martes, marzo 13, 2018

relatos de una ciudad silente


Vuelo sin palabras
 
 

Me llamo pájaro pablo,
ave de una sola pluma,
volador de sombra clara
y de claridad confusa […]

Pablo Neruda 

 

Las alas no me ven, / los oídos me retumban…recitó el viejo maestro Pablo Suárez frente al espejo que reflejaba rostro agotado de palabras. Según llegaba la ansiada jubilación, las calles de Santurce se hacían más largas y confusas en el camino hacia la escuela, al igual que los sonidos de los carros. Comenzaba a olvidar los planos de clase, el nombre de los alumnos, y hasta dónde demonios estarían sus espejuelos. Era terrible, siempre había sido muy memorioso, un gran demagogo, ahora una fuerza extraña le evaporaba las palabras, pero al menos podía volar. Vuelo y vuelo sin saber, /herido en la noche oscura, sentía los versos de Neruda acariciándole la soledad.

 

—Llega tarde maestro Pablo—le dijo el guardia escolar.

            —Será la última vez… Descubrí el secreto de Neruda, y también el de la física, la poesía es la ciencia que nos salva.

—¿Cómo así? —contestó el guardia, tratando de no reírse.


El maestro no contestó, cuarenta y seis años tratando inútilmente de enseñar el poder de las palabras a los estudiantes. Ahora éstas se le escapan de la boca y se le perdían por los pasillos y los salones. Miró los últimos exámenes que daría en su vida. “Nada valió la pena, es inútil. Nunca entendieron”, pensó. “Soy Pablo.”, gritó con fuerza frente a su escritorio, en su aula vacía. Pudo ver las siluetas de cientos de estudiantes de casi cinco décadas saliendo de su salón.


“Soy el pájaro furioso de la tempestad tranquila”, susurró a su oído su propia voz. Miró a través de la ventana, todo el universo cantaba en silencio por entre el silbido del viento y se lanzó en un vuelo libre y sin palabras.

 

Ana María Fuster Lavín
Bocetos de una ciudad silente
Ed. Isla Negra, 2007

 

           

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