Daniel Torres: Letras para un abrazo a Eros
Amor, melancolia, menta y cedro
desconsuelo por las noches…
José Fevos Apolonio.
La cama es una geografía interminable. Nunca las figuras de los cuerpos al amor logran la exactitud de sus contornos, sus miedos, sus acrobacias, sus gemidos o convergencias. Octavio Paz en su gran poema Águila o Sol, nos dice que cuando dos seres se aman, el mundo cambia, y que amar es combatir. En la cama que va mucho más allá del sueño, el combate no busca otra cosa luego del tatuaje del dominio, que dejar toda la estela de su presencia y no perseguir solamente el recuerdo, sino que, se obstina en mantener el húmedo síndrome de la seducción. Cuando nos acariciamos volvemos a quedar desnudos por segunda vez luego de la ropa, la mirada o las palabras. Esa segunda desnudez del cuerpo en el pedido asalto del amor es la que comprende el nacimiento del alma. Con los cuerpos unidos, en movimiento, bajo la luz del sudor, el alma nace y se eterniza, pero la cama olvida las formas de la maravilla corporal y se vuelve a la piel, al amor, a la bellaquera. Y las sábanas vuelven a sublevarse contra esas primeras formas, y se rinden a las nuevas líneas que brotarán de los cuerpos fusionados en deseo y romance.
Pero hay algo más: los sentidos. El ser sensorial está despierto, animado, indomable, fuertemente perceptivo. La palabra entonces ocupa el lugar de la dimensión más transparente. Oscar Wilde, ya había escrito en La Importancia de Llamarse Ernesto, comedia que recoge las costumbres y seriedad de la sociedad inglesa del siglo 19, bajo la armadura Victoriana, que “el único modo de librarse de una tentación es sucumbir a ella’Usando esa premisa nos adentramos a las letras de Eros, cuyo caminante lo es Daniel Torres y su poemario De Bellaqueras bajo el sello editorial de Isla Negra. Porque Eros es también puertorriqueño y como lo describe la poeta Dalia Nieves Albert tiene una sonrisa tan tierna que sin saber nada, se nos queda al pie del recuerdo.Tras ése epígrafe, se nos presenta un poemario de caminos y conversaciones, de antipoesía y búsqueda, de lenguas enlazadas o lenguas próximas a la fiebre más deseada del planeta. Los espacios del poema quedan poderosamente habitados, la provocación es grave, el coloquio íntimo, y a la vez existential y hasta Aurelia tiene una balada que cantar bajo el signo de Lucy Favery, derretida por efecto corporal, por atracción, por la mordida del deseo, el travesti es ahora un cuerpo perfecto, desnudo, listo para hacerse a un sudor, un ritmo, un desahogo de luz.
En sus tres secciones De Bellaqueras hace el viaje entre el encuentro, la agitación, la quimera, el nombre que fue besado para quedar en soledad, el hombre besado y lector de los deseos que esperaban en una calle oscura, la esquina, la palpitacion de mar que penetra y cumple con su azote, el final antes del final, y el final después. Luego vemos hombrecitos de papel con sus penes en gozo, con su luz de asedio, con su voluptuosidad, y mucho más con el elemento lúdico.
El poeta nos juega con el cuerpo, la vista, el olfato, el tacto, el idioma prohibido que más queremos, la visitación del deseo por encima del rumor y de la sombra. Porque dos cuerpos, quizá tres, quizá mirada sobre mirada, o esos ojos que desnudan violentamente en el signario de un rostro de ternura, hacen la vida, se vive y se goza, se deslumbra el gemido y no hay cansancio. ¿Y qué del territorio, libertad?, es el elegido por el poeta Daniel Torres, porque la libertad en la sensación y en el cuerpo son los dominios que se aspiran para el poema exacto, la imagen definitiva, el asomo a la eternidad.
Los poemas asombran por el baile logrado entre la sencillez, la accón sensorial, la elegancia, y su vez la cotidianidad, y porque, una vez más el tema del deseo se expresa desde otra ventana sin dejar rastro a la imitación. La autenticidad del sentir-nombrar, hace de éste poemario uno de esplendor propio, de camino a recorrerse, y de poemas futuros.
La primera parte del poemario titulada, Del Placer a la seducción y otras formas del deseo, ya nos aborda en la interioridad, en lo sugerente atrapado en el silencio, en solamente los ojos o el clima del rostro. En la segunda parte Hombrecitos de papel entramos al contacto, a la calle donde ocurren las flamas del enlace, al cauce de la intimidad al aire libre, a la grandeza del tacto expresado, al orgasmo, pero también a lo inconcluso, a la fuga de la imagen, que puede ser también un episodio de soledad. La tercera parte, Amarte con la ternura del semen tibio consigue expresar los deleites del amor, y tambien lo múltiple del placer, lo innumerable del placer, lo necesario del placer.El amor no tiene máscara, ni enseña fronteras, se da, y se da lleno y majestuoso, y también con ternura.
De ballaqueras,
es un libro de geografías mágicas y propias en la música irrepetible que puede brindar el amor, de la mano con el placer, pero también el espíritu. Daniel Torres conquista la palabra porque la necesita, la ama, la desnuda, la erotiza y la palabra misma le brinda la imagen y el viaje. El libro tiene la partitura exacta al cuerpo que se quiere cantar, amar, repetir, y olvidar. En Daniel Torres, tenemos una poesía de excelencia, y de testimonio bajo el brazo de la vida. En Daniel Torres siempre encontraremos a un auténtico POETA. Enhorabuena.
Mario Antonio Rosa
San Juan, Puerto Rico
20 de abril 2009