martes, febrero 17, 2009

Desde los silencios, parte 5--- Aixa Ardín Pauneto


Ssshhhhh



A veces el silencio no es más
que un poema muy largo y privado,
uno que defiende a capa y espada la epidermis.
Uno que muerde el fruto del volcán,
que mastica la raíz almidonada
que buscan crecer los automóviles
y se censura a buen criterio.

El silencio, a groso modo,
puede ser también un ademán garboso,
una ganga de simulacros malnacidos
que nadan en la orilla del balcón de alguna fruta
o que hunden espuelas justo allí
en las costillas de una bruma.

Puede ser también ese disparo de locura
tan bueno como malo
que se le aferra al cuerdo con ventosas,
al que se le huye con gesto indiferente,
al que se corre en busca de bondades.

El silencio, viste labios de misterio,
especula con la duda miles cuentos.
Se hace ficción y fantasía
para agigantarse en la garganta como nódulo,
como patología de la carcunda que no traga,
que no permite respirar y requiere biopsia.

A menudo suele ser, inevitablemente,
sólo un encuentro con una palabra fea,
un gesto carcomido por el buen gusto,
una aflicción normal de la cortesía,
una ira inbostezable que se aquieta
y se amansa muy a tiempo.

Otras veces es un adiós
que no comprenden los cristales,
una ruta hecha invisible
por un olor ya disipado.
Es un regreso latente
al que se teme en las orejas,
un espacio de tiempo
para que inventes lo quieras,
una espera orgánica
que especula en las costillas,
una mueca lisonjera e hiperdicha.

Sin duda, el sigilo permea
el borroneo de la testa
que se fija en la bicúspide interrupta de un pecho,
de ese instante cuando se pierde el hilo de la vida,
y sólo se recuerda que una vez uno fue cuerdo,
cuando se instala un berrinche interno
con lo prohibido de la sal,
con lo ecuánime de la azúcar.

Shhhh, que hay veces que el silencio
es un elocuente conversatorio de los cuerpos.


Aixa Ardín Pauneto
poeta puertorriqueña


cuadro de Migdalia Arellano

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