ANA MARÍA FUSTER LAVÍN
[Nota Editorial: El pasado sábado 31 de agosto, en la librería La Mágica, se celebró la presentación de la segunda antología del 2eo Certamen Nacional de Microcuento. Reproducimos el texto leído por la autora en ocasión del evento].
(San Juan, 2:00 p.m.) Leer es un viaje que quienes además escribimos, rompe casi cualquier frontera física y emocional. Leer nos permite conocer otras geografías, trasladarnos a otras épocas, turistear en el alma individual y social, barajear todas las posibilidades del lenguaje, enterarnos de conflictos que se libran sobre las páginas de un texto, observar las alegrías y tragedias ajenas sintiendo genuina empatía. Pues como versó el poeta chileno Vicente Huidobro “El poeta es un pequeño dios”, esto aplica a los microcuentistas, que son verdaderamente pequeños dioses y diosas de la brevedad, que juegan con la palabra y la sorpresa para retarnos intelectualmente a la reflexión y, por supuesto, al deleite literario y artístico.
Como muestra cito: “Cuando aprendí a caminar de espalda, ya era tarde. Por parecerme valiente, pasé demasiado tiempo mirando de frente el horror”, al leer estas primeras líneas del hermosamente lírico microrrelato Caminar de espalda, muchos meses antes de este inolvidable Verano puertorriqueño del 2019, sentí un golpe en el pecho, sentí tantas cosas, por su multiplicidad de interpretaciones, sentí todo un pueblo que pronto o bien despertaría o quedaría sumergido entre sombras y de espaldas. Aplaudí. Y es que así comienza el microcuento ganador de la caborrojeña Beatriz Llendín Figueroa que abre esta antología del 2do Certamen Nacional de Microcuentos 2018, dedicado al escritor caribeño José Luis González, quien en su narrativa también cultivó el microcuento, por ejemplo, el inolvidable relato La Carta.
Legado que celebramos también hoy, junto Llenín Figueroa y los demás cuentos premiados del Certamen convocado por Cedei (Corporación Cultural, Educativa y de Estudios Interdisciplinarios) y publicada por Ediciones Mágica, del que tuve el honor de ser jurado junto al entrañable amigo y colega escritor Emilio del Carril y la ganadora de la primera edición del certamen, Fannie Ramos. Quienes evaluamos y degustamos la lectura de unos 125 microtextos como críticos literarios y escritores de microtextos los tres, buscando que se ajustara a las reglas del certamen, a la calidad que caracteriza nuestras letras, por lo que fuimos muy exigentes. Tanto en su creatividad y originalidad temática y del uso del lenguaje, como de la estructura propia de lo que debe implicar en su brevedad un microrrelato, citando al profesor y crítico español David Roas en su ensayo "El microrrelato y la teoría de los géneros", en La era de la brevedad, nosotros, el jurado evaluamos aquí:
“[Los r]asgos discursivos: narratividad, hiperbrevedad, concisión
[Los r]asgos formales: estructura simple, personajes mínimamente caracterizados, espacios esquemáticos, condensación temporal
[Los r]asgos temáticos: intertextualidad, metaficción, ironía, parodia, humor
[Los r]asgos pragmáticos: exigencia de un lector activo”.
Nosotros como lectores, exigimos, en efecto que nos seduzcan, nos golpeen el alma, nos abran bien los ojos a las realidades incómodas, a todas las posibilidades de la fantasía, de la realidad y, en especial, de la creatividad.
Parafraseo aquí del prólogo del profesor Federico Cintrón Fiallo: Los cuentos aquí incluidos son un transcurrir por casi todos los conflictos de la humanidad [en general], [y de] Puerto Rico [como nuestro universo patrio]. Las relaciones humanas, las cuestiones de género y sexualidad, la crisis económica, las consecuencias del paso del huracán María, los abusos, la lucha, la política, las reivindicaciones, conforman una radiografía abarcadora de nuestra sociedad, a través de esta selección de microtextos.
Y es que para mí como lectora, jurado y escritora, ha sido un oasis de esperanza en estos momentos convulsos que vivimos, leer y descubrir nuevas escritoras y escritores con un estilo propio maduro crítico como la ganadora Beatriz Llenín Figueroa o la finalista Lara I López de Jesús, o la mención de honor Cristina Guzmán Apellaniz, y otras ya reconocidas de las letras puertorriqueñas que he leído como el tercer premio Awilda Cáez, o Zulma Ayes, Pedro Juan Ávila Justiniano, Ricardo Martí, Nanim Rekacz, Arlene Carballo Figueroa, Luis Alejandro Polanco, Maricarmen Ferrer o María Bird Picó, entre otros autores --publicados en esta antología con orden alfabético-- que gracias al certamen y la antología podemos estudiar una pequeña muestra de su obra para un total de 51 escritoras y 34 escritores, todos participaron bajo seudónimos.
La diversidad temática y geográfica de los escritores participantes seleccionados (de distintos puntos de nuestro archipiélago puertorriqueño, como de la diáspora, e incluso de autoras que hemos adoptado como boricuas) no los aleja de una unidad cultural mayormente latinoamericana, de nuestra forma particular de ver el mundo, con nuestros vivos y nuestros muertos, una diversa unidad llena de sensibilidad que se agradece, acompañada de una urgente invitación a reflexionar como individuos y como sociedad.
Caminar de espaldas, el microrrelato ganador de Beatriz Llenín, también sentencia a “Mirar al sol bajo el agua, mientras me ahogaba, fue la última revelación del error”. Y es que en nuestra imperfecta humanidad nos equivocamos tanto, pero también nos levantamos, e inquebrantables escribimos y luchamos. La creatividad nos salva. Leer es abrir los ojos a nuevas posibilidades, pero… escribiendo somos invencibles.
Expresó en una ocasión el genial autor irlandés Oscar Wilde: “Te hubiera escrito, con la esperanza de que una sola frase, una única palabra, una breve sílaba, hubieran sido como un eco de amor”. Ese es el eco de la microficción publicada en esta antología del certamen nacional de microcuentos, al leerla sentimos ese eco de palabras diversas, críticas, dolorosas, otras divertidas, orgánicas o fantásticas, unas tiernas, otras crueles, irónicas, nostálgicas, soñadoras, la decadencia y las expectativas de algún cambio. Todos estos ecos recorren la colección de microficciones que hoy presentamos.
En el oficio del poeta, del escritor, en general, fingir, morir, condenar, son todos actos de valor y autorredención, autoevaluación, de amor y muerte, ya sea del propio cuerpo o del colectivo. Así llegamos a los 2 cuentos finalistas, ambos trabajados desde la ironía: tenemos como 2do premio el orgánico microrrelato Encarnación: Un relato sin hambre de la escritora Lara I. López de Jesús que "Como todos los días el trozo estará servido a la cena, cuando Encarnación --otra vez-- fingirá apetito." Al fin de cuentas, quién de nosotras desea cenar una carne caducada, flacidad o inerte como sensorial y sarcásticamente nos narra Lara. Nuestro 3er premio se titula Ganado de la colega y querida amiga Awilda Cáez (con trayectoria reconocida como narradora) donde el alcalde, para evitar una histeria colectiva ante la sospechosa muerte del ganado proclama que las vacas murieron de amor porque había pocos toros para aparearse. No era casi paternalista el señor alcalde… pero hay rebelión al final, se le vira la tortilla, pero no caeré en ser spoiler. Se agradece en Ganado, el excelente dominio del lenguaje irónico. Como ven, ambos con finales sumamente conmovedores no exentos de un fino humor negro, muy críticos, muy antropológicos. Ambos muy buenos.
Y es que los cuentos de las tres autoras ganadoras Beatriz Llenín, Lara López y Awilda Cáez, así como de la mayoría de los textos aquí publicados se ajustan a los planteamientos de los profesores Irene Andrés-Suárez y Fernando Valls, quienes concurren en una definición de microrrelato, indicando que es un: “Texto breve en prosa de naturaleza narrativa y ficcional que, usando un lenguaje escueto y preciso, se sirve de la elipsis para contar una historia sorprendente a un lector activo”.
“La brevedad es el alma del ingenio”, dictaminó en alguna ocasión el escritor y dramaturgo inglés William Shakespeare . Y es que el microcuento es meticuloso, requiere de una gran destreza para seducir, enganchar y provocar en pocas palabras, igualmente estricto es el lector que debe degustar cada imagen, cada truco y convulsionar casi sofocado. Porque los microcuentos nos tienen que jamaquear sin explicar qué ocurrió: el escritor así pasa el batón al lector. El microrrelato, por lo tanto, crea la intensidad suficiente para retar al lector. No entraré demasiado en teoría literaria, puesto que esta antología contiene un buen prologo critico que les invito a leer, pues concurro con el profesor Cintrón Fiallo en que el microrrelato tiene que dejar (y cito) “una ventana abierta a la interpretación y la sorpresa... No tiene que expresar un posible acontecer, puede concluir el relato dando sentido o creando posibilidades a la imaginación” del lector. Ya sea desde un asesinato producto de la violencia machista visto o narrado desde la perspectiva de un gato (con influencia atmosférica de Poe), como en el microrrelato mención de honor titulado El comensal (uno de los mejores de la antología, junto a Ganado, y las otras ganadoras) de Cristina Guzmán Apellániz o en la otra mención de honor, Doble error de interpretación de nuestra autora argentina casi puertorriqueña Nanim Rekacz, donde a través de la voz ingenua de una niña, vemos la triste realidad del abuso sexual de menores. Muy logrado. Doloroso y auténtico.
Así entramos a la sección de los demás microcuentos elegidos por Cedei para esta hermosa publicación, donde los lectores encontrarán: microrrelatos fantásticos que nos llevan al origen de la humanidad, unos científicos otros poéticos que entrando al campo de la metaliteratura nos atrapan al oficio tiernamente perverso del escritor, tenemos microtextos de amor y desamor, criollistas, rurales, urbanos y actuales, de “pegás” cuernos y fidelidades, decadencia y superación, feminismo, el muy necesario empoderamiento femenino, denuncias sociales y políticas, sobre el estado colonial de nuestro país, también de chismes y silencios, hay silencios que hablan y voces que gritan callando, hay poesía y crudeza, sumisión y rebeldía, de Puerto Rico y del mundo. En fin, todo un universo humanamente literario habita en esta muestra algo desigual técnica y argumentalmente, pero que es tan diversa y unificadora como infinitos son nuestros sueños y aspiraciones culturales.
Pues tal como dice el profesor vasco Paco Bescós, parafraseando al escritor Juan José Arreola: “El microrrelato es un fantasma. El lector, el lugar de sus apariciones." Así vamos página tras página de esta antología de fantasmas, diosas y humanos que nos hechizan sorprendiéndonos conmovidos, cómplices, aterrados o riéndonos solos frente a la palabra, ante la genialidad de la creación literaria de estos escritores que han recargado nuestros sueños y la memoria de nuevas posibilidades y querencias. Son historias breves y mágicas como duendes traviesos. Retomando el estudio de Paco Bescós:
“A fin de cuentas, aquellos duendes de Shakespeare, […] veloces y revoltosos, eran imposibles de extirpar de la memoria de quienes los soñaban (pero no los soñaban). Ahí está la virtud del microrrelato. Ejercer de aparición fantasmagórica, provocar la reacción rápida, una bofetada, un estornudo, un escalofrío. Convertir al lector en una mansión encantada donde hacer sus apariciones” y añado esta casa que somos los lectores que nos dejamos habitar de palabras, y estas nos hacen empáticos, luchadores y libres. Unidos somos invencibles como pueblo. Leer y escribir creativamente nos da las alas hacia la libertad.
Un aplauso para los organizadores de este certamen, que se repita, y un aplauso mayor para todos los escritores aquí publicados. Muchas gracias.
Ana María Fuster Lavín
escritora
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