viernes, marzo 31, 2006

Poeta invitada -- Leticia Ruiz


Entraña entretela citadina
por Leticia Ruiz Rosado

Es este desierto
hábitat desde un exilio
entre drogas y balas
plasmadas en canvas
circo de velos, cautiverio de lienzos y velas.

Estancias vacías
de elucubradoras esperas
la lira se pierde
entre robles de paso, sin luz, sin linterna.

Entre rejas se duermen
no canta el pequeño
cantor, extinto de un pueblo:
eco sin luna en hipócrita guerra.

Arman cajones y
fachadas de vidrio,
vitrales a destiempo
en ciudadela sin adoquines
rojos o azules zapatos
una historia sin señas ni prendas.

¡Ay! caminitos sin plazas…
catapultan hedores de asfalto: rostros sin ojos
estrabismo lunar ya ni el sol acuarelas colorea.
¡Cuánto dolor, cuánto espanto!
en las calles de mi tierra.

Me pregunto iracunda:
habrá albas, atardeceres o anocheceres
sin celda.

¡En la ciudad
que me habita
cuánta extrañeza
el viento colorea!

Contemplo en lontananza
el azul mar que nos rodea…
y alzo mi mirada…
para que ni uno
de mis hermanos se pierda…


Entonces diseño atardeceres tornasolados
medias lunas con tules y flores de estrellas
albas cual rayos dorados sin límites ni cegueras.
y escucho la roca que borda verdes enredaderas
Y el agua que canta junto a los zorzales y a los niños
que juegan entre los robles de mis entretelas…

Ecos de un Mozart lozano…
música azul… resuena…
mientras la frágil fe… sortilegios
de milenarias lunas llenas… corren
mis entrañas sin ataduras mis venas.



Crepitar silente de eternos mañanas


En el suave
batir de olas
dialogan
voces exangües
de puro silencio.

Es ese mar
horizonte de
azules mañanas
entrecruzados
por el crepitar
silente de eternos destellos...

En ese silencioso
mar que se calla
se repiten naranja azules
sempiternos acordes
de tiempos mejores.

Ahógase entre
marullos y naranja
soles la tibieza
y languidez del
silencio auto impuesto.

Reconocemos
entre abrojos
de atardeceres
eternos...
subterfugios de ecos...
y silencios del viento.

Abismales caracolas
liquidan el refugio
mañanero...
de caballitos de mar
entre nubarrones
de viento y lluvia en silencio.

La silente marea
recrea colores
frente al mar...
un intento:
rescatar... tiempo solaz.

Reposan los acordes
del mar y el silencio
se impregna de olores y
sigilosos moluscos de
azul celeste aguamar...

En el mañana
silencios de mar se abrazan
los vientos
sofocantes del fiero período
otoñal.

Acuden a mi
memoria helados
fríos de viento
y mar... empeñados
en sustraer
la tibieza férrea,
del novilunio
con faz.

Aunque el cielo
lunar permanece
perenne, fugaz
todo se repite
en el tiempo
como choque
inalterable de vida
y bondad.

Ese azul
celeste mar nos
recoge y
acaricia cual
ciclo lunar
y se repite
cual alfa y omega eficaz.

Ecos de grises
y azules en
blanco solar
nos visitan
constantes en
enero
y febrero
para mirarnos
y repetirse ... en el
tiempo y su afán.

El viento en
tránsito fugaz
juega con el
tiempo y mi lar,
cicloides
las mareas entonan
cánticos…
inquietante disfraz.

Rayos de luz
entre palmas
de mar...
susurran misterios...
tiempo de paz.

Tiempo...
silencio...
y mar...
bondadosos recursos...
íntima y eterna verdad.

Ese agudo silencio...
a veces mortal,
pero cierto...
rebasa el dolor,
los olores...
los crudos vientos... cuya
palabra...
me atrevo a invocar.

Entonces... y sólo entonces
la sublime verdad
de mar escribe
y deletrea hojarascas
de arena y
sal
sobre la fiel marea
en el tiempo lunar.

Leticia Ruiz Rosado
enero de 2006



ESOS OJOS PENETRAN CERROJOS

Leticia Ruiz Rosado

I

Bésala
bésale
la espalda
y el cuello…
Abrázala. Abrázala
como ayer…
en aquel café
la rada se escondía al alba.

II

Adora el perfil
de tu cara…
cuánta hidalguía
se pinta en tu barba
déjala acariciarte
déjala acercarse
a tu magia.

III

Esos ojos queman
miradas.
Esos ojos penetran
cerrojos
del alma…
Esos ojos
se le enroscan
entre sus sábanas blancas.

IV

Ay… indio
Cuántos miedos
Junto a su cama
Déjala enredarse
entre tu barba
de plata…
déjala besarte…
se quema su casa.


V

Ay que la mirada
se le mete
en el alma
En cinemascope
la mirabas
en cada parpadeo
de poesía…
la muerdes, la tallas.

VI

Ay indio…
enróscate entre
sus piernas…
se quema su alma,
el cervatillo vuela
y en cada copla
anuncia tu venida a su estancia.

VII

Meteoritos en su vientre virgen
estallan…
son miles… que
en su bajo vientre
le impregnan
…cánticos de vos
la quemaban…
e incendiaban
lunas… cuántos meteoritos
la besaban… al alba.

VIII

Misionero a vos
esta estrofa tan parca:
estremeciste los
rescoldos, sus entrañas;
entreabriste cinceladas de luz
en su casa; descubriste
soberanos duelos
aquéllos los que tortura y abaten
la cueva… su brasa.


Leticia Ruiz Rosado nació en Mayagüez Puerto Rico posee una maestría en Estudios Hispánicos de Middle Bury Collage (Madrid) es Catedrática Asociada de la UPR en Aguadilla, editora de las revistas literarias: Identidad y el Cuervo, poetisa, crítica literaria y prologuista. Su primer poemario Pieza extraña, rara y difusa fue publicado en el 2004 como una publicación de autora. Su segundo está en prensa bajo el sello de Terranova Editores, Te vi, luna. Actualmente trabaja en la edición una antología puertorriqueña titulada Poesía en el tiempo… Revisa toda su poesía inédita y reseña los poemarios: Estación Delirio de Edgar Ramírez Mella y El Libro de las sombras de Ana María Fuster Lavín. Próximamente publicará su Blog: Te vi, luna.


CUADRO--Digo luna y no aprendo-- de Lucía Maya