martes, septiembre 15, 2009

Mi escuelita... yo la quiero sin censor--Magali García Ramis

14-Septiembre-2009
MAGALI GARCÍA RAMIS
ESCRITORA puertorriqueña

Mi escuelita... yo la quiero sin censor

http://www.elnuevodia.com/columna/614846/

Era de esperarse, aunque quizás no tan rápidamente, que los conservadores republicanos que han tomado el poder en Puerto Rico comenzaran a censurar la literatura que se estudia en el sistema de educación pública de nuestro país.

Por muchos años el ofrecimiento de textos de literatura en el Departamento de Educación fue muy limitado. Esto, unido al hecho de que a las nuevas generaciones hay que motivarlas a leer, no era ningún secreto para las maestras y los maestros de español. Por eso ellos, los únicos que de verdad conocen qué lecturas deben usarse para los cursos en escuela superior, insistieron por años, y lograron, que se integraran nuevas lecturas que parecieron motivar a los estudiantes a leer.

Pero ahora, censores ajenos al salón de clase han decidido prohibir textos excelentes como la extraordinaria novela Aura, del mexicano Carlos Fuentes, quizás una de las obras literarias latinoamericanas más hermosas y de mayor sensibilidad de la segunda mitad del siglo XX y El entierro de cortijo, un texto ejemplar de crónica urbana contemporánea de nuestro Edgardo Rodríguez Juliá.

La infantilización de la juventud que imponen los conservadores anti-intelectuales aquí, al igual que en Estados Unidos, parte de una agenda ideológica que califica “no apta” cualquier obra que tenga referencias al cuerpo humano o a la sexualidad.

¡Cuán distinta la educación de verdad que recibimos algunos hace cuatro décadas cuando a los estudiantes de escuela superior las monjas asignaban Por quién doblan las campanas, de Ernest Hemingway y Anna Karenina de León Tolstoy. Eran dos grandes novelas y en ambas, al igual que en la vida, algunos personajes tenían relaciones fuera de matrimonio; y en ambas nos enfrentábamos a grandes interrogantes sobre la existencia humana, a grandes tragedias y a grandes pasiones.

¿Por qué esas maestras escogían buena literatura para educar a los adolescentes, aunque tratara, entre otros, temas de sexualidad? Porque ellas eran, además de religiosas, educadoras de verdad y no facsímiles de activistas de cultos simplones. Sabían que si no nos exponían a lo mejor de la literatura, de las artes, de la ensayística, no creceríamos como seres humanos y nos conformaríamos con los productos baratos y faltos de creatividad de la industria cultural, como ahora se conforman muchos adolescentes con los melodramas de las telenovelas malas o las gotitas del saber de los superficiales libros de auto-ayuda.

Los jóvenes de 16 años de la escuelas públicas que van de pasadía escolar escuchando en la guagua reguettón del vulgar, no del de conciencia social, que rebaja a las mujeres llamándolas ‘perras’ y hace referencia a todo orificio posible del cuerpo humano, tienen que ser “salvados” de cuentos de Rosario Ferré, Juan Antonio Ramos, Ana Lydia Vega o José Luis González.
Hace cuatro siglos prohibían libros de aventuras de caballería en las Américas para que no le diera a la gente con soñar imposibles; hace poco tiempo, en Estados Unidos los conservadores lograron prohibir en muchas escuelas la novela de redención social Matar a un ruiseñor porque cuenta la historia de un negro falsamente acusado de violar a una blanca, y los libros de Harry Potter porque afirman que los cuentos de magia y duendes son cosa del demonio. Ahora prohíben en Puerto Rico textos de nuestra propia literatura que permiten a los jóvenes ver representado el mundo en que viven y cuestionarlo, apropiárselo, y quizás, ¡o peligro! querer cambiarlo.

¿Qué les darán a leer ahora? ¿Las profundas divagaciones del mercader de textos Deepak Chopra? ¿Las rimas anodinas de las tarjetas del día de las Madres? ¿O ese nuevo e stribillo escolar: “Por la mañana temprano, lo primero que yo hago, botar la literatura y ver la televisión. Mi escuelita, mi escuelita, yo la quiero con censor…”.

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