jueves, enero 08, 2009

Sexto Sueño Premio Nacional de Novela 2007


El premio de Marta
Una patóloga forense y compositora de boleros encaminó a Aponte Alsina hacia el Premio Nacional de Novela 2007 del PEN Club.


Por Tatiana Pérez Rivera / tperez@elnuevodia.com


“Uno escribe con o sin premios. Una vez tú publicas, tienes que comprometerte con tu trabajo”, opina la autora Marta Aponte Alsina, a quien el capítulo boricua del PEN Club le otorgó este mes el Premio Nacional de Novela 2007 por su novela Sexto sueño.


“No hay que dar importancia excesiva a los reconocimientos, pero tampoco deben menospreciarse, sobre todo en un país como el nuestro en el que no hay suficientes esfuerzos para promover la lectura y nuestros libros”, puntualiza la autora cayeyana de novelas como Angélica furiosa -título que prestó además a su bitácora en la Red-, El Cuarto Rey Mago, finalista en el premio de novela Sor Juana Inés de la Cruz, y Vampiresas.


Ésta agrega que supone especial importancia el que la distinción del PEN Club provenga “de los pares de uno”.


El jurado que tuvo a su cargo la selección del Premio Nacional de Novela 2007 del PEN Club estuvo integrado por:
-Yolanda Arroyo Pizarro-Awilda Caez-Lydia del Rosario Cruz Viña


“El jurado estuvo integrado por personas relacionadas al mundo del libro, como editores, escritores o promotores de lectura, y supimos quiénes son. Son premios otorgados por los pares y, desde luego, eso es muy deseable”, resalta.


Si de condiciones ideales se trata, Aponte Alsina destaca la importancia de que los premios literarios estén rodeados de un entorno claro.


“Es importante que los procesos sean transparentes, que se confíe en el criterio de un jurado del que se conozca su identidad. Para que un premio sea valorado y cumpla el propósito de fomentar el trabajo de creación literaria, conviene que sea transparente”, recalca en alusión a los premios que otorga el Instituto de Literatura Puertorriqueña a través del Ateneo Puertorriqueño.
Aponte Alsina también sometió Sexto Sueño a dicho certamen, que falló como desierto el primer lugar en la categoría de Creación.


“No lo digo por resentimiento de no haber ganado, es que resulta un poco desolador para las letras de un país que se declare desierto un premio como ése”, agrega en torno al antiguo certamen que otorga premios en metálico con fondos públicos y del cual recibió en el 2001 una Mención de Honor por su trabajo La casa de la loca y otros relatos, publicado ese año.
Violeta y sus muertos


La patóloga forense y compositora de boleros Violeta Cruz se ha jubilado y, mientras repasa su carrera y todos los cadáveres que diseccionó, selecciona al azar uno de ellos para que su cuerpo inerte le cuente su vida pasada.


“Escoge nada menos que el de un asesino reformado que llega a este país en un momento en que está inmerso en múltiples procesos de cambio como fue la década del cincuenta”, explica Aponte Alsina.


Se trata del cuerpo de Nathan Leopold, a quien las crónicas periodísticas estadounidenses de los treinta le adjudican ser el autor del crimen del siglo en Chicago y quien, tras cumplir su pena en prisión, es enviado a Puerto Rico.


“La historia es un acercamiento a domesticar la muerte, a apropiarse del terror y lo macabro en ella con una tónica de gran sensibilidad. Se trata de enfrascarse en una lucha con la muerte para que no sea algo tan alejado de la vida, sino una especie de interlocutora. Al hacer una especie de autopsia en el cadáver de Leopold, permea el deseo de buscar la vida presente en esos cuerpos”, describe la autora.


El texto no se inserta propiamente en el furor por la ciencia forense que se ha apoderado de las series televisivas, aunque Aponte Alsina reconoce que podría atraer otro público desde esa perspectiva, puesto que cuenta con “códigos, pistas y claves”.


“Es una historia desde el punto de vista de una mujer en un oficio que se relaciona con el hombre. Tiene varias lecturas desde estructuras mentales que no son propias de la literatura: está la música, la visión de los programas de ciencias forenses, pero es sobre todo un acercamiento a una historia y unos personajes que vivieron y están presentes”, dice.


Nathan Leopold sí residió en Puerto Rico y, en efecto, fue un criminal. Sammy Davis Jr., con quien se relaciona en la historia, también frecuentó nuestro país. No obstante, la autora de Fúgate aclara que su trabajo “no es una novela histórica ni realista”.


Los datos históricos se convierten en un pretexto. “La historia fue escrita, ya lo que nos llega no es el momento, sino su interpretación. Queda la memoria, el documento, y la literatura le da otra transformación porque puede resaltar otros puntos de vista de un dato que pensamos es objetivo. El escritor tiene más libertad para proponer sus intuiciones personales”, explica.


Y entre tantos muertos, la complejidad de la muy viva Violeta predomina. En plena década de los cincuenta, representa a las primeras mujeres que se labraron profesiones en el campo de la salud en nuestro país. Es independiente, desobediente, con un lado que describe “cursi” como compositora de boleros.


“La que trastorna este texto es Violeta, esa mujer fuerte, brillante y apasionada. Ella me pareció fascinante con toda esa soledad y experiencia a cuestas”, reconoce. “Lo delicioso de escribir es que de alguna manera te apropias de vidas que no son la tuya y las recreas. Esa es una riqueza, un acto muy lindo, difícil pero también fascinante”.


Con Sexto sueño, la autora boricua inicia su relación con la joven editorial española Veintisiete letras. Ya se revisa su próxima novela corta y está inmersa en la investigación y los primeros borradores de una más extensa.

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