Silencios de papel presenta hoy una muestra de la
narrativa del cuentista y fotógrafo
H. Roberto Llanos
Tommaso mío
Dalila sintió
el engaño del refrán el amor entra por la cocina. Conoció a Tommaso De Luca en las afueras del
Instituto Culinario. Había sido
invitado para una demostración de cocina
italiana. Dalila fue la agraciada de ser su asistente ese día, para envidia de
muchas de sus compañeras. Quedó
fascinada con su acento y sus manos
rápidas en la cocina. Terminada las clases, él
le dio su tarjeta de presentación.
Pasaron varios
días y se encontraron, por casualidad, en la plaza del mercado. Lo sorprendió
mientras ella buscaba tomates. A
insistencias de ella, él le ayudó a escoger los tomates maduros que serían
perfectos para una espesa salsa marinara. Rozaron manos por vez primera,
mientras escogían los tomates e intercambiaron una leve estática. Después de
las compras, él la invito a cenar y
terminaron en la cama disfrutando de un delicioso postre sexual,
definitivamente mejor que el tiramisú. Dalila quedó encantada con Tommaso. Él poseía
una combinación de inteligencia con sexualidad, de la cual no estaba acostumbrada.
Ahí empezó el impulso de Dalila en querer relacionarse con todo lo que
le recordara a Tommaso y le acercara a él. Compró libros de cocina, todos de
recetas italianas. Se matriculó en la escuela de idiomas para aprender italiano.
Buscó libros de geografía para memorizar ciudades como Roma, Venecia, Nápoles,
Turín. Puso un mapa de Italia en la pared de la sala y con un marcador negro
trazó rutas de las ciudades por las cuales anhelaba visitar, con Tommaso, claro.
Los encuentros se tornaron
semanales. En un principio eran inofensivos, pero tras cada encuentro ella sentía que lo que compartían no era
suficiente y comenzó a inundarlo de preguntas acerca de todo, de su familia, de
su infancia, sus gustos. De sopetón, le dijo que él debía llevarla a conocer Italia y su familia. Él no tomó el comentario en serio, hasta le
pareció gracioso el entusiasmo de chiquilla de Dalila.
Uno de los encuentros se dio finalmente en el apartamento de Dalila.
Tommaso se asustó con el mapa en de Italia en medio de la sala y el hecho de
tener una conversación con Dalila totalmente en italiano. Ella, así en
italiano, le planteó que ya era el
momento de mover la relación a otro nivel. Al fin y al cabo, ya sabía preparar
todos los platillos tradicionales de la cocina italiana, hablaba el idioma
impecablemente y tenía memorizado perfectamente los lugares de interés de su
villa natal. Él se excusó como mejor
pudo, y le explicó que no buscaba una relación formal.
Dalila no lo podía creer. Debía haber una razón para que Tommaso la
rechazara. Empezó la típica investigación a través de las redes sociales.
Encontró una foto de Tommaso posando con otras mujeres, no una, varias. Dalila
se envenenó de celos. Tommaso tendría que rendirle cuentas. Lo llamó cada 10
minutos y salía la grabadora. Le inundó el celular de mensajes de voz y
mensajes de texto. Dejó de asistir al instituto culinario y sus clases de
italiano.
Finalmente, fue a visitarlo al restaurante en que Tommaso era chef, pero
le negaron la entrada. La rabieta que
formó hizo que él saliera a confrontarla. Ella de verlo se emocionó muchísimo,
le brinco encima para besarlo y olerlo pero la detuvo. Tommaso le prometió verla en su casa, si se iba
tranquila del lugar. Él llevó una botella de vino Chianti y ella lo abrió al momento. Él quiso decir
algo, pero ella le interrumpió para hacer
un brindis por el recuentro. Tommaso no levantó la copa, le explicó que sería
su última visita. Él estaba en planes de volver a Italia. Dalila, dejó caer la
botella que sostenía en las manos y lloraba. Se cortó recogiendo los pedazos.
Él intento ayudarla, pero ella lo empujó, estaba furiosa.
Tan furiosa que no sabría decir en qué momento el
cuchillo de cocina llegó a sus manos y empezó el forcejeo con Tomasso. Un
resbalón de Tommaso en el charco de vino los hizo caer al suelo. Un charco tinto más espeso, más amplio bajo
el cuerpo de Tommaso.
Cuando llegaron los paramédicos la encontraron junto a Tommaso con la
mirada perdida. No reaccionaba a ninguna
de las preguntas que le hacían. Solo se le escapaba un murmullo, un tarareo,
unas líneas… y el mundo es testigo de mi frenesí, por más que se oponga el
destino serás para mí.
Honores dorados
Don Genaro caminaba de un lado al otro de su habitación.
Intento sentarse, pero no aguantaba un minuto sin moverse. Carolina abrió la
puerta. Llegó con una toga colgada de un gancho de madera. Los ojos de Genaro
brillaron de orgullo.
— ¿Estás
listo, abuelo? – le pregunta con una sonrisa
— Sí,
mientras más rápido salgamos de esto, será mucho mejor.
— Hoy es
un gran día para ti
— Más
bien para los dos, mi niña.
Él terminó la escuela superior y se enfocó en
trabajar. Con muchos sacrificios formó una familia y envió a sus hijos a la
escuela y luego a la universidad. Ellos combinaban sus estudios con el negocio
familiar. El negocio de las azucenas y otras flores, le hizo tener una reputación envidiable.
Sus flores habían adornado eventos importantes en todo San Juan y diversas
partes de la isla. Graciela, su esposa, manejaba la parte administrativa. El trabajo arduo lo enfocó en el bienestar de
los suyos. Odiaba enfermarse y no le gustaba tomar vacaciones. Siempre decía que
llevaría a Graciela por Europa. Sin embargo, un ataque cardiaco acabó con la
vida de ella. Los ánimos se desplomaron con su partida. Ya ni quería trabajar.
Sus hijos se encargaron de llevar el negocio.
Al menos, su nieta Carolina le alegró la vida. En una
ocasión, ella le pidió que la acompañara a unas gestiones universitarias. Su
primera visita lo hizo despertar. Observar el movimiento agitado de los
estudiantes y el deseo de adquirir nuevos conocimientos, invadieron un nuevo
aire para sus pulmones. Le pidió a la joven que lo ayudara a ingresar. En un
principio dudó de sus intenciones, luego notó un brillo en su mirada. Ella se convirtió
en su cómplice. Sus propios hijos no creyeron que lo haría. El camino fue duro,
pero su perseverancia le hizo ganarse el respeto de sus jóvenes compañeros y
del profesorado.
Luego de 4 años, lo consiguió. Llegaron al centro de
convenciones donde celebrarían el evento. A Carolina se le aguaron los ojos al
ver a Don Genaro con su toga y birrete en la cabeza. Ambos desfilarían juntos
en la graduación de la universidad. Muchos estudiantes saludaron a Don Genaro
en el desfile. El rector de la universidad llamó a Don Genaro a recibir un
premio especial. Su nieta no paraba de llorar. El público se levantó y aplaudió
durante varios minutos. Don Genaro observó con detenimiento. Habló unos minutos
brindando sus palabras de agradecimiento. Terminada la graduación se le
acercaron y muchos se tomaron fotos con el graduando. Carolina lo recibió con
un abrazo
— Bueno y
¿estás listo para la maestría?
— Después
que tenga el cuerpo y la mente clara, hago hasta el doctorado… pero en lo que
llega celebremos
H. Roberto Llanos, escritor y fotógrafo aficionado. Nació el 2 de mayo de
1978, en San Juan Puerto Rico. Cursó estudios universitarios en la Universidad
del Este, obteniendo un bachillerato en gerencia hotelera. Tomó diversos
talleres con reconocidos escritores quienes lo impulsaron a continuar con la exposición
pública de sus trabajos. Varios de sus
cuentos han sido publicado como Exprimomangó
cual apareció en la antología de Origin EYaoiES ( peruano-españoles)
mientras que su cuento Ceviche al Canibal
se encuentra en la pagina de Di/verso en Argentina. Actualmente está trabajando
en una colección de cuentos. Su página de blog es:
( Pedazos de chocolate) http://hrobertollanos.blogspot.com
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