La presentación del libro será el 23 de febrero. (Juan Luis Martínez Pérez)

Apostaba a que iba a llegar con un maletín Samsonite. Un maletín de esos duros que usaban desde estudiantes hasta profesionales en la década de los ochenta. Lo pensaba porque en la breve biografía de su nueva novela lo decía: “Sus afectos cotidianos son minimalistas: un cargado maletín Samsonite, dos hijos, un gato, ella”.
Pero la realidad sorprende y llegó a la entrevista cargando con una desecha cartera de cuero atravesada a su cuerpo. Mientras se tomaba los últimos sorbos de un café negro en una librería santurcina, el escritor Francisco Font-Acevedo (1970) comenzó a hacer memoria.
Esta vez sus pensamientos se organizaron en torno a su nueva entrega literaria “La troupe Samsonite”, que acaba de ser publicada por la editorial independiente Folium, y en la que aborda precisamente el tema de la memoria. Font-Acevedo había advertido previo al encuentro que de lo único que hablaría sería de la novela porque ahora se debe completamente a ella.

 

“Soy su juglar”, indicó durante la entrevista que comenzó en la librería y continuó en un espacio verde en medio de la ciudad, donde los cantos de los pájaros se confundían con bocinazos, mostrando esa belleza bruta que tanto admira el autor.
“La troupe Samsonite” no es una novela convencional, no se aviene a ninguna fórmula, lo que la hace compleja y fascinante. Es un libro que se descifra en el camino y que otorga esa posibilidad de ser e imaginarnos otros que, aquí, es casi lo mismo. La novela presenta la historia de un grupo, una troupe, que transita en un Puerto Rico difícil, violento, casi infantil, siempre inventando y a la espera de algo.
Font-Acevedo seduce con una historia que se caracteriza por una forma narrativa desafiante, donde todos los personajes parecieran hablar simultáneamente. “Esto es una troupe, donde hay cuatro personajes y otros que entran y salen, por ende, tenía que ser un poco coreada, un poco sinfónica, donde se confundan a veces las voces como cuando escuchamos una sinfonía. Así que esa desorientación me parece que es buena porque es un reto a tratar de meterte en ese mundo y entender el propio sistema de la novela y su lenguaje”, indicó.
Pero que no se equivoque el lector, esa estructura que utiliza el autor no es para presumir de innovador, sino que está hecha a propósito de la historia y sus personajes.
“Para esa historia en particular, que tiene que ver con la memoria, sus debilidades, la imposibilidad de la recuperación de la memoria y la parte inventiva de la memoria, pues no veía otra mejor forma que presentar esa nebulosa, ese enjambre, en ocasiones, de voces. A pesar de que una vez ya uno sabe, lo puede distinguir y creo que se va haciendo más claro según progresa el libro”, dijo.

Luego de publicar dos libros de cuentos, “Caleidoscopio” y “La belleza bruta”, ¿por qué da ese salto a la novela con “La troupe Samsonite”?
Se escribió en forma de novela porque era lo más que convenía a la historia. Para mí la historia y los personajes siempre son pivotes. La cuestión del género es algo que tiene menos importancia para mí. Claro, yo soy narrador, por ende, no incursiono en la poesía -que me encanta y la respeto muchísimo-, o el ensayo que soy más remiso en meterme. Pero en término de la narrativa yo lo veo como un todo fluido y si tiene la extensión suficiente para catalogarse como una novela, está bien.

 

Los cuentos de su pasado libro, “La belleza bruta”, fueron descritos por Luis Rafael Sánchez -entre otros reconocidos escritores y críticos- como un texto duro y con un realismo sucio. Pero en esta novela podríamos hablar de un realismo-múltiple o quizás de un no realismo.
Lo de realismo sucio yo ni siquiera lo conocía cuando estaba escribiendo “La belleza bruta”. Esas fueron categorías a posteriori. Algunas personas me preguntaban si eso era como una especie de tesis, si yo me lo había propuesto. Realmente estaba contando unas historias y esas historias tenían unos elementos de violencia y sexo y ya, pero yo estaba contando unas historias. Luego, con todos esos comentarios, vi el texto de nuevo y dije “sí, este libro es atroz, prefiero no leerlo”. Pero, no. “La troupe Samsonite” deliberadamente trata de ser, de buscar otra deriva, por decirlo así. Es un texto que quiere crear su propio lenguaje y mucho de lo que se trama ahí lidia con el eufemismo y eso yo lo veo, incluso, como una categoría nacional puertorriqueña. Este es el país de los eufemismos donde no decimos las cosas como son y en esta novela hay mucho de eso. A mí no me interesa repetirme. No hay “belleza bruta” dos ni hay fórmula. No me interesa para nada. Así que “La troupe” fue un poco volver aprender a escribir y ahora que acabó comienza el otro proceso de cernirme a una escritura que sea diferente.

Los personajes de “La troupe Samsonite” parecieran transitar entre la inocencia y la monstruosidad. ¿Por qué quiso narrar desde esas voces de infancia/adolescencia?
Simplemente entiendo que me interesaban esos personajes en particular, ponerlos juntos. Ver cómo andan. Tenían que volver a la infancia, pero es una infancia que tampoco está completamente clara. Me interesaba también la imagen de llegar a la escuela y luego no hay más escuela. Y ahí me parecía se condensaba la idea de uno de los personajes, “Mirko”, en estar completamente fuera de lugar. Desde la ropa hasta llegar a un lugar nuevo portando un maletín en lugar de un bulto, un poco desasido de todo. Esa diría yo que es una experiencia muy personal mía. Y claro, toda literatura es autobiográfica porque incluso aquella que es la más imaginativa en apariencia pasa a través del tamiz de uno. Pero yo puedo hablar de mí como hablo de otros. Por eso es que insisto en que yo fui el autor de esa novela y ahora estoy en un proceso de desautoría y me estoy convirtiendo en su juglar. En el portavoz del libro por el libro mismo.

 

En la novela recurre a la repetición constante de palabras separadas con un guión, como casi-casi, advirtiendo que nada se completa. 
Es el asunto este también de la misma memoria y es un poco -ya yo pensando después, esto jamás estuvo en mi mente mientras lo escribí-, pero uno inevitablemente está conectado con su país y con su historia. La historia personal está mucho más imbricada con la gran llamada historia con mayúscula de lo que uno puede pensar. Y esto es un país casi-casi. Esto es un país que está a punto de. Por eso, cuando ocurren cosas como que gana Mónica Puig o que liberan a Oscar López Rivera, todos nos echamos a llorar, todos lo celebramos, porque cada momento de una realización plena de algo es una celebración en un país que siempre se ve minusvalorizado, y que también muchas veces su representación propia es como si fuera un país subdesarrollado.

¿Y con relación a la memoria?
La memoria es un ámbito insondable. Cuántas páginas le toma a Proust escribir la Madeleine, por ejemplo, infinitas, y no son exhaustivas. Es decir, no puedes acabar. Así que ese casi-casi es porque la memoria, como la vida, siempre es fragmentaria, siempre es inacabada y qué bueno que sea así. La aspiración de que no sea así son las malas utopías, son las dictaduras, son las actitudes tiránicas. Y como se puede ver en esta troupe, es una troupe muy alicaída, bastante sufrida, hambrienta, literalmente, en ocasiones.

Esa troupe también habla de la realidad bruta en la que vivimos y la que cuesta tanto ver.
Y a la que vamos.

Claro, sobre todo en este contexto actual que vive el país.
Sí. Lo que pasa es que esa novela está marcada también por un tiempo, que no voy a decir para que los lectores más sagaces y más escrupulosos lo hallen. Pero sí puedo decir que inicia como en el momento en que el ELA comienza a entrar en crisis, la ciudad empieza a desbordarse y empezamos a ver el lado más ominoso. Claro, lo que pasa con la troupe es que lo vive más adelantado y de forma más intensa. Pero, un poco es lo que viene ahora. Así que lo que ocurre es que el país, que cronológicamente estuvo en desfase en esa ilusión, pues ahora un poco se empata con esa troupe que es de otra época.

¿Cuál será el rumbo de la novela?
El 23 de febrero será el “bautizo” (presentación). Va a estar antecedida de un acto que no revelaré hasta dos semanas antes, y es como su entrada en sociedad. A mí me gustaría que ese primer acto sea como un acto de dignificar unas historias que, aunque estén rotas y demás, merecen su lugar y su atención.