martes, abril 24, 2018

Ed. Aguadulce anuncia su próxima publicación e inicia colección de poesía para jóvenes


“Con permiso, ¿ya les dijimos que este libro de Ana María Fuster Lavín sale muy pronto, y que con él inauguramos la Biblioteca Manantial, nuestra colección de poesía para jóvenes de 13 a 113 años? Pues eso. Estamos contentísimos en Ediciones Aguadulce. Es un libro precioso.”

ESTACIÓN BAJO LA LLUVIA

puente de pétalos
maullidos susurros
zigzag recuento de vidas
un corazón se pierde
bajo la sombra de una voz perdida
y tan solo una mirada fue raíz

¿acaso morimos a falta de espejos?

lápidas a la orilla del camino
un gato huye de sombras
he muerto de pisadas versos
al otro lado de la lluvia

¿estarán allí los latidos de la palabra?

amanece la flor
quizá la esperanza no ha muerto
y sigo viva

Ana María Fuster Lavín
Última estación, Necrópolis
(Ed. Aguadulce, 2018, págs. 68-69)

Desde 2014, regresa en 2008 Necrópolis en su tercera edición, o una renovada versión de estos poemas de amor, resistencia, locura y muerte que es un renacer de pasiones, luchas y esperanza en Última estación, Necrópolis  de la mano y profesionalismo de Ed. Aguadulce de la bibliotecaria, editora y escritora Cindy Jiménez. Necrópolis, que originalmente fue una edición limitada artesanal cosida por la autora y el escritor y traductor David Caleb Acevedo, ahora sale en una hermosa publicación dirigida al público preadolescente, adolescente y adulto.  Porque se versa en códigos sobre los temas universales que nos tocan desde esas edades, acerca de todas las posibilidades de amar, de construir y sobrevivir en la ciudad, sobre la muerte que es también el inicio de nuevas etapas de la vida y del desarrollo humano. Conserva la mayoría de los poemas originales, pero incluye casi una decena de poemas que no se encontraban en la versión original

Además, esta nueva edición incluye con un extraordinario prólogo de Eïrïc Rïchter Durändal StormCrow (David Caleb Acevedo)  escrito en 2016, quien explica

“En este hermoso poemario, la poeta nos presenta la muerte como una comunión de almas: las vivas con las vivas, las muertas con las muertas, y todas entre sí. Me recuerda la potente novela The Graveyard Book, de Neil Gaiman, en la que ocurre la Danza Macabra, un baile de gala en la plaza del pueblo en el que los muertos bailan con los vivos, al final del cual, solo los muertos recuerdan lo sucedido. Así mismo es el vuelo poético al que se somete quien lee este poemario.

Los cementerios hablan de épocas que terminan («¿Seré aquella sombra / sin cuerpo que va pasando?», del poema «Eutanasia»). El abandono de las pisadas sugiere caminos que se terminan. El hecho de que escriba esto hoy, bajo la sombra que me proyecta la muerte de uno de mis cantantes favoritos, cobra mayor importancia. Recuerdo que esto mismo sentí cuando murió una de mis escritoras favoritas, Diana Wynne Jones. Los caminos que se interrumpen en un cementerio, a menudo para siempre, es lo que forman el luto. Pero este luto trasciende los personalismos, puesto que el poemario sugiere que el luto es ancestral y comunal, y el silencio es compartido por todos y todas. Asimismo, en el cementerio no hace falta la esperanza, y por eso se marchita. Después de todo, siguiendo el mito de Pandora, la esperanza es un vicio, un mal, una distracción que se quedó atrapada en la caja. Y qué bueno que haya sido así.” (págs. 10-11)


MALABARISMO PSICÓTICO PARA LA URBANA


cuando se lee poco se dispara mucho
René Pérez, Calle 13


Ser pájaro y pincel
de rabia en mano:
se dispara una bala,
es la danza de los insomnios
hasta girar
ensordecidos en el hambre de sombras
morfinados hasta el vértigo
como disparar y versar
el sexo de las calles.

Y girar otra vez.

Subo y bajo
las manos se pierden en la ciudad
de opio tornasol
puta sicodelia de ritmos y bocinas
resucitada frente al semáforo
aplaudo y río
tiro los platos al aire
quizás, otra bala.

Y girar otra vez.

Regreso a la sangre cargada de sueños
es más fácil morir que escribir
donde mueren las jaulas
tal vez, un balazo para otra muerte
y le toco la clave a mi amante
somos libres ante el capricho de las verdades
y retorno al malabar de la palabra
al ritual de la urbana
que ya muero
para dejar de escribir y girar.

Ana María Fuster Lavín  (págs. 52-53)

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