viernes, marzo 31, 2017

Espejos y náufragos de Ana María Fuster (Carnaval de sangre)


Espejos y naufragios

 

 

 

1

El mar besa la punta de un poema que se encontraba a la deriva. Este pare miradas como voces silentes que llueven caricias y esperanzas. Allí, un arcoíris les pinta alas. Ahora vuelan al otro lado del espejo hasta liberar sus palabras hacia el horizonte.

 

 


2

El espejo serpenteaba náufragos y otras muertes anónimas. Llegado el amanecer, un arcoíris entró a la recámara. Las manos se convirtieron en mares. El salitre llovió dos cuerpos acompasados. Estos danzaron zigzagueantes hasta parir palabras como golpes de salitre. Ha nacido un poema en vuelo libre hacia nuevas marejadas.

 

 

3

Después de tantos días a la deriva y sin hablar, el hombre logró llegar a la orilla, pensó en su reflejo en el agua que durante la catástrofe. Ese que le dijo que le regalara la voz y lo salvaría. Esa noche volvió a conversar con la dueña de la pensión. Mientras dormía sus palabras se hicieron añicos, inundando la recámara del náufrago quien murió ahogado a falta de un espejo.

 

 

 


 
4

Mirarse al espejo y ver aquel poema sombreado en el recuerdo. El instante cuando el arcoíris señaló tierra firme a los náufragos. Ellos, los condenados por olvidar su origen, nadaron la canción de los liberados, soltando las palabras que podían. Cada sílaba los acercaba a la orilla, cada letra les ofrecía una esperanza. Las gastaron todas. Sobrevivieron, mas quedaron mudos.

Ana María Fuster Lavín
Carnaval de Sangre
(2da ed, San Juan, Ed. EDP University, 2016)
 

 
La vida de las palabras
 
Despierta, ven aquí, ven. Las pequeñas voces en la sangre la quemaban tanto que despertó. La vida, esta es la vida. Ella abrió los ojos. La recámara oscura contrastaba con el luminoso amanecer a través de la sucia ventana. Ven con nosotras, vive. Se levantó de la cama, tropezando con las botellas de vino vacías, bolitas de papel y libretas de anotaciones que había por todos lados. La soledad palpitaba palabras y olor a mugre. Libéranos. Observó la computadora dañada por un virus. Se tapó los oídos, pero las voces de la sangre gritaban cada vez más fuerte. Libera nuestras palabras, vive. Agarró un cuchillo y se cortó las venas de ambas muñecas. Gota a gota sintió la vida de las palabras. Murió.
 
 
Ana María Fuster Lavín
Carnaval de Sangre
(2da ed, San Juan, Ed. EDP University, 2016)

jueves, marzo 30, 2017

Escritor invitado: José H. Cáez-Romero

 
 
 
Silencios de Papel invita a leer el poemario Cicatriz de fuego (Ed. Isla Negra, 2017) del poeta y educador puertorriqueño
José H. Cáez-Romero.
 
 
10.
He visto caer mi pelo
en el abismo.
Los años, inútiles, pasan.
El tiempo, indomable levedad
que nos adelanta en silencio,
enemigo siniestro, comezón de canas
y arrugas que se hacen presentes
para reírse más y más y más cada día.
Muy al fondo
por esa esquina entre el ojo
y la agudeza  de los sentidos
se teme a la ausencia y a esa transición con lo eterno,
a la soledad que nos promete un grito desesperado
tímidas vocecitas que acorralan en el espanto
la inmediatez del beso.
La fuga, devoradora por siempre
de nuestra estancia,
transmutación de lo enorme
que podemos ser
pero que no somos y que ni siquiera intentamos.
el miedo de siempre que no se va
la angustia que insiste en la culpa y el adiós.
 
La complejidad, el espejo
el no creerse demasiado
para no comprometerse con
lo que se hace, quizá para no abrirse
y esperar a que los fibroblastos
acarician la carne y nos abracen,
para que sitien su permanencia
y tengamos que vivir mirando
y sabiendo.
Para que tengamos que vivir escondiéndonos
y renunciar.
Nada gira nunca como pensamos
al fin de cuentas,
la magia de los dioses siempre nos abandona.
 ¿Qué queda?
Las cicatrices siempre se quedan.
Nosotros, a veces, no.

 

 

Cicatriz de Fuego

 
Todas nuestras huellas son
el miedo, la traición
el llanto incontenible,
los espejos en cuyas luces
aparecen las visiones
de lo que jamás seremos.
La muerte de las estrellas
la ausencia de lo querido,
los espacios que jamás
llenaremos y que jamás
serán comprendidos.
La mentira que es el tiempo
la memoria que nos asalta
con la alegría más fiera
y que esconde tras su sonrisa
la más grande de las heridas abiertas
que es el olvido,
el espejo momentáneo
que es la felicidad.
La batalla eterna de los mortales,
la sangre que siempre ronda en la fuga
la furia contenida.

Pero también la valentía
las carcajadas compartidas
la sonrisa que nos da la chispa necesaria,
el tacto bien logrado,
la mano tendida para otra acción
diferente a la de los adioses.
La relatividad más allá de la cara de un anciano,
el cariño que nace espontáneo
así como el aire y la luz.
el abrazo, la confianza
la lucha en pie de búsqueda
el aceptarnos con el remedio intencionado
de hacerlo sin manifestaciones
ni chantajes escondidos.
La explosión del cosmos,
La creencia, la querencia, la vivencia.
Las marcas ajenas, las propias
Que nos anuncia la victoria sobre la dejadez.
La hoguera como centro único
De nuestra existencia y de nuestra permanencia.

José H. Cáez

 
 



En la invitación (a modo de prólogo), comenta el escritor español José Ovejero sobre Cicatriz de fuego de José H. Cáez-Romero: 
 
“[…] este libro es una indagación de lo que podemos y lo que no podemos creeer, de lo que constatamos y sin embargo no conseguimos descifrar. Solo se puede poner en palabras, y en eso la poesía no es muy distinta a la ciencia, lo que es seguro: la cicatriz, las heridas, la sangre, el cuerpo. El dolor comienza ya a ser un concepto demasiado abstracto. Y también el recuerdo nos engaña, aunque lo necesitemos una y otra vez para reconstruirnos, para saber cómo hemos llegado aquí. […]”

 

miércoles, marzo 29, 2017

Poeta invitada: Lala García


"Amándote mujer es como la vida misma 
la caricia de la virtud de olvidar y continuar el camino 
sin amargura"
-Viento Serena


De esos idilios que nos hacen playa 
 
He detenido en mi lengua el sabor de tu mar
que tus caracolas sé sientan las reinas de mi boca 
y tu arena sea el velo sedoso sobre este cuerpo hambriento 
 
mujer que te vuelves diosa azul en mis sueños
diadema de algas rosadas
y una perla nacarada en tu ombligo 
hoy te hago un altar en mis surcos 
para que tus pies recorran mis cavidades 
hasta el delirio
Ese celeste que sólo nuestro cielo conoce
nos une hasta la muerte 
aunque los morales no nos condonen
pero es este sentir que sólo tú y yo conocemos 
nos hace dueñas
de nuestras playas y nuestros cuerpos 



Lala García

 (1968- )

"De madre mayagüezana y padre caleño, nace un dos de abril de 1968 en el pueblo de Mayagüez. Ha vivido la mayor parte de su vida en el pueblo al que ama, Hormigueros, en la misma casa de infancia. Esposa, madre de artistas y escritores y también y abuela insoportable. Estudió educación en la Universidad Interamericana  y fue maestra en el Colegio Presbiteriano Rhema, de donde se jubiló para dedicarse a la literatura y la gesta cultural de lleno, fundando y presidiendo el colectivo artístico, Las Musas Descalzas. Tiene dos libros publicados y varios de sus poemas y ensayos han sido publicados en varias revistas literarias nacionales e internacionales. Su único fin es pasar por desapercibida, pero que su obra sea un peldaño para su patria. "



Insufrible memoria
 
He vuelto a morirme un poco
derramada mi hiel sobre cada utopía decretada 
trazo de mirada en el cambas do plasmó el deseo que me pintó pecadora 
y esta noche las pesadillas danzan sobre mi cuerpo que te reclama
 
Vuelvo a morirme mientras me nombras
voz que detiene mis latidos con su lengua 
derribándome en la arena que quiso verme tuya 
más lloró al verse devuelta en nada
 
Morí pronunciada en tu boca
detallada en cada monema que quebró el sonido de este anatema 
dilatando el pensamiento con el cual me vestiste al desvestirnos 
sin estar desnudos y sin estar 
 
sigo muriendo 
asesinada
por tu voz de beso 
me muero 
dejando sobre tu cuerpo
el anhelo de volverte infierno 
Lala García

martes, marzo 28, 2017

2008 El predicador se retira

Ana María Fuster Lavín
Feria internacional del libro, Santo Domingo 2008, "El predicador se retira" del libro de cuentos: Bocetos de una ciudad silente (Ed. Isla Negra)
video Alexei Tellerías

La catedrática Alinaluz Santiago presenta a Ana Maria Fuster

2013 presentación de la novela (In)somnio en la Universidad de Puerto Rico-Humacao

Anónima de El libro de las sombras... Ana María Fuster Lavín


martes, marzo 21, 2017

fragmento Mariposas negras y denuncia contra el abuso sexual en adolescentes Lcdo Ramírez de León, y Bosco Noriega

"[...]porque la literatura también retrata y denuncia a través del arte lo que viven demasiados adolescentes, en Mariposas Negras de la narradora Ana María Fuster Lavín se emplea un lenguaje que va de lo lírico a lo crudo para retratar los sentimientos de la adolescente víctima y lo duro realista para gritar lo que tantos pretenden silenciar. El octavo capítulo, de la parte II de la novela de fuster lavín es un buen ejemplo del dolor-belleza-denuncia-grito en este libro [...]" Bosco Noriega, fotógrafo puertorriqueño


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                 Mariposas negras
 
II.
Las alas de la noche
Capítulo 8
Todos nos respiramos. Los unos a los otros. Nos escupimos y hasta nos estornudamos a cada rato y no nos damos cuenta de que entran pequeños pedacitos de otros en nuestro cuerpo. Camino y respiro a los que vienen y van. Me lleno de recuerdos ajenos y me libero de los míos. Sigo mi camino y espero a que me inhale algún turista y me lleve lejos, de regreso a su tierra, a otra ciudad, a otro país.
 Llego al Puente Dos Hermanos. El silencio fue mi único hermano en las tardes de la infancia. Laura tiene a Lucas y con él de seguro no se le olvidarán las capitales del mundo. Tampoco tendrá vacíos en ese rincón de las noches cuando necesitamos una sonrisa confidente. Aquí estoy, conmigo. Recuerdo aquella vez que mami quedó embarazada de un ex. Lloraba tanto. Supongo que de miedo al principio; luego de alegría (yo estaba feliz con la idea); al final ambas lloramos de despedidas. Creo que ella también deseaba darme ese hermanito. Este silencio a veces se colma de gritos torturados.
Respiro profundo los susurros del salitre. Me siento en el borde del murito cercano al paso de peatones. Abajo está la playa. Mis piernas cuelgan. Ojalá pudiesen llegar al mar, sentir el agua en mis pies. La luna llena y el rugido de las olas alivian mi asco, mi dolor, las lágrimas, recuerdo esos horribles monstruos Sin Ojos; me digo que no tengo de qué preocuparme, que ellos solo habitan en las pesadillas. Pasan los carros y el coro de los demás, el reguetón, la salsa, el rock, los ringtones. Ya no odio a mamá. Nunca la he odiado. En estos momentos, estará dormida, borracha y mañana ni recordará lo que me dijo. Encontrará otro trabajo pronto. No suele estar sin trabajar más de una semana. Siempre hay mugre que otros están dispuestos a pagar para no tener que bregar con ella. Siempre es conveniente que otros recojan nuestra mierda.
Hoy Laura se fue de la escuela más temprano de lo usual. No le importa tanto que su papá esté reportado desaparecido; le preocupa su hermanito. Me dijo algo de un pálpito que tiene sobre Lucas. No la acompañé a casa aunque hubiese querido. Los últimos meses he preferido mantener distancia con sus padres. Su padre actúa como si no se acordara de todas las veces que me quiso hacer mujer en sexto y séptimo grado, y que, en efecto, lo cumplió comenzando en octavo grado. ¿Dónde se habrá metido ese hombre?
La última vez que me tocó fue aquel día que llegué a visitar a Laura sin avisarle primero. Ella había salido con su mamá y hermano a pasar el día con los abuelos en Cayey. Cuando llegué, su papá me abrió la puerta.
—Entra, Mariana.
—Vine por Laura. Vamos a estudiar juntas.
—Ay, no te dije. Ellos están en Cayey. Ven, te invito a merendar. Estás tan hermosa, que sería una pena dejarte ir.
—No quiero molestar —dije y me di la vuelta para irme, pero él me tomó la mano y me llevó hasta la cocina.
—Disculpa, hermosa. No te incomodes, esa faldita de cuadros te queda… Sabes, mi mujer usaba una así el día que la conocí. Ella estaba en tercer año, yo en segundo de universidad. No tenía tus caderas redondas, pero era divertida. Viajábamos, teníamos cada clase de aventuras… Ahora, nada, ni me atiende como hombre. Solo le importa el dinero y las tiendas. Tú sí sabrías atender a un hombre. Mamita, qué bella estás.
—Yo… —empecé a decir, pero no terminé. Él
puso un dedo sobre mis labios, para silenciarme con
una coquetería que me desconcertó.
—Lo que quiero es tener con quien hablar. Voy a atenderte como a una diosa. Imagino que tienes hambre, mucha hambre. Y no te imaginas cuánta tengo yo.
La verdad es que tenía hambre y la picadera me parecía de lujo. Llegué hasta a pensar que el pobre hombre solo se sentía solo. Me sirvió una copa de vino, me ofreció un plato con quesitos, aceitunas rellenas, unos pastelillos de salmón. Comentó que el vino es de no sé qué viñedo francés; que una chica guapa como yo debe degustar las cosas buenas de la vida. Halagó mi cabello, me soltó la coleta, me lo peinó hacia atrás y separó dos mechones largos sobre mis pechos, jugando con las puntas del cabello. En algún momento, me rozó los pechos. No le presté demasiada atención a sus historias de la juventud. Hay cosas tan ricas que jamás pensé probar; otras tan malas que nunca hubiese querido comer.
 
Ese día cumplió su promesa: me hizo mujer. Acababa de cumplir trece años. Después de dos o tres copas de vino, me llevó a la habitación que usa como despacho. Casi voy patinando por el pasillo, como si el pasillo tuviera una marejada. Llegamos al sofá. Tenía la vista nublada, pero observé esa sonrisa particular que ya le había conocido. Me quitó los zapatos y me masajeó los pies. Eso se sintió agradable, tan agradable que por poco no me daba cuenta del momento en que se acostó sobre mí para desabrocharme los botones de la blusa y el sostén. Con dedos y lengua, comenzó a jugarme con los pezones. Traté de empujarlo, pero a ese punto no tenía la fuerza suficiente. Escuché su risa como si viniera de tan adentro de su cuerpo que producía un eco. Me pasó la mano por la frente y me acomodó el cabello casi de forma paternal.
—No temas, es rico. Esto es lo que hacen los hombres cuando les gusta una mujer —dijo, y me quitó los pantis.
Traté de levantarme y me empujó de nuevo al sofá. En ese momento, miré el abanico de techo, que daba vueltas en cámara lenta, y levanté mis brazos para volar, pero había perdido mis alas. El hombre se bajó los pantalones y me mostró su pene duro.
—¿A qué soñabas con uno de estos? —Empezó a frotarlo frente a mi rostro. 
Me exigió que se lo chupara, pero me dio tanto asco que vomité. Me limpió, riéndose y diciéndome ñoñerías. Luego, pegó su cara a la mía. Olí su perfume de galán fundiéndose con un aliento amargo a vino y queso. Pasó su lengua por mi rostro y me obligó a agarrarle la erección. “Algún día lo disfrutarás más que a un caramelo”. Lo metió poco a poco entre mis muslos. Me volteó y me lo pasó por las nalgas, para que lo sintiera por atrás, pero no me penetró. Me palmeó las nalgas y volvió a girarme. Estaba mareándome. Vi las fotos de las paredes; en una, Lucas luce serio observando un gorrión; otra era una de Laura conmigo brincando la cuica; y otra era la foto de bodas de sus abuelos de Cayey. Justo en ese momento, sentí su pene entrando en mi vagina. Lo sacó y me lo mostró. Mientras, yo solo tenía tanto frío...
—Nuestro secreto, Marianita, disfruta. Voy suavecito. Qué rica estás… —Traté de soltarme, pero me aguantó fuerte por el pecho—. A que así te gusta, perrita, menea.
Estaba mareada y me dolía demasiado. Su pene entraba y salía; entraba y salía. Me impregnó de su sudor espeso y sus gemidos. Mientras me penetraba, pensé en Laura para no desmayar, casi logro sentir su aroma a perfume de lilas... Creía que nunca terminaría. El tiempo ha muerto. Laura… Lloré en silencio. Estaba muy débil. No sé si al final me desmayé o me dormí.
Abrí los ojos. Confundida, miré mi alrededor. Desafortunadamente, no había sido una pesadilla. Tenía unas nauseas horribles. Él ya no estaba conmigo, pero me dejo trancada allí, en la oficina del apartamento. Mi corazón estaba a punto de reventar.
¡Hasta que los demás llegaron! Escuché las voces de Laura cantando y de Lucas con sus capitales, pidiendo chocolatina. De seguro estaban en la cocina. Me vestí rápido. Me dolía todo y tenía algo de sangre entre los muslos. Agarré unos Kleenex y los puse en los pantis para no ensuciarme. Me escondí bajo el escritorio. Tenía tanto miedo de que me descubrieran que volví a vomitar en una pequeña papelera. Eché encima un periódico para ocultarlo. El ruido de mis latidos retumbaba. Alcancé un celular, pero estaba bloqueado con contraseña.
Ya casi era de madrugada, todos dormían. Yo también. Vuelvo a encontrarme en aquel callejón mi recuerdo más remoto de la infancia. Allí están los Sin Ojos, les grito para que finalmente acaben conmigo, pero pasan de largo sin reconocer mi presencia.
El papá de Laura entró a la oficina, me empujó suave los hombros y salimos en silencio al estacionamiento. Me llevó a casa. No le hablo por el camino. Él fumaba mientras tarareaba una canción de Reo Speedwagon. Me dijo al despedirse que todo había estado delicioso, que soy una mujer especial y que si llego a tener diez años más, se divorcia y se casa conmigo.
—No llores, Marianita. Yo te quiero. Me gustas mucho.
—Si me vuelve a tocar, se lo digo a Laura. Y si la toca, juro que lo mato.
—Tú no harías eso. Mira, lo nuestro un secreto muy lindo… Nunca lo olvidarás y yo tampoco.
—Tiene razón. Nunca lo olvidaremos.
Agarré un lápiz con punta que encontré en el asiento y se lo entierré en el muslo lo más fuerte que pude. Gritó de dolor, logró sacarse el lápiz enterrado y lo tiró por la ventana. No volvió a hablarme. Me separé de él lo más que pude. Estaba segura de que me iba a abofetear. No lo hizo. Solo se aguantó la herida con un pañuelo. Me di cuenta de que quería
decir algo, pero se quedó callado. Antes de bajarme del carro, le escupí la cara. Caminé a casa temblando y vomité de nuevo antes de llegar a la puerta. Eran las 5:30 de la madrugada cuando me acosté en la cama y lloré hasta quedarme dormida.
Ese día fue el mismo en que me bajó la menstruación por primera vez.
¿Y si pudiera volar? Dejar de sentir. Arrojarme de este puente y beber el aire mientras me voy perdiendo entre las olas, hasta ser salitre. Ser un poema, una noticia en los titulares del periódico sobre una suicida, una adolescente muerta, desconocida, convertida en mariposa negra.
 
O yo misma ser invisible."
 
Ana María Fuster Lavín, Mariposas negras, San Juan/Santo Domingo, Ed. Isla Negra, 2016, págs. 58-63
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Notas sobre el abuso sexual contra adolescentes, a propósito de Mariposas negras de Ana María Fuster Lavín
 
Mariposas negras(Ed. Isla Negra, 2016) de la escritora puertorriqueña Ana María Fuster Lavín nos obliga a visualizar y confrontar temas difíciles con los que lidian muchos jóvenes adolescentes en la actualidad, como la violencia de género y la sexual, así como abre un espacio para la discusión y comprensión de la orientación sexual. 
En particular, el abuso sexual contra los adolescentes es mucho más común de lo que se piensa.  Se da en todos los estratos sociales, y en casi todas las sociedades alrededor del mundo.  Incluso se ha dado entre Jefes de Estado y personajes poderosos. 
 
Sufrir violencia sexual durante la adolescencia es una de las experiencias más traumáticas y dolorosas que pueden vivir los jóvenes.  Las estadísticas demuestran que precisamente la adolescencia es la edad de mayor riesgo.  De acuerdo con el Departamento de Salud, la violencia sexual es un problema de salud pública que afecta física, emocional y socialmente la salud integral de la persona, su sistema de apoyo y su comunidad, a corto y a largo plazo.  
Las consecuencias en las víctimas son terribles.  Las secuelas de salud física, condiciones de salud mental, ausentismo, disminución de productividad y costo social de la violencia son de gran magnitud. Sin embargo es un problema prevenible mediante el aumento de factores de protección (educación, ofrecimiento de apoyo, promoción de recursos disponibles, investigación, capacitación y alianzas multisectoriales) y la disminución de factores de riesgo (inequidad de género, violencia familiar, problemas de salud mental y tolerancia social a la violencia). Por sus consecuencias e implicaciones en la salud física y mental de las víctimas, se estima que la agresión sexual es el crimen más costoso para el Estado. Aparte de las consecuencias físicas, tales como heridas, embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual y disfunciones sexuales, en los jóvenes que han sido víctimas de agresión sexual permean condiciones de salud mental como depresión, miedos, baja autoestima, trastornos, estrés postraumático, e ideas autodestructivas, incluyendo el suicidio.  Esto puede tronchar y desfigurar la vida de muchas de las víctimas, y afectarlas hasta la adultez. 
En el 2014 la Policía de Puerto Rico informó un total de 1,718 querellas de agresión sexual (incluyendo los delitos de violación, sodomía, agresión sexual conyugal, actos lascivos e incesto). La mayor parte de las acusaciones son por actos lascivos, seguido de violación y violación técnica.  En el periodo de 2013-2014 las salas de emergencia de la isla reportaron haber atendido 757 casos de agresión sexual (86% de registros recibidos de toda la isla).  Aunque esta es una cantidad alarmante, el Departamento de Salud entiende que la violencia sexual es uno de los crímenes menos reportados, esto debido a la naturaleza de los hechos, las implicaciones y el estigma que tienen estos eventos.  
 
Veamos algunos datos que hacen que la violencia sexual contra los jóvenes sea una verdadera pesadilla.
 
·         La violación es un problema de la juventud porque la mayoría de las agresiones son contra niñas/os y adolescentes. En Puerto Rico, el 57.6% de los casos son de menores de 14 años.  
  • Puerto Rico ocupa la posición número 17 en las tasas de maltrato de menores al compararlo con otras jurisdicciones de Estados Unidos. 
  • Un 22% de las sobrevivientes son menores de 12 años. En Puerto Rico el 40.5% es menor de 13 años.  De hecho, en comparación con los otros grupos de edad, la tasa más alta de abuso sexual (6.6%) se observó en el grupo de 12 a 14 años de edad.
  • El 92% de los casos la víctima conocía a su agresor(a). Más de una tercera parte (35%) de la totalidad de los casos el agresor es un familiar de la víctima.
  • Para el año 2010 se reportó que en EE. UU. ocurrieron 1, 270,000 violaciones a mujeres.  El 42.2% son agredidas sexualmente antes de los 18 años.
  • La tasa de violencia sexual reportada en Puerto Rico por la Policía es de 56 víctimas por cada 100,000 habitantes. Es decir, cinco víctimas diarias.
  • Las heridas físicas no genitales ocurren aproximadamente en el 40% de las violaciones; el 3% requiere hospitalización.
  • Entre los síntomas a largo plazo en las sobrevivientes se ha identificado: dolor de cabeza crónico, fatiga, perturbación del sueño, desórdenes alimentarios, disfunción sexual, intentos suicidas y aumenta en el riesgo de uso de sustancias controladas.
  • Las sobrevivientes de agresión sexual conyugal o de violación en una cita, están más propensas a presentar cuadros de depresión, fobia social y otros problemas psicológicos hasta 15 años después de la agresión si no se le ofrecen servicios de ayuda.
Es importante la discusión de estos temas, de manera que nuestros jóvenes conozcan e internalicen que el abuso sexual y la violencia de género es inaceptable e incluso es un delito.  Y como abogado, es importante que nuestros jóvenes conozcan que no están solos, y que tienen remedios y herramientas legales para defenderse de los ataques sexuales.
 Por último, como lector, puedo decir que la nueva obra de la Ana María Fuster, aparte de mostrar su dominio en la narrativa del arte gótico urbano, es un gran thriller psicológico con un final inesperado, que nos invita a acariciar la esperanza, hasta resurgir en un nuevo presente, ese que aspiramos a crear a partir de la comprensión de nuestra humanidad.
 
Lcdo. José Luis Ramírez de León
abogado puertorriqueño

Mariposas negras, a la venta en librerías de Puerto Rico,
fusterlavin@gmail.com  o editor@islanegra.com
Isla Negra 787-763-0178

lunes, marzo 20, 2017

Peces del Subsuelo, lo nuevo del escritor dominicano Alexéi Tellerías


fragmento del cuento Livin' la vida under:

 “Somos los under. Somos los rosca izquierda, complemento de esta esfera. El tumor benigno que han intentado extirpar, infructuosamente. La voz que grita bajo el subsuelo. No podrán callarnos. No han podido, por más intentos. Seguiremos con nuestra mirada en trescientos sesenta grados. Por más arcillosa que sea la existencia, continuaremos viviendo y dejando vivir, viendo y dejando pasar, defendiendo nuestro derecho a la inconformidad. Y por más brega que dé aceptarlo seremos zurdos en este mundo de derechos.”  Alexéi Tellerías, Peces del subsuelo.



Sobre Peces del subsuelo de Alexéi Tellerías Díaz:
"Unas veces a pie, cuando se puede en taxi, recorremos las calles de la Zona Colonial dominicana en ritmo de rock. Escuchamos, vemos y hasta podemos oler la urbanidad, a través de un lenguaje coloquial bien logrado, con sus análisis sociológicos y un sólido sentido del humor. El escritor dominicano Alexéi Tellerías nos presenta aquí un retrato exquisito y transgresor de sus noches citadinas. Un narrador, en voz de rockero, narra sus (des)aciertos a través de las narraciones que componen su primer libro de cuentos Los peces del subsuelo.  Realidades en su mayoría fuertes e inmediatas  como dardos en la palabra. Pensar que este patético mural que pintaste con tu sangre y venas como pinceles sigue aquí como testigo mudo del día en que el mundo te escupió y les respondiste con la misma moneda (Gatillo 100). Estas estampas antropológicas urbanas de Alexéi Tellerías, profundas y cargadas de un grito de autenticidad y libertad, marcan ya su lugar contundente en la joven literatura dominicana." 
Ana María Fuster Lavín, narradora y poeta puertorriqueña.