Convocadas las plumas libres
Ana Lydia Vega ha sido reconocida por el PEN Club de Puerto Rico como “Escritora Distinguida del Año 2009”
'“La escritura es una aventura permanente, reserva grandes sorpresas”, dice, “no sólo en el momento de la creación sino también después de la publicación”.
Por Tatiana Pérez Rivera / tperez@elnuevodia.com
Soy casera y anacoreta”. Con ambos adjetivos la autora santurcina Ana Lydia Vega da una idea de su parecer en torno a los homenajes.
No es amiga de ellos, pero esta vez sus colegas la “amenazaron” con un “reconocimiento sorpresivo”. “Y viniendo de ellos, la verdad es que me honra. Ha sido una gentileza”, acepta contenta.
La actividad, que estaba pautada para este viernes, a las 6:30 p.m., en la Sala de las Artes B de la Universidad del Sagrado Corazón, en Santurce, ha sido pospuesta hasta nuevo aviso, debido al paso de la tormenta Érika por la Isla.
El PEN Club de Puerto Rico determinó designarla “Escritora Distinguida del Año 2009”, con una ceremonia en la que Vega compartirá reflexiones sobre el oficio literario en la ponencia “La cofradía de las plumas libres”.
“Lo escribí para la ocasión”, asegura la ganadora del Premio Casa de las Américas en el 1981 y del Premio Juan Rulfo el año siguiente. “Es un texto testimonial, un autoexorcismo compartido sobre la práctica literaria en Puerto Rico; los problemas antes, durante y después del proceso creativo”.
Alude a los medios de supervivencia del autor, las dificultades de publicación y difusión, la relación con la academia y la crítica literaria, además del público y hasta los dilemas de la exportación.
“Trato de entrar en lo que es esta profesión solitaria en su carácter social e insisto, sobre todo, en la necesidad de proteger la independencia artística, la libertad creativa como condición fundamental del oficio”, agrega.
Desde que en el 1982 publicó de la mano de Carmen Lugo Filippi “Vírgenes y mártires”, el acto de escribir no deja de sorprenderla.
“La escritura es una aventura permanente, reserva grandes sorpresas”, dice, “no sólo en el momento de la creación sino también después de la publicación. El libro se completa cuando el lector lo tiene en sus manos y lo pasa por el filtro de la imaginación. Las reacciones de los lectores desencadenan sucesos que marcan a uno (reacciones favorables y desfavorables). La labor solitaria del escritor se completa en la recepción de su texto y adquiere así una dimensión colectiva”.
UNA GRAN PASIÓN
En ese “templo sin techo” desde el cual laboran los autores, el fervor por escribir se ha preservado por encima de las exigencias de la vida cotidiana.
“Sigo encarando este oficio con una gran pasión y eso me acompañará hasta el último día de la vida. Como toda vocación, la escritura es una gran pasión que no cesa. Si no intervienen el Alzheimer o ‘La Pelona’, los escritores siguen trabajando hasta el final de sus días”, comenta entre risas.
La aspiración a mejorar aún ocupa un lugar prioritario.
“Siempre uno tiene la esperanza de innovar. El escritor trabaja con un instrumento que maneja todo el mundo, la palabra, y hay que intentar hacer algo nuevo con ella, hay que darle otro sentido, otros códigos, otras situaciones. Como si fuera un escultor, tiene que modelarla y hacer algo nuevo con ese viejo instrumento”, manifiesta.
En la búsqueda de “la expresión inesperada para plasmar la experiencia vital”, se topa el autor con la pureza del oficio.
“Para lograrlo”, opina, “hay que dominar la lengua a cabalidad. Y estar al acecho del ángulo, de la mirada insólita para atrapar y transformar la realidad en la página. Pero esto es un proyecto arduo e interminable. Por eso hay que hacerlo con pasión”.
Vega afirma que la travesía no acaba al escribir el libro, sino que evoluciona al saber “si se quedará muerto en un estante, si atrae a un lector o si lo lee la crítica”.
“El proceso trae muchas sorpresas; sale de las manos de uno, pero sigue incidiendo en uno”, finaliza la escritora que trabaja un libro de cuentos que espera culminar
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