio. La asistencia es de unos quince
estudiantes. Respira profundo y enciende el proyector. En la pantalla
vemos imágenes de gallinas degolladas colgando como piñatas, de un chivo
que es arrojado de lo alto de un campanario, entre otros, todos
rituales provincianos. Habla a los asistentes sobre el arte de provocar
ante lo inevitable y de cómo el hombre a través de la historia se ha
deleitado con la crueldad. Dos o tres escuchan incrédulos, otro solo
textea en su celular. El académico, quien también es escritor, recurre a
sus encantos de orador, lee textos de sus libros donde se documenta
cómo amamos lo cruel y cómo nos evadimos ante el arte del confort, donde
todo se resuelve y tiene un final feliz como en las novelas de Coelho, o
en el cine de Hollywood. Vuelve a mirar al público. Ya solo queda una asistente prestándole
atención que aplaude emocionada al terminar. Al escucharla, todo el
público aplaude entusiasmado. Incluso cuatro profesores que entraron
tarde a la conferencia, y ya eran diecinueve en el aula. El
conferenciante, también corresponsal de viajes, pregunta a la estudiante
atenta qué piensa de sus argumentos. Ella, muy tímida, se sonroja. Abre
su maletín, saca una CZ75 automática de 9mm. Dispara a todos, menos al
escritor. La sangre y los pedazos de piel y carne caen del techo como
una lluvia tropical. Ella empuja al profesor contra la pared, lo besa en
la boca, le acaricia los cabellos y le dice, “digamos que si huimos los
dos de aquí, buscamos el confort, la evasión fácil. ¿No?” El escritor
asiente tembloroso, pero a usted le apasionan los finales crueles. Él
asiente con la cabeza con expresión suplicante. Ella lo vuelve a besar
en la boca y pone la pistola entre ambos. “Le daré un final cruel a esta
conferencia. Adivine cuál.” Otro disparo. Uno de los dos cae al piso.
Ana María Fuster Lavín
del libro inédito Carnaval de la Sangre
publicado en
http://elpostantillano.net/pagina-0/creativo/13730-ana-maria-fuster-lavin.html
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