viernes, enero 13, 2006

Canto de las palabras--por José Manuel Solá




CANTO DE LAS PALABRAS
Por José Manuel Solá

1.
He visto las palabras
dormidas en la estación del metro,
en los bancos de los parques,
bajo los puentes de San Juan y Buenos Aires
y en las escaleras de algunas catedrales.
Las he visto acurrucadas
una noche de frío
en una esquina anónima de Sao Paulo
y en Managua.
He visto las palabras
arropadas en la tibieza de su propia caricia,
gorriones de ojos grandes
contando a la intemperie las estrellas de la noche.
Es que alguien las dejó
abandonadas.

2.
He conocido la palabra homeless
en las calles de New York y de Los Ángeles.
A esas las he visto
escarbando los tachos de basura
en Londres y en Madrid,
en todas partes,
el corazón como un trombón
que acaso Dios conoce. Acaso.
Harapos de la noche que olvidaron,
que pasaron tosiendo su adiós entre la gente
y cargan un morral con las locuras
de todo lo que amaron
y una que otra esperanza
envuelta en celofán.
Son palabras que cuelgan como cintas y flores
de un paraguas roto
y pasarán la lluvia y las ventiscas
viendo caer la vida
en un improvisado cobijo de cartón.

3.
La casa de las palabras fue allanada una noche.
Después, nadie supo de ellas.
Eran palabras nuevas, palabras de esperanza,
palabras que escribían libertad o justicia
por las paredes del pueblo,
palabras inocentes como pájaros;
tenían pelo largo y eran solidarias
y cargaban guitarras y poemas.
Desaparecieron en Santiago y en Montevideo,
las mataron y las enterraron sin su nombre o su número
en El Salvador y en Buenos Aires.
Violaron las palabras, les cortaron las manos,
les arrancaron hijos desde el vientre.
Nadie vio nada. Nadie.
Pero tal vez una palabra anciana lo vio todo
y a todo el mundo dijo
quiénes fueron.
Esa noche vinieron y arrestaron
la palabra indignada.
Hoy nadie sabe de ella.

4.
Hay palabras sin tierra.
En los tiempos antiguos florecían silvestres
por todas partes.
Al lado de las cataratas y de los volcanes
y besaban el viento: eran las hijas y los hijos de la luna.
Crecían junto al maíz y la anaconda.
Contemplaban el paso del quetzal y el cóndor y la alondra:
la tierra era de todos.
Entonces las palabras caminaban la aurora
con la frente emplumada
y asignaban un nombre a cada cosa,
a cada lluvia, a cada fuego, al beso, a la ternura.
Las palabras poblaron las cuencas de los ríos
y pulieron la piedra y cocieron el barro.
En los tiempos antiguos las palabras eran libres como Quetzalcoatl.
Y esto fue así hasta la tarde
en que tierras y hombres y maizales
se vieron sometidos y asolados, confundidos,
diluidos por todos los confines de la noche.
Hay palabras sin tierra ni esperanza.

5.
Hay palabras que son Julia de Burgos,
palabras río, fauno, palabras llanto grande,
hay palabras Vallejo cualquier jueves,
palabras Alfonsina que el mar lleva y regresa.
A esas las he visto en todas partes,
en la mirada amiga, en la tristeza,
en el bar de la esquina, en los ferrocarriles,
en el pan y en la rosa, en el abrazo.
Hay palabras que son Miguel Hernández,
palabras de cebolla y rayo y lucha
y también hay palabras minerales,
son palabras Neruda en veinte cantos.
Esas van junto al pueblo hacia el futuro,
van levantando el fuego en manos vivas:
constructoras del sueño liberado.

6.
Hay palabras que cuelgan de los ojos,
esas son las más tristes.
Las he visto en los ojos de mi madre,
en un temblor de manos arrugadas,
las he visto caer con mansedumbre
desde la sombra azul de su butaca.
Esas palabras guardan el silencio
con un olor a sándalo en las tardes
por la luz amarilla de la casa
y ese adiós, ese adiós… y aquellos ojos
crepusculares, caídos como el agua.
Hay palabras que vuelan como pájaros,
como un susurro tibio, desde el alma,
¡ay!, cómo las recuerdo cayendo de sus ojos
tras la puerta de sombras y de flores
de una casa perdida en la distancia…

7.
En ti nacían mágicas:
ángeles con candiles y ojos negros,
de tu piel, de tus besos, nacían las palabras
y en tu vientre, en mi boca
con sabor a hoja fresca
de tu pubis dorado caían en mis manos,
aleteando, como niños con hambre;
crecían por mis brazos como fiebre tatuada
y subían mi frente como una enredadera,
ascendían al fuego de la última hoguera
galopando en el grito la caída del sueño,
despavoridas, locas, desesperadas, libres…
En ti nacían
mágicas…

8.
Canto de las palabras,
las que me habitan,
las que van decididas del corazón a la garganta,
las que se saludan en las calles, en los trenes,
las que llevan al hombro los trabajadores,
las que saltan en las mochilas de los estudiantes,
las que revolotean sobre el arado, las palabras semilla;
canto de las palabras que son como de Dios,
las que gestan al hombre del mañana
en el vientre de luz de las alondras,
las palabras de amor inevitables;
las que recuestan la soledad
en las ventanas de los hospitales,
las que desandan los días de lluvia en los cementerios;
las que bailan con los labios pintados en los burdeles
y sueñan un mañana de sábanas limpias, tibias
y noches de unicornios;
canto de las palabras que convocan,
las que van a la marcha de los hombres de paz,
de los sencillos, de los perseguidos,
de los que luchan sin descanso, día a día;
de esas palabras canto y de estas otras,
las que me miran desde las fotos viejas,
las que me hablan mudas
desde el recuerdo de los amigos que cayeron;
las que pasan anónimas en tardes de aguacero
bajo la sombra gris de los paraguas;
las que se saltan del alma, silenciosas, invencibles,
por los ojos de los niños de Etiopía;
canto de las palabras redondas
que cuelgan de los árboles,
las que se vuelven manzanas y naranjas,
de las palabras dulces como dátiles;
de las que me acompañan cada noche,
de las que irán conmigo hasta el adiós
cuando caiga el saludo
que aquí a todos dejo…

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El autor ha publicado los poemarios Poemas (1994), Hay luz en esa casa que fue mía (1996), Los nombres en la piedra (2000) e Incandescentes pájaros del alba (2004), así como el libro de cuentos Ya vienen a buscarme (2001) y el relato Milagro bajo la estrella del oriente (2001). Es representante del Movimiento Literario aBrace en Puerto Rico.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Ana María,

Estas piezas
de José Manuel
están geniales.

Su trayectoria
con títulos
como "Pájaros
incandescentes
del alba" y "Ya
vienen a buscarme"
lo colocan
en un lugar de
relieve en la
literatura puerto-
rriqueña actual.

Enbuena hora

Carlos E. Cana

Anónimo dijo...

Me parecen geniales este conjunto de poemas, lástima que la acentuación se desvirtue por efectos del los códigos informaticos.

Felicidades José Manuel

Anónimo dijo...

Gracias, Ana María Fuster, Gracias, Carlos E. Cana, gracias José María Pinilla -tan catalán como tan formidable poeta- por los comentarios y por publicar el poema. Vaya con este mensaje mi más caluroso abrazo.
José Manuel Solá

Anónimo dijo...

Uno lee muchos versos de poetas buenos, que se esfuerzan por ser excelentes, pero cuando lee a José Manuel Solá, a la primera lectura se encuentra al genio, al poeta natural, talento que mis palabras no pueden describir. Estás en el segundo piso, donde se sientan los poetas grandes.

César

Gustavo Tisocco dijo...

nor de escuchar estos grandisoso poemas de la boca del mismo autor, persona excelente de gran humanidad.
Los poemas son brillantes!!!!!!!!

Un abrazo enorme Gustavo Tisocco.

http://poemasdegustavotisocco.blogspot.com

Gustavo Tisocco dijo...

quise poner he tenido el honor, no apareció bien en lo anterior...

http://poemasdegustavotisocco.blogspot.com

Anónimo dijo...

Josè Manuel, Cholito; la riqueza de tus poema, te muestran como persona, es para mi, un gusto haberte conocido gracias.