Amarilis Tavárez Vales: De la ciudad, la locura y el deleite de un cuerpo desnudo…
por Ana María Fuster Lavín
Presentar a una amiga muy querida, a una poeta admirada, es siempre un gran reto, y si para el colmo se trata de una loca nudista, el dilema es aún mayor. Comencemos su propuesta poética: esas realidades tan íntimas, las que gritan en esta sociedad disfuncional, las descubrimos desnudándonos de lo que no somos y dejando que la palabra grite. Cito a la autora:
Desnuda
Para enfrentar el renacer de mis pecados
Mis hondonadas, mis realid(h)ades
Mis mentiras, mis ilusiones.
Fragmento Realid(h)ades, Amarilis Tavárez
Nuestra poeta se desnuda y su poesía provoca, condena, su palabra es espada, y frente al espejo rompe sus cadenas de lo habitual... y es que se trata de una inconformista que grita ante la sociedad, aunque la tilden de loca ¿es loca porque dice la verdad y cómo la dice? o ¿por qué lo reconoce?, y es que Amarilis Tavárez es una voz prematuramente madura que conoce la piel de sus palabras, el erotismo sin clichés y la locura. La dualidad de una escritora que va componiendo sus versos, canciones o dardos a través de un mundo de situaciones paralelas, realidades tan simples como complejas, las seducciones del Hades, donde siempre podemos iluminarnos con la esperanza o desesperanza a través de la poesía.
Así en el Hades como en el Paraíso, o en Puerto Rico, dónde hay más de lo primero, el infierno; las realidades versadas en este poemario se perfilan a través de dos conceptos: la desnudez (bien sea quitarse las ataduras) y la locura (sea denunciarlas y reafirmarse como individuo con libertad de movimientos, expresión y sensualidad o sexualidad).
Históricamente y hacia finales del s. xix se designaba como locura a una determinada conducta que rechazaba las normas de la sociedad establecidas. Lo que se interpretó por convenciones sociales como locura fue la desviación de la norma, por culpa de un desequilibrio mental, por el cual la persona padecía de delirios enfermizos, impropios del funcionamiento normal de la razón, que se identificaban por la realización de actos extraños; es decir ser poeta.
Es esa loca Amarilis Tavárez muy cercana a la idea humanística de Erasmo de Rótterdam , donde la locura pasa a ser parte integral de la razón y una denuncia de la forma general de la crítica. Es la locura la que ahora analiza y juzga a la razón. Los papeles se invierten y dejan ver que una no podría sobrevivir sin la otra, pues ambas son una misma cosa que, en determinados momentos, se desdobla para revalidar su necesaria presencia en el mundo. Amarilis está loca, pues razona, ama y versa, es poeta, una poeta nudista, que se desviste de las cadenas impuestas y autoimpuestas, de lo que se supone y lo que no.
Amarilis a través de estos poemas nos convoca, seduce y nos obliga a ser sus confidentes. Así, comenzamos a leer su poemario ya descalzos como un ritual para entrar en su habitación de palabras; los dados están echados, no hay marcha atrás. Ante sus versos no tenemos más remedio que quitarnos los disfraces convencionales, pues ella está desnuda de idealismos, pero también cargada de esa vida que se ha encontrado de frente, como nos escribe en su poema Me presento que abre el libro: “sólo dispuesta a vivir plenamente”, “me presento ávida de placer, de amor / de justicia, de paz, de razones.” Y es que, como comenta Mairym Cruz Bernal en la contraportada: “la poesía es un acto de rebeldía”.
Repetimos el deleite de la desnudez, sin la moda del momento ni complejos para quitamos el antifaz ante el objeto del deseo, así como para enfrentarnos ante unos versos que plasman el control absoluto del ser, que radican en el autoconocimiento y la autoaceptación, Amarilis desnuda ante la moral de turno. Es momento ya de que los lectores comencemos a quedarnos en ropa interior para iniciarnos el ritual sutil de descubrir las realid(h)ades después de un largo vuelo que nos lleva a su misión. Nos dice en el poema El otro suelo:
“Aterricé fulminada de historias, cuentos de asaltos / temor de su agua con sabor a cobre. / Traía una maleta para pocos días, / un monedero listo, un corazón sin sueños.” (pág. 17).
Es la poeta frente a la sociedad, la ciudad, su país, como espectadora y actuante, dónde amar intensamente es otra locura, con su tarjeta de residencia que no es rosa ni verde, tal vez multicolor o multitudinaria como sus versos mismos, marcando un tempo apalabrado de versos largos y cortos, desde la famosa clave, al bolero y el reggaetón.
“Por alguna razón llegué a este país. / Una ciudad en(s)cementada, alumbrada y divertida / que se mece entre la risa y el llanto.” Nos referimos de nuevo al poema El otro suelo, poema urbano que nos sumerge en su música, ruidos, olores, en una ciudad tan lejos y tan cerca. ¿y qué hace Amarilis con su “ciudadanía” o su “nacionalidad de hojas”? Respuesta obvia: escribirle a esa ciudad que se le viene en las manos, con sus calles multinacionales, multiculturales, multiplicantes… ya nos atrevemos en este momento de la lectura a soltarnos el pelo y quitarnos las medias.
Ahora nos encontramos ante otra trampa social, ser todas funcionarias de una misma rutina, así con un memorando contundente nos topamos en la página 23: “El memo decía / claramente que el maquillaje es indispensable…” / “El memo dice claramente / si no eres como ellas / serás como todas.”
Tacones, maquillaje, azul, violeta, no… mejor aún colores arena, como la moda impone para la mujer trabajadora de hoy, máscaras, la moralidad según el cristal con que se mire, del gobierno de turno, o del país donde una la jugada del destino le haya tocado para vivir a cada mujer. Y es que otro de los grandes aciertos del poemario es la posición de la mujer en esa ciudad, que Amarilis Tavárez trabaja con seguridad y naturalidad, denunciando o convocando la libertad del ser interno; claro, todo puede ser una gran trampa. ¿Trampa o locura? Amarilis nos contesta:
“Oculto mi debilidad imperdonable: mi cordura / Entrego mi única arma de guerra: mi verso. / Ofrezco mi única señal de vida: mi locura.” (poema Loca, pág. 24)
Amarilis es una nigromante en el arte de erotizar la palabra, en donde palabra y cuerpo, deseo y lucha, son pasiones desgarradoras. La poeta nos muestra la piel de la palabra. Aquí cito a la escritora y amiga María de Lourdes Javier, en cuanto al poema Estadio me escribió en un mail: es en “Estadio viviente donde el cuerpo es un estadio, el estadio un cuerpo, donde ella se desnuda como mujer y se hace vulnerable tras haberlo entregado todo...”
Este es un poemario que nos invita a la relectura, para descubrir otras dimensiones, divididas con efectividad --sin indicarlo en su índice-- en los tres tiempos de un concierto, tres espacios, tres temas, la trinidad de la poeta, brillando las múltiples interpretaciones y como sus estados de ánimo, todo puede ser un gran capricho del destino editorial, pero muy bien planificado.
En la primera parte se conjugan los versos desde una ciudad (des)equilibrada (mediante los poemas urbanos: Me presento, El otro suelo, Precipitación. Plaza, Mis líneas, Memo). Como poema de transición, Amarilis moldea los versos en el poema De otra forma, para caer en su segundo movimiento en tempo allegro ma non tropo, o un bolero, donde la mujer nace, crece y se libera, para tomar el control de su vida y su cuerpo.
Aquí encontramos tres poemas que, leídos en conjunto, son excelentes obras que merecen un sitial en la nueva historia de la literatura puertorriqueña aún por construir. Son los poemas Niña, Mujer, Anciana, un viaje por la ilusión, la reafirmación, la nostalgia.
Con la misma seguridad llegamos a la tercera parte del poemario, donde la sensualidad es sinónimo de seguridad, y los versos son autoritariamente eróticos, dominando la estructura a tal grado que la economía de palabras juega con el lector y lo reta con poemas ahora mucho más cortos. Amor y soledad, pasión y control, seducción y reto, aparentan ser las nuevas armas de lucha. Concluye el libro con su homónimo Reali(h)ades como una recapitulación y reafirmación de esta mujer y poeta o poeta-mujer, loca y nudista.
Aquí llegó Amarilis Tavárez Vales para quedarse, para desnudarnos completamente lector y poeta, y formar parte de la nueva época de la poesía caribeña, con versos ricos, multirrítmicos, nítidas imágenes y con mucha seguridad. Es una poeta imprescindible, para que la leamos: “Desnuda / para enfrentar el renacer de mis pecados.” (Realid(h)ades, pág. 58). Amarilis, aceptamos su reto, esperando sus próximos versos.
Carta a la locura
Para Amarilis Tavárez Vales y sus Realid(h)ades
Hoy escribo para nosotras
para enloquecer con el maquillaje de la música
porque te leo,
y escucho una melodía desnuda,
en el más acá, de obra y palabra
de abismo y boca,
de agua y papel,
Desde nuestra locura, de vieja, mujer, niña
de la piel que quema y convoca….
y suenan las trompetas,
no es el Hades sino el espejo de otro suelo.
Estás ahí ¿me lees? ¿me escuchas?
podemos fingir cicatrices
pero no hay inventario para tantas despedidas
como para tantas complejidades del se supone:
esas mienten y se disfrazan de reglas
pero tú sabes darle cuerda al reloj y fumarte el adiós.
Estoy aquí y te leo,
te escucho,
me dices que el juego de las virtudes ha concluido:
muchas sombras huyeron por miedo a nuestra negra grieta
a la oscuridad de las verdades,
peor aún el amor,
o a los pliegues de tu poema:
que la estupidez huyó en un barco de papel
y tú ganaste la partida;
querida amiga,
esa lunática obsesión de versar,
trovadora multirrítmica, rebelde, infinita,
te salvas sobre los ecos del pasado
siempre viva, traviesa inquietante, viva
orate sagrada, sopla tus dados,
apuesto a ti
a la locura, y sus realid(h)ades
que la suerte está echada…
Ana María Fuster Lavín
3 comentarios:
Amiga de mi alma, gracias por compartir tus impresiones de mi libro, por mostrarme caminos que tal vez cocientemente no conocia. Eres un ser maravilloso, que bueno contar con tu amistad.
Estuve en la presentación, fue muy agradable el profesionalismo y cofradía intelectual y poética entre los participantes, el poema que leyó Amarilis me dio un brinco desde el vientre hasta las manos, no sé si esto también es una locura como decía la señora Ana Fuster, también la lectura de Carlos Vázquez y la presentación de Ana María fueron muy cálidas.
felicitaciones a la chica Tavarez y a la poesía
Lillian Velázquez
Pd. Ana María te debo un vino
Ana María,
es la primera vez que visito tu espacio, de hecho, llego a tu nombre y a tu poesía por el canal de Uberto Stabile, que me ha enviado (per) versiones desde el paraíso, en donde también encuentro a Amarilis, es un placer seguir conectando fuerza y poesía desde todos partes.
Un abrazo desde la mitad del mundo
Carla.
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