blog de la escritora puertorriqueña Ana María Fuster Lavin --gestión cultural, cuentos, poesía, ensayos, fragmentos de textos y vivencias desde las sombras de una ciudad silente-- “Tengo miedo de mi voz y busco mi sombra en vano. ¿Será mía aquella sombra sin cuerpo que va pasando?...” Xavier Villaurrutia
jueves, febrero 23, 2006
Entre palabras y poemas-escritor visitante Carlos Esteban Cana
La vida misma y las palabras
Domingo, 19 de Febrero de 2006
El autor es escritor y comunicador.
Carlos Esteban Cana
... ver, en ese instrumento
musical, en ese símbolo
de paz, el agujero que dejó
aquella bala, me toca,
me conmueve el alma
Antonio Aguado Charneco
Compartir con los lectores acerca de los cuentos que uno ha ido produciendo a través del tiempo es algo que disfruto. A veces ese intercambio, esa conversación fortuita, les destina a los autores las más diversas sorpresas. Una de esas situaciones que me han dado algunos de mis cuentos dispersos ha sido la incredulidad manifiesta ante ciertos pasajes que describen ad verbatim elementos de la realidad. Un amigo lector me comentaba acerca de Frente, cuento que trata sobre la vida en un asilo de ancianos, que era inverosímil encontrar puertas pesadas de metal en estos centros. Después de escucharlo, le expliqué que ese dato fue descrito tal como lo había visto, por muchos años, siendo monaguillo.
Me toca reconocer que mis cuentos, en su gran mayoría, parten de experiencias reales que la alquimia creativa, esa distancia que el escritor establece, elabora. No importa si es algo que observé, algo que me ocurrió o le sucedió a otro, aquello que trabajo en la mesa de la ficción nace porque me conmueve. Por otro lado, hay piezas en las que prevalece el ánimo de divertirme; juego con el contenido, incluso con la estructura, e hiperbolizo la realidad. Ése fue el caso de Odisea púrpura o al que no le gusta el caldo... Este cuento, escrito en primera persona, narra la aventura que enfrenta un padre que odia a un personaje infantil televisivo, cuando el destino lo coloca en la encrucijada de tener que disfrazarse de ese muñeco que detesta.
Y aunque sólo unas notas iniciales las tomé de una situación que enfrentó mi compadre, Armando Morales, lo demás fue un proceso lúdico sobre una situación que la imaginación amplificó. Curioso fue lo que ocurrió después. Con lo que no contaba era que a nadie del equipo editorial (del mensuario que me lo publicó) se le ocurrió colocar la palabra “cuento” en algún lugar de la página. Omisión involuntaria que ha provocado que más de una vez tenga que aclarar que Odisea púrpura no es un testimonio y no canto en cumpleaños, divorcios o funerales disfrazado de Barney. Le comentaba sobre esto al escritor Luis López Nieves, autor de creaciones que forman parte de nuestro canon literario como Seva (cuento que también fue tomado como testimonio; claro, salvando la distancias). En fin, que luego López Nieves me envió el siguiente emilio: “Te felicito. Me reiré el próximo mes cuando vea: ERA UN CUENTO: Cana no se alquila”.
Las sorpresas pueden acudir en cualquier momento y más allá de que puedan agradar, siempre es bueno saber que leen a uno; que el cuento, el poema o el ensayo mueve alguna fibra interna y hace que quien lee pueda hacer su propia reflexión, sin que esto implique que se identifique con lo que uno plantea.
Quizás se trata de que los artistas somos cronistas de la época y el lugar que nos ha tocado vivir; de alguna manera, esto que llamamos creación es un modo de representarnos a todos, al individuo o al colectivo. Para ilustrar este punto, me sirvo de un ensayo de Kalman Barsy publicado en 1992 por la Revista de Estudios Generales, titulado La literatura como forma de conocimiento. En la conclusión del mismo, Barsy, al nombrar lo que él entiende como el sentido más profundo de la mímesis aristoteliana, escribe: “La literatura busca una restauración significativa de la vida misma que ella -más que imitar- conjura por medio de las palabras”.
Conjurar... ser cronista… la vida misma y las palabras… En mi caso, hay otro objetivo que me mueve a escribir. Para explicarlo, me gustaría hacer referencia a una entrevista que le hicieron a Joan Manuel Serrat, en la que le preguntaron para qué servía una buena canción. Serrat sentenció: “Una buena canción sirve para acompañar a la gente en sus días cotidianos o en los acontecimientos más importantes de sus vidas”. Yo he llegado a la misma conclusión. El arte, llámele música, literatura o la manifestación creativa que quiera mencionar, sirve para algo más que mostrar.
Por eso cuando pienso en algunos de mis cuentos una leve tristeza me invade. Como he mencionado antes, muchos de ellos parten de lo que interpreto como mi realidad, es decir, sobre lo que entiendo que sucede aquí en Puerto Rico. Cuentos como Nuevamente, Variante XXI o Una bala perdida fueron escritos hace años. Sin embargo, parecen que fueron sacados de esa parte de nuestra cotidianidad que actualmente es reseñada en los periódicos y medios noticiosos.
Entonces me pregunto si vale la pena, si tiene valor esto de crear, de escribir... Es aquí cuando los pensamientos dan paso al silencio y enmudezco.
Guardo silencio cuando escucho que una adolescente, que salía de estudiar con sus compañeras, fue víctima de una bala perdida... Guardo silencio, nuevamente, cuando veo la trompeta silenciada de un joven músico... Guardo silencio cuando siento el dolor de una madre; supo que su hijo no regresaría de su primera clase de guitarra en la iglesia, todo por una “variante” del destino... Guardo silencio mientras el hedor de los aguaceros de plomo que nos arropa en pleno siglo XXI se esparce por doquier y esta vez alcanza a un niño que esperaba por medicinas que su padre le compraba, mientras descansaba en el auto... Guardo silencio cuando otro padre y sus hijas mueren asesinados esperando un cambio de luz...
Aquí es cuando guardo silencio y enmudezco... aunque mañana vuelva a colocar la página con la esperanza de que algunas de mis palabras puedan, al menos, simplemente, acompañar.
publicado en El Nuevo Día
*******************
Enigmática
Te envío
en la complicidad
de la distancia y el pensamiento
ecos de serenatas;
déjate llevar, sosegada,
por la voz femenina de los celtas
y sigue el curso de la perla en el río
mientras la lluvia
antecede el largo viaje
que el copo de nieve
emprende
cerca de ti
para caer
en el momento perdido...
Estoy seguro de que la última pieza
te hará llegar a la caricia acuática
que revela el latido escondido...
Presta oído,
agudiza tus sentidos
cual si fuera un trazo
una línea fina
que te permita
misericordia
para seguirme
o al menos
para que tomemos un té
de esos que hacen en Londrés
y yo pueda susurrarte
mejilla a mejilla
con acento inglés:
"This never happened
to me before".
De todas maneras
no extraña escuchar al fondo
el ritmo familiar
que se desplaza
en la cierta dulzura que habita tu mirada
cuando hay demasiada lluvia.
Mi adorada niña,
le obsequio hoy,
además,
la rosa y épica metáfora
cual si fuera
el espejo
que revela
a la dama.
Más allá de la palabra novelada
o el agradable y sinuoso estado
que permita mi serenata
quizás mañana,
tan inmediatamente como mañana,
descubrirás el secreto
de esta coda enigmática.
por
Carlos Esteban Cana
Poeta y narrador puertorriqueño, editor de la revista Taller Literario y periodista cultural independiente
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2 comentarios:
Sí, escribir nos bendice y hace libres, más allá de las fronteras, de los prejuicios, de los dolores y placeres, está la imaginación, la creación, en nuestro caso apalabrada, Carlos Esteban, maravilloso testimonio y poema, sigue adelante!!!!
Carlos Esteban, un palo, felicidades.
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