sábado, octubre 02, 2010

El Eróscopo: El cuerpo como la medida del tiempo

por María de Lourdes Javier


“…sometime in your life you will have occasion to say: What is this thing we call time? (...) Where does it go? What does it do? Most of all, is it alive? Is it a thing that you cannot touch and is alive? And then one day you look in the mirror, how old, and you say: Where did the time go?”

-Nina Simone (Who knows where the time goes?

26 de octubre de 1969)

Hay quien alega que el tiempo no es más que un concepto y que, por consecuencia, no existe. Aunque bien podría ser ése el caso, basta con mirarse al espejo y ver cómo se acumulan las caricias que el tiempo deposita en la piel. Hemos inventado distintas formas de medir este incesante paso del tiempo, casi como si fuese la única forma de palparlo. En El Eróscopo: daños colaterales de la poesía, Ana María Fuster viaja en verso y carne por las cuatro estaciones; se detiene en los días de la semana que luego se acumulan en meses. Así hemos estructurado la vida. Entonces, se abre la pregunta: ¿qué significan estos cambios de temporada para el individuo? ¿Cómo se recibe en el diario vivir el pasar de páginas de los calendarios?

La primavera, tradicionalmente asociada con alegría para Fuster es duelo. Las flores son sangre, la vida es un pájaro que toma vuelo para abandonar su nido. El verano conmemora el nacimiento de nuestra poeta, una “diosa porno” que celebra todo lo que ha sufrido y vivido en sus versos. En otoño experimentamos un recorrido por el oficio de escritor, con alusiones a García Márquez y a Horacio Quiroga. Nos habla de la soledad del escritor y la tristeza que conlleva el oficio, también la agonía que proviene de observar el desgaste paulatino del cuerpo en la medida que vivimos y padecemos. El invierno es un réquiem en el que la voz poética contempla su vida y la muerte de las palabras.

Las secciones del poemario dedicadas a los días de la semana y a los meses recuerdan las luchas que el ser humano se enfrenta en la cotidianidad. Los días pesan sobre nuestros hombros, nos cansamos de las rutinas. “Te negaste a morir otro martes” (“Martes”), nos dice Fuster y es que todo día es un comienzo, una toma de decisiones para seguir luchando. En los doce poemas dedicados a los meses encontramos fuertes críticas sociales, por ejemplo, “Tarjeta para (des)enamorados (Febrero)” donde la mujer rechaza el amor rosado de Hallmark y le contrapone la realidad que proviene de su propio sexo. Por otra parte, el poema “Diciembre at Christmas Parade”, la poeta critica los excesos consumistas del mes y hace referencias concretas a la actualidad de Puerto Rico. Nuestra existencia no está descontextualizada y Ana María Fuster también escribe su poesía desde su realidad como mujer puertorriqueña, haciendo referencias a distintos aspectos del país: desde alusiones al moriviví hasta políticas como el lema muñocista, en el poema “Abriendo el mosaico (Enero)”. El viaje por los meses representa un encuentro con la soledad (“Octubre en alas de mujer”), las despedidas (“No me esperes por Abril”), el vacío (“Las flores de Marzo”), la solidaridad femenina (“Junio tiene nombre de mujer”) y hasta un canto a la infancia (“Sonata de Mayo”), entre otros tantos temas que la autora trabaja en sus versos.

Es entonces que llegamos al eróscopo. El horóscopo tradicional se rige por las constelaciones que nos vieron nacer. Es un vínculo de los cuerpos celestiales con nuestro propio cuerpo. También conlleva una aproximación a lo que va a acontecer. En otras palabras, nos remite al pasado, presente y futuro del ser humano, todo en un continuo diálogo con las estrellas. Ana María Fuster nos habla de cuerpos erotizados. Así nos dice en “Polvo de Piscis”: “Eróscopo somos los seres del grito,/ jadeando desnudeces bajo la luna/ repitiéndonos en el mundo,/ sombra sobre sombras,/ multiplicándonos,/ renacemos una y otra vez/ sin vendas en los ojos/ labios y lucha/ sexos y libertad/ en la orgía de los sueños/ las verdades en cuerpo de palabra/ polvo sobre polvo/ polvo enamorado”. Nacimos del polvo y al polvo hemos de volver con la muerte. Entre tanto, viviremos de otro tipo de polvo, gozando de la sexualidad que nos es concedida. Con El Eróscopo, Ana María parece sugerirnos que es precisamente esta sexualidad, que socialmente hemos llenado de tapujos, la que nos hace realmente humanos. El sexo es un encuentro con otros cuerpos o puede bien ser un encuentro con el propio cuerpo, como en la autoerótica de “Géminis”. Signo por signo, la poeta explora las distintas formas para vivir el erotismo. El eróscopo se convierte en un incesante canto a la voluptuosidad. Estos poemas están inyectados por una musicalidad asombrosa: “Escorpio dulce veneno/ sed salada sal/ de lengua negra negrera/ noche y maremoto/ trapecio y curva/ pena, penal/ pene penetra/ tra tra ra ra a”(“Escorpio dulce veneno”). En este caso la sensualidad se traspasa a la sonoridad de las palabras.

Resulta interesante la alusión a los daños colaterales que hace en el título. La poeta califica de esa manera su propia llegada al mundo en el poema “Daños colaterales: verano del ‘67”. La vida es entendida como un daño colateral. Da la sensación de que habitar un cuerpo implica una contingencia inevitable: el cuerpo que toca es a su vez tocado. Pero también encontramos estos versos en el mismo poema: “pobre mamá,/ daños colaterales: una niña”. Una mujer da a luz a otro cuerpo femenino en un dolor de parto compartido. No es coincidencia que la vida de toda mujer está marcada por los calendarios: periodos de ovulación, la menstruación, nueve meses de gestación y luego con la menopausia se abren otros ciclos vitales. En el constante fluir de los días, semanas y meses, la naturaleza nos recuerda que nacimos mujeres. Este cuerpo femenino se enfrenta a una sociedad que todavía hoy en día coloca a la mujer en una posición difícil. Ana María Fuster no teme hacer sentir su crítica: “Un él aspiró a ser presidente, aspiró y expiró;/ una ella tan sólo deseó ser libre, desnudarse y poseerse;/ finalmente se pretende lo que se puede”. Fuster escribe desde su experiencia ineludiblemente atada a una corporeidad femenina. Encontramos por todo el poemario distintas visiones de la mujer: la madre, la amante, la amiga, la loca, la escritora que a fin de cuentas son todas la misma persona. En el poema “Géminis desde el espejo” la voz femenina recalca que “debajo de ti soy yo”, no una diosa, no una mujer-objeto, no un cuerpo sin cabeza, sino un yo. Es un cuerpo de mujer que reclama ser considerada como una complejidad pensante, deseante, viviente. Un cuerpo de carne y hueso que no quiere “ser Barbie sin pezones ni vulva,” (“Tarjeta para [des] enamorados”).

Ana María Fuster, como mujer poeta, también dialoga en este poemario con algunos de sus colegas hombres. Ella toma como punto de partida poemas de estos escritores y desarrolla el punto de vista femenino. Y es que, según nos advierte la autora, la poesía es un daño colateral porque abre la posibilidad de intercambio y reciprocidad desde la misma palabra. El poeta plasma su verdad en sus versos y los exterioriza desde su cuerpo hacia el papel, donde se encuentra con futuros ojos que navegarán esas letras. Por tanto, la poesía es también una posibilidad de encuentro, de compartir ideas, pasiones, vivencias. Son daños colaterales en los que un poema puede desembocar en otro, es poesía que cobra vida cada vez que alguien la descubre.

Es imposible leer este poemario sin que los versos se instalen en la piel del lector. Cada verso nos remite a nuestro propio cuerpo que también sufre, llora, gime, vive. En el poema “Réquiem de invierno” encontramos una clave del libro: “siete días para encontrarse/ doce meses para definirse/ un eróscopo para reafirmarse.” Frente al calendario tradicional, Ana María propone un eróscopo, una reafirmación de vida. Ya no se trata de un tiempo abstracto ni conceptual, sino uno que respira y cuya inmanencia reside en el cuerpo humano. Veo en este poemario el reflejo del gran ser humano que lo escribió: una mujer fuerte, apasionada, quien ha sufrido incontables muertes, algunas literales otras literarias y, sin embargo, a pesar de las lágrimas, le canta a la vida, a la sensualidad y a la poesía. La poeta hace el siguiente anuncio: “Damas y caballeros,/ el poema ha quedado desnudo:/ ahora, poetas, podemos nacer.” (“Julio de carnaval”) Esto es precisamente lo que ha hecho Ana María Fuster en este poemario: desnudar la poesía, exponernos a la epidermis de la palabra y, así, remitirnos a nuestra propia humanidad.

Prof. María de Lourdes Javier Rivera

Crítica puertorriqueña de artes plásticas


el Eróscopo se consigue en http://www.editorialislanegra.com

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