Leída en el XXIX Congreso Internacional de la Asociación de Estudios de Género y Sexualidades (AEGS)
en la Universidad de Valencia
(celebrado en julio de 2019)
(celebrado en julio de 2019)
En busca de la memoria perdida: recuerdos traumáticos
y violencia sexual
en Mariposas Negras
de Ana María Fuster Lavín
La violencia sexual supone un problema a nivel mundial que empaña de tragedia la vida de millones de víctimas, la mayoría de ellas mujeres. Al contrario que otras formas de violencia que tienen lugar en nuestra sociedad, los abusos sexuales apenas son reportados a las autoridades. En el caso concreto de Puerto Rico, tan solo un 2% de las agresiones sexuales son reportadas por sus víctimas (Parés Arroyo, n.p). De acuerdo con la doctora Linda Laras, las principales razones que llevan a las puertorriqueñas a no reportar los abusos sufridos son “temor (al proceso), vergüenza, miedo a represalias o a que no le crean o le echen la culpa” (Parés Arroyo, n.p), lo que evidencia el poco apoyo social que poseen y la frecuente tendencia a ser juzgadas por sus conciudadanos. Incluso aún más alarmante resulta el hecho de que muchas de estas víctimas de la violencia sexual, debido a lo traumático de su experiencia, comienzan a sufrir trastornos causados por el estrés postraumático (PTSD). Judith Herman aporta el escalofriante dato de que hay más casos de trastornos causados por el estrés postraumático de mujeres civiles que de hombres que han luchado en una guerra (28).
En el contexto de esta problemática, la autora puertorriqueña Ana María Fuster Lavín publica en 2016 la novela Mariposas negras. Fuster Lavín es una reconocida escritora en Puerto Rico, y escribe cuentos, microcuentos y poesía. En su producción literaria podemos encontrar una alusión recurrente a la violencia sexual que sufren las mujeres así como otras cuestiones de género como la violencia doméstica. Además de escribir, Fuster Lavín es editora y corresponsal de prensa cultural. Algunas de sus publicaciones recientes son la antología de microcuentos Carnaval de sangre (2015), los poemarios Última estación, Necrópolis (2018) y Al otro lado, el puente (2018), y el próximo año pretende publicar una nueva antología de microcuentos con el título Cuestión de género. Mariposas negras es su segunda novela y a pesar de su reciente publicación ha cosechado un éxito considerable en Puerto Rico.
Mariposas negras consta de la narrativa en primera persona de Mariana, una adolescente que es víctima de abuso sexual en repetidas ocasiones. Es el deseo de liberarse del pasado, aquel pasado en el que se ancla el origen de su trauma, lo que motiva a Mariana a contar su historia, la cual teje en torno a su memoria fragmentada de recuerdos, algunos basados en hechos reales y otros fabricados por ella misma. La experiencia traumática de la violencia sexual de la que es víctima se torna en impedimento para que la joven viva una vida satisfactoria y feliz de acuerdo con lo esperado a su edad. De hecho, la adolescente es también víctima de acoso escolar o acoso escolar por parte de sus compañeros de colegio por su incapacidad de relacionarse de la forma esperada a raíz de su trauma. Lo interesante de la novela de Fuster es que el lector es capaz de experimentar en cierta medida lo que supone convivir con una memoria traumatizada, puesto que la novela ilustra de manera detallada lo que va sucediendo a través de los recuerdos de Mariana. Estos recuerdos traumáticos configuran una narrativa no lineal y a su vez producen una sensación de incertidumbre constante en el lector, ya que resulta difícil distinguir si lo que la voz narrativa describe realmente sucedió o tan solo es parte de los recuerdos generados a partir de la experiencia traumática.
Ya desde el comienzo de la novela puede llegar a intuirse que Mariana sufre una alteración en la forma en que percibe la realidad. De hecho, una de las primeras imágenes que la joven describe es, como al despertarse y mirar por la ventana, puede verse a su vez mirando a través de ella desde el otro lado del cristal. Esto le lleva a preguntarse quién es ella realmente; la que observa o el reflejo al otro lado (13). Esta cita introduce el fenómeno de disociación que Mariana experimenta de forma recurrente durante su adolescencia y juventud. El fenómeno de disociación es explicado por Bessel Van del Kolk como un sistema de prevención de la inclusión del trauma en la memoria autobiográfica, lo que a su vez conlleva la creación de un sistema de memoria dual (180). En Mariposas negras, los períodos de disociación y de trance en la vida de Mariana suelen comenzar con una sombra que susurra con voz de mujer y van acompañados de la aparición de las mariposas negras que dan nombre al título:
“A veces escucho a esa sombra susurrando con voz de mujer. Con sus labios en los míos, pero no comprendo lo que me dice. He llegado a acariciar sus cabellos. He alcanzado a sentir su calor. Cuando esto ocurre, entro en un trance en el que no quiero mirar, y amanezco en otro lugar, como el otro día, que estaba al lado de un cadáver. Veo una mariposa casi negra, tal vez dos, y escapo del lugar. Hace como un año que, de vez en cuando, me despierto y no sé dónde estoy. Miro el reloj, marca la misma hora. Imagino que algún día amaneceré y ya no estaré aquí. Moriré al otro lado de mis sueños y el reloj indicará que son a las cinco y media de la mañana”. (36).
Estas mariposas que Mariana ve en repetidas ocasiones funcionan como un recuerdo en el que el trauma ha quedado codificado e irrumpe de manera espontánea en su conciencia. Susan Brison justifica la aparición de los estados de conciencia alterados como una evidencia de que las secuelas del trauma no solo afectan la mente, sino que el trauma también permanece en el cuerpo, lo que a su vez conlleva una alteración de los sentidos (X).
A su vez, Dori Laub señala el peligro que supone no compartir el testimonio traumático con un receptor adecuado, puesto que la retención de los eventos causantes del trauma contribuye a que estos penetren e invadan la vida cotidiana del superviviente de dicha experiencia (79). En el caso de Mariana, el trauma no es compartido con un receptor adecuado, como ella misma declara refiriéndose a los repetidos abusos y violaciones de los que es víctima a manos del padre de su amiga Laura: “Ni siquiera le conté a mami lo que él me hizo. Posiblemente hubiera reclamado que solo quería llamar la atención, que exageraba algún gesto cariñoso.” (24). Como se observa en la cita, lo que lleva a la adolescente a ocultar la agresión es el temor a ser juzgada por su propia madre como responsable de dicho abuso. Esta actitud se corresponde con la descrita por Breanne Fahs como la tendencia a asumir que las mujeres “alientan” la violencia sexual a través de ciertos errores de comportamiento, como puede ser una actitud excesivamente cariñosa, lo que a su vez resta importancia a la responsabilidad del agresor (65). Esta minusvaloración de la agencia del agresor va en correlación con el sentimiento de culpabilidad experimentado por muchas víctimas de violencia sexual, lo que a su vez contribuye a dar acceso a los hombres a sus cuerpos (Fahs, 72), y acaba produciendo una perpetuación de la violencia. Sin embargo, resultaría muy sencillo culpar a la madre de Mariana de la incapacidad de recuperación de su hija sin tener en cuenta la genealogía femenina a la que pertenece, dentro de la cual la violencia sexual es sufrida generación tras generación. Y es que Gloria también fue violada en su adolescencia, siendo su propia madre cómplice de esta violación debido a su participación en una secta religiosa. En el caso de Gloria, el trauma es revivido de forma intrusiva cuando tiene relaciones sexuales con otros hombres (38-39).
La condición de Gloria como víctima de violencia sexual y el hecho de que al igual que su hija sufra un trastorno por el estrés postraumático, dificulta la conexión entre ambas y que Gloria se convierta en un apoyo para Mariana. Del mismo modo, esta situación imposibilita la imparcialidad hacia su hija, ya que ella misma se ha sentido culpabilizada anteriormente y ha justificado a sus agresores. El conformismo de Gloria ante los abusos sufridos por mujeres parece tener un fuerte impacto en la forma en que Mariana percibe al sexo femenino como vulnerable cuando expresa su deseo de haber nacido varón (31). Aun así puede verse en Mariana cierto inconformismo ante la construcción social de género, ya que, al contrario que su madre, ella se pregunta acerca de esta cuestión y termina expresando su escepticismo acerca de las diferentes formas de comportamiento que se intentan inculcar a partir de dicha construcción social (31).
Por otro lado, la falta de apoyo de su madre parece ser la causa principal por la que Mariana busca refugio en su mejor amiga Laura. Laura parece poseer todo de lo que Mariana carece: “esbelta, rubia, con esos brillantes ojos azules que llenan de atardeceres el corazón de cualquiera, puede ser tan delicada, pero también sorprende su fuerza y coraje cuando la sacan de tiempo.” (24). Hasta su mismo nombre hace alusión al ideal petrarquista de la belleza y perfección. Para Mariana, Laura es todo a lo que ella no puede aspirar y simultáneamente lo que más desea, como vemos en el proceso de enamoramiento que la joven experimenta hacia su amiga. Hasta en los momentos de máximo abandono, como el período que Mariana pasa recluida en un sanatorio mental al terminar la secundaria, Laura es la única por la que se siente arropada (15). Lo cierto es que Laura puede ser uno de los personajes más complejos de interpretar en la novela, puesto que Mariana relata diversos episodios en los que Laura aparece que resultan contradictorios entre sí. Partiendo de estas contradicciones, me parece lógico realizar un análisis del personaje de Laura como parte de la memoria traumatizada de Mariana. Uno de los problemas que enfrentan las víctimas de abuso sexual durante la infancia y que es subrayado por Herman es la inestabilidad que sufren debido a la desconfianza que emana de sus referentes adultos, lo que a su vez produce la necesidad de crear un clima de confianza en el que desarrollar su identidad (96). Para llegar a crear la confianza requerida que les garantice un sentido de independencia, es común que la víctima de abuso infantil busque a un sujeto en quien pueda depender (Herman, 107). En Mariposas negras, todo apunta a que Laura es la persona de quien Mariana depende.
No obstante, el no disponer de una perspectiva distinta a la de los recuerdos traumáticos de Mariana subraya el sentimiento de ambigüedad durante toda la novela. Esta ambigüedad es reforzada por la incapacidad de Mariana de recordar el momento en que conoció a su amiga por primera vez: (15). ¿Es este olvido producto de la memoria traumatizada o es Laura el resultado de la fragmentación experimentada por Mariana a partir de su experiencia traumática? Lo cierto es que la Laura que se muestra al final de la novela parece continuar cumpliendo la función de testigo imaginario, ya que aparece sin previo aviso para garantizar la “salvación” de Mariana en su momento de máxima desesperación (252). Esta forma de terminar con su dolor no es otra que la muerte; Mariana describe como Laura le acerca una almohada a la cara, lo que puede interpretarse como su propio suicidio. Se trata de un final bastante realista, ya que como Herman subraya las víctimas de violación son el grupo en el que más intentos de suicidio se dan (50). A su vez, el final resulta representativo de la falta de alternativas que enfrentan las víctimas de trastorno por estrés postraumático cuando no son capaces de recuperarse y liberarse de su trauma, ya que el poner fin a la existencia puede parecer la única forma de retomar el control (Brison, 65). Debido a esto, se vuelve de extrema importancia la búsqueda de un tratamiento adecuado con el fin de poder superar los recuerdos traumáticos. Para Mariana, la recuperación resulta en fracaso principalmente debido a la falta de empatía de las personas que la rodean, como sucede en el caso de sus compañeros de clase. Ella misma llega a afirmar que “Somos tan apáticos ante el dolor ajeno, que nos hemos ido convirtiendo en fantasmas de una humanidad perdida.” (69), una problemática social que se agrava aun más en el caso de las víctimas de la violencia sexual.
Sorprendentemente no fue hasta 1998 que los delitos sexuales y de género fueron considerados “dentro del Derecho Internacional como delitos graves.” (Ravelo Blancas y Domínguez Ruvalcaba, 2012). En el caso concreto de los delitos de violencia sexual cometidos en los distintos países de Latinoamérica, Patricia Ravelo Blancas y Héctor Domínguez Ruvalcaba atribuyen una responsabilidad directa al Estado, puesto que “ha faltado a su deber de hacer valer el estado de derecho y garantizar la seguridad ciudadana” (19). Van der Kolk señala como el apoyo social es la protección más poderosa a la hora de protegerse del estrés y el trauma (79). En el caso concreto de las víctimas de violencia sexual, como podemos ver en el análisis de Mariposas negras, un factor que contribuye a su aislamiento es la falta de credibilidad acerca de su condición traumática. Esta falta de credibilidad se correlaciona con el hecho de que la violencia contra las mujeres es aún normalizada por un sector de la sociedad precisamente por la cotidianeidad con la que sucede (Brison, 4). Esto nos lleva a un dilema en el que se hace necesario un replanteamiento de la violencia sexual cuyo enfoque no solo parta de la víctima, sino de la responsabilidad del agresor.
En contra del argumento expuesto por Zoé Jiménez Corretjer según el cual la temática de Fuster “No se trata de luchar por la igualdad de derechos o de criticar la violencia de género; sino que dando por sentado una visión mucho más liberadora, se da por entendida la postura…” (196-197), mi análisis de Mariposas Negras sugiere que sí hay una clara lucha por la igualdad de derechos en la narrativa de la autora puertorriqueña, lo que en el contexto de la novela se hace por medio de una representación de la violencia de género a partir de la experiencia traumática, que genera conciencia de ella fuera del ámbito doméstico y a su vez complejiza la difícil subsistencia a la que se ven obligadas sus víctimas. Este proceso de visibilización resulta imprescindible a la hora de luchar contra la represión patriarcal, ya que como Brison apunta, la violencia sexual y el miedo a ser violada que se desprende de ella es una forma de control patriarcal hacia las mujeres (17-18). Precisamente, la frecuente separación entre la categoría de “hombre” como concepto relacionado a la masculinidad heteronormativa –la cual puede conllevar una masculinidad tóxica-- y la de “violador” contribuyen a la tendencia de pensamiento de que ambos conceptos no guardan relación entre sí (Fahs, 74). No obstante, la novela de Fuster subvierte esta separación, ya que todos los personajes que poseen una masculinidad heteronormativa son a su vez agresores sexuales o están implicados de algún modo en casos de violencia sexual, lo que es bastante representativo de los casos de abusos sexuales que tienen lugar en la sociedad puertorriqueña.
Elena Ríos Ruiz
Referencias
Brison, Susan, J. Aftermath: violence and the remaking of a self. Princeton: Princeton UP, 2002.
Fahs, Breanne. “Naming sexual trauma: on the political necessity of nuance in rape and sex ofender discourses.” Critical trauma studies: understanding violence, conflict, and memory in everyday life. Edited by Monica J. Casper and Eric Wertheimer. New York: New York UP, 2016, pp. 61-77.
Fuster Lavín, Ana María. Mariposas negras. San Juan: Isla Negra, 2016.
Herman, Judith, L. Trauma and recovery: the aftermath of violence—from domestic abuse to political terror. New York: Basic Books, 1997.
Jiménez Corretjer, Zoé. “El principio de la veracidad, la violencia y la agonía del eros en (In)somnio de Ana María Fuster Lavín.” Letras femeninas, vol. 41, no. 1, 2015, pp. 195-203.
Laub, Dori. “An event without a witness: truth, testimony and survival.” Testimony: crises of witnessing in literature, psychoanalysis, and history by Shoshana Felman and Dori Laub, M.D. Routledge, 1992, pp. 75-92.
---. “Bearing witness or the vicissitudes of listening.” Testimony: crises of witnessing in literature, psychoanalysis, and history by Shoshana Felman and Dori Laub, M.D. Routledge, 1992, pp. 57-74.
Parés Arroyo, Marga. “Sin reportar el 98% de las agresiones sexuales en Puerto Rico.” El nuevo día, 15 Jul 2018, elnuevodia.com/noticias/ seguridad/nota/ sinreportarel98delasagresiones sexualesenpuertorico-2435222. Accessed 7 Dec 2018.
Ravelo Blancas, Patricia y Héctor Domínguez Ruvalcaba. “Introducción. Temas para el diálogo.” Diálogos interdisciplinarios sobre violencia sexual. Ciudad de México: Ediciones Eón, 2012.
Van der Kolk, Bessel. The body keeps the score: brain, mind and body in the healing of trauma. New York: Viking Penguin, 2014.