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Época de huracanes
[Una obra a destiempo]
-María de Lourdes Javier Rivera
narradora puertorriqueña
Acto I: Domingo
Sube el telón.
Tú estás al extremo izquierdo del escenario, yo al derecho. Nos paramos con las miradas perdidas hacia la nada. En medio de esa inercia, sacas el teléfono de tu bolsillo y me llamas.
Tú: (Miras el reloj en lo que esperas que yo conteste)
Yo: Alóhttp://www2.blogger.com/img/gl.bold.gif
Tú: ¿Qué tal mañana?
Yo: (A estas alturas ya estoy acostumbrada a tus malacrianzas.) Siempre te
manifiestas los domingos...
Tú: Sí. Es el día del Señor. (Ni el cinismo puede redimirte de lo que dices.)
Yo: No dudo que te creas Dios.
Tú: (Te ríes pero no lo niegas.). Entonces, nos vemos mañana.
Yo: (Pauso. Pienso. Resisto. Sucumbo.) Sí.
Acto II: Lunes
Aparece una cama en el centro del escenario. Te diriges hacia ella y te sientas al borde. Te quitas la camisa. Yo permanezco inmóvil, en la misma posición del Acto I.
Tú: (Mirándome hacia al lado derecho del escenario.)Ven.
Yo: Voy. (Lo digo pero no hago nada para acercarme)
Tú: Que vengas, chica.
Yo: (En secreto me arrepiento de haber llegado hasta allí.)
Tú: (En secreto te arrepientes de haberte fijado en alguien como yo.)
Yo: (Hace horas ya me estaba maldiciendo por haberme fijado en ti.)
Tú: (Te ríes de la escena.)
Yo: (No aguanto más. Llego hasta ti resignada.)
Me desnudas. Las luces se apagan. Te deslizas dentro de mi cuerpo. Los gemidos retumban por todo el espacio. Finalmente me separo de ti. Un pequeño foco de luz blanca recae sobre la cama. Ahí estamos los dos mirando nuestros cuerpos desnudos a través del sudor, lo único que queda después de toda esa intensidad.
Tú: (Silencio.)
Yo: (Silencio.)
Enciendes tu cigarrillo. Me ofreces uno pero te lo rechazo sin pronunciar una palabra.
Tú: Esto te jode ¿no?
Yo: (Confundida) ¿Qué?
Tú: Que todo sea tan efímero.
Yo: No sé. Quizás.
(Lo que realmente te digo: Jamás sabrás cuánto me
molesta.)
Tú: A mí también me jode.
(Lo que realmente me dices: Ya lo sé.)
Yo: (Silencio.)
Tú: Somos como un huracán. Cuando nos juntamos surge toda esta
pasión, toda esta fuerza pero luego no nos queda nada.
Yo: (Me fijo que gesticulas como si intentaras describir un huracán
con el movimiento de tus manos.)
Tú: Sí, un huracán. (Repites, felicitándote en tu mente por la
genialidad de tu propia analogía.)
Yo: (Silencio.)
Acto III: Otro domingo
De nuevo ambos nos colocamos en nuestros respectivos lugares sobre el escenario.
De nuevo extraes el teléfono de tu pantalón y marcas mi número.
De nuevo te contesto.
Yo: Aló
Tú: ¿Quieres?
Yo: Siempre te manifiestas los domingos.
Tú: (Sueltas una carcajada) Ya sabes.
Yo: (Irónica) Sí, ya conozco la rutina.
Tú: Entonces nos vemos mañana ¿no?
Yo: Asumo que todavía estamos en época de huracanes.
Tú: Mientras nos dure.
Yo: (Silencio)
Tú: (Silencio)
Acto IV: Otro lunes
Regresamos a la cama que domina el centro del escenario. Tú estás sentado encima del colchón fumando. Yo me coloco al borde de la cama, dándote la espalda y comienzo a ponerme la ropa interior.
Tú: No te tienes que ir tan rápido.
Yo: Lo efímero no debe prolongar demasiado su estadía.
Tú: (Te ríes de la ocurrencia.)
Yo: (Por alguna razón me irrito.)
Tú: Supongo que demasiados azotes huracanados pueden ser desastrosos.
Yo: (Ya no aguanto más.) Hablas tanto de los huracanes pero nunca has
vivido uno.
Tú: ¿Y? ¿Es necesario vivirlos para entenderlos?
Yo: (Cierro la cremallera de mi pantalón y me volteo hacia ti.) En tu caso
parece que sí. No creo que entiendas cómo funciona una tormenta
tropical.
Tú: A ver. Explica. (Exiges, evidentemente molesto conmigo por sacarte
en cara tu ignorancia.)
Yo: (Me giro para mirarte y me acerco a tu cuerpo.) Los huracanes rara
vez vuelven sobre las mismas tierras. Después de un tiempo se debilitan,
se desintegran y dejan de existir. Luego llegan otros, con otros
nombres, otras intensidades.
Tú: (Te excita descubrir el Caribe que se asoma en mis ojos.)
Yo: (Aproximo mi mano y comienzo a dibujarte caricias con la punta de mi
dedo.) Los huracanes impactan las tierras. Las destruyen, las revuelcan
y las renuevan. El paisaje nunca vuelve a ser exactamente igual.
Tú: (Ya ni me estás escuchando. Solo sientes el roce de mi
dedo por tu piel)
Yo: Tú no te vas, no te debilitas, no me has transformado, ni
destrozado. No, amigo. (Saco abruptamente mi dedo de tu continente.) Tú y yo no somos un huracán.
Tú: Entonces ¿qué somos?
Yo: (Termino de ponerme la blusa. Me inclino para
recoger mis cosas y te contesto sin prisa.) Ni idea.
Te tiro un beso burlón en el aire. Te haces el que lo toma en la mano, aunque pareces agarrarlo con sospecha. Me observas salir de escena.
Baja el telón, sube el telón y persistimos en este teatro.
María de Lourdes Javier
narradora puertorriqueña
No apta para la Humanidad
Blog: La no-aptitud para la humanidad
http://laverdaddelasmentiras.blogspot.com/