martes, septiembre 24, 2019

El Gótico de Ana María Fuster Lavín, entre las tinieblas y el amor, por Pabsi Livmar


[Cuestión de género]
Carnaval de Sangre 2:

El Gótico de Ana María Fuster Lavín, 
entre las tinieblas y el amor



por Pabsi Livmar

La carrera literaria de Ana María Fuster Lavín ha dejado un legado extraordinario de obras poéticas y narrativas. Sus libros son joyas sobre los estantes de mi librero. Recuerdo como si fuera ayer la primera vez que leí un cuento suyo, “La dignidad de los muertos”. Mi mundo se trastocó y una fuerza superior, quizás proveniente de ese otro planeta que vive dentro de mí, me haló con impresionante fuerza hacia mis profundidades y me llevó por caminos sombríos que conocía y desconocía a la vez. Pasaba las páginas, perpleja e incapaz de creer las realidades que “La dignidad de los muertos” me gritaba. Desde pequeña, he sentido atracción por la literatura gótica y de terror, por esas tramas donde prevalece el miedo, la introspección, lo sobrenatural. Mi principal fuente para obtener esta literatura viene de escritores extranjeros y de otras épocas. Por eso, me resultó una agradable sorpresa tener en mis manos narrativa de una escritora de mi tierra, contemporánea, que abordara todo cuanto buscaba y apreciaba. La catalogué desde entonces literatura puertorriqueña en su máximo esplendor. Admiraba la diestra con la que dominaba el uso del lenguaje y la creación de la trama, y cuanta belleza existía en un cuento evidentemente perturbador y horrífico. Ese es el toque mágico de la literatura de Fuster Lavín: no es aprensiva a la hora de mostrar el horror más crudo y duro, y escribe con admirable facilidad los géneros más oscuros y terribles. Quienes la leemos vamos de la mano con los personajes a cometer nuestros peores crímenes y adentrarnos en nuestras más insondables tristezas, y aun así, aún en esos mundos en tinieblas y sin esperanzas de salvación, alcanzamos belleza y poesía.
Sentimos amor.

En [Cuestión de género] Carnaval de Sangre 2 (Ed. EDP, 2019) queda demostrado, una vez más, que la ficción de Fuster Lavín no solo es transformativa por la manera peculiar en que la escritora observa y traduce el mundo, sino que además tiene la finalidad dual de ser espejo y ventana. El espejo en la literatura es un objeto que tiene misterio y poder de atracción. En un espejo, los personajes se reflejan, se ocultan, se confiesan, se deforman. Los textos literarios como espejos tienen esa misma función. Por eso nos acercamos a literaturas cuyos personajes guarden similitudes con nosotros. De una forma u otra, ver nuestro individualismo reflejado en ellas nos ayuda a entender nuestra historia, nuestras luchas, nuestros pesares más escondidos. En los microcuentos que componen esta antología personal, Fuster Lavín nos comparte pinceladas de la vida cotidiana desde lo íntimo, desde ese mirar al espejo, y desde el otro lado del espejo, que podría ser donde vivimos nosotros, los lectores, y los individuos que componen nuestra sociedad.


Entre los espejos que encontramos en [Cuestión de género], hay uno en el que se reflejan agrietados fragmentos de vida que debemos reparar mientras Fuster Lavín nos educa sobre machismo, microagresiones y la destrucción y recomposición del ser. Como bien nos sugiere en uno de sus epígrafes, este libro nos invita a enfrentarnos a realidades incómodas, esas realidades que nos corroen y maldicen como personas, y aquellas otras que corrompen nuestra sociedad. Mientras, igual que el resto de su obra, esta antología mantiene el hilo conductor de difuminar el plano real con “el otro lado”, y obligarnos así a mirar qué hay más allá del cristal que componen nuestras ventanas. ¿Cómo puedo disminuir el dolor del otro? ¿Cómo se aprende a escuchar, a tomar acción? ¿Qué transciende más allá del individualismo? ¿Una mirada ajena que nos percibe como seres deformes, incompletos, deficientes? ¿Qué tipo de colectivo social somos? ¿Dónde yacen nuestras desventajas, nuestras injusticias? ¿Qué ventanas Fuster Lavín pone a disposición de la sociedad puertorriqueña?



Estamos frente a un texto donde prevalece la narrativa única de Ana María Fuster Lavín que todos conocemos bien. En estos microcuentos, Insomnio continúa siendo personaje principal que entreteje las narraciones unas con otras y atormenta los habitantes de estas mientras la escritora retoma el micrófono para pregonar contra los abusos, la crueldad, el abandono. Nos cuenta cómo se daría esa revolución utópica luego del encarcelamiento injusto de una maestra; nos habla sobre el retorno de nuestros muertos, el resurgir de nuestras pasiones, y el trauma y los estragos que dejaron consigo los vientos huracanados; denuncia a viva voz esa maldición absurda por la que nos escondemos para amar, por respetar “a mamá”, y nos matan por besar. Retrata el qué dirán, el cuchicheo necio de una sociedad enferma cuyo mayor deber moral nunca ha dejado de ser victimizar a las víctimas, y nos pronostica cómo nuestro actual gobierno en profunda decadencia moral nos lleva a convertirnos, a pasos agigantados, en una isla olvidada donde desconoceremos nuestros nombres, seremos invisibles y no tendremos recuerdos. De igual forma, nos encontramos con una narrativa a la cual se le han dado toques de reinvención, y es por eso que este libro de microliteratura resplandece con matices: Fuster Lavín se reafirma, con fuerza, como la gran escritora puertorriqueña del gótico y la locura asqueante a la que nos sumerge la condición humana. Y es la obra con la que también hace su reivindicación feminista más palpable.


Aquí, en [Cuestión de género], Ana María Fuster Lavín le grita a la humanidad alto y claro: “Nosotras queremos igualdad de condiciones, la equidad. El machismo es violencia, es prepotencia del varón sobre la mujer, dice el diccionario. Para mí, el feminismo es que mi mamá estuviera viva”. Y también, es un libro donde plasma, con habilidad y a modo de denuncia, las dificultades que enfrentan las mujeres en un mundo de hombres; es decir, plasma nuestras luchas, desde las más mínimas y ordinarias, para darnos lugar en una estructura social dominada por hombres. Aquí hay desde cuentos que presentan las violencias instauradas desde lo cotidiano, como son las dificultades que se topan las mujeres al intentar balancear una vida desdichada (y todavía inmejorable) en la cual se dedican a trabajar, criar niños, cocinar, lavar mierdas… y hay cuentos en los cuales, con poesía y metáforas, las violaciones sexuales quedan plasmadas precisamente como lo que son: un desprendimiento del ser, una muerte lenta y dolorosa. Sin embargo, quizás lo más importante a subrayar sea que [Cuestion de género] nos asegura que, aunque el patriarcado nos intente demonizar y separar las unas de las otras, no vamos solas por la vida, y todas somos una, todas nos llamamos Ana, Laura, Mariana, Nina… porque nos fusionamos en nuestra circunstancia de ser flores marchitas con firmes convicciones.


Leer [Cuestión de género] Carnaval de sangre 2 es adentrarnos a la psiquis de una escritora auténtica y perspicaz; es sumergirnos a una oscuridad devastadora que nos arropa y acaricia con violencia social; es alejarnos de su narrativa realista y sentirnos acogidos en aquella otra donde predomina lo sobrenatural y lo terrorífico como algo que podría pasar, porque consigue evocar pesadillas más sufribles que las que vivimos. [Cuestión de género] es mucho más que morbosidad: es extrañeza, frialdad, empatía y permanecer en el tiempo. También, un aviso inquietante repitiéndonos sin cesar que, aunque sea tan breve como una mariposa, “[e]l amor es un largo péndulo de posesiones y voces abrazadas a la supervivencia y al miedo”. Este es, sin duda alguna, un grato (re)encuentro con una de nuestras mentes literarias más prolíficas, aterradoras y conmovedoras.

Pabsi Livmar
escritora puertorriqueña

prólogo [Cuestión de género] Carnaval de sangre 2

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