domingo, mayo 28, 2006

Mi último desayuno--1992




Mi último desayuno
Monólogo breve


¡Qué oscuro es este lugar! Deprimente. Las rejas al otro lado de la ventana son tan viejas y sucias... ¡Cuántas historias guardarán esas paredes! Mujeres olvidadas; algunas perversas, crueles; pero, en especial, mujeres inocentes, humilladas, traicionadas, jodidas... Como tú, como yo. Y a quién carajo le importa nuestro pasado, y menos, nuestro destino.

¿Por qué insistes en saberlo? Sí, no vale de nada hablar de nosotras. En fin, te
contaré por qué estoy aquí. Trataré de no dar muchos rodeos. ¡Ah! ¿Ves miscicatrices? Han pasado seis meses y todavía se notan aquellos moretones, que se convirtieron en llagas. Son una huella, un doloroso tatuaje imborrable en mi cuerpo; peor, en mi estima, en mi vida.

Ese día –creo que fue el primer martes de junio– tomé la decisión. Tú comprenderás que no iba a aguantar más sus corajes, sus abusos. Cinco años de casados... No, no, nunca pensé en el divorcio; pero mi adolorido cuerpo ya no soportaba un golpe más. Tan dulce y cariñoso que era Juan Manuel cuando novios... Bueno, al menos eso creo. Ya casi no logro diferenciar entre los buenos y los malos ratos.

Aquella mañana me levanté bastante temprano, el aroma del café recién colado perfumaba nuestro pequeño estudio. Mientras él dormía feliz como un bebé, yo me preparaba para la jornada. Después de vestirme para ir a trabajar, hice el desayuno. ¡Qué maravilloso es el olor del pan tostado con mantequilla! Todavía lo saboreo en mi mente. Delicioso, ¿verdad?

Bueno, compañera, ya sabes cómo pueden ser las mañanas, hacer veinte mil cosas a la vez. Lavé la ventana de la cocina y eché el herbicida en el alero del balcón. Tú sabes que con tanta lluvia y humedad salen plantas, hierbas y hasta helechos por cualquier rendija. No, no sé dónde lo puse después. Juan Ma debió haber nacido en un desierto y no en el Caribe, pues no soportaba ni una sola hojita dentro de la casa.

Luego acomodé la mesita de la cocina con su mantelito de cuadros, el jugo, las tostadas con mantequilla, la mermelada de piña -que tanto le gustaba a mi marido, yo ni olerla- y el café. Yo lo hacía todo con tanto amor... ¿Puedes creerlo? Terminé y lo llamé. Odia el desayuno frío y llegar tarde al trabajo. Juan Ma me contestó gruñendo algo así como que no lo jodiera, que ya desayunaría cuando quisiera. Me dio una sensación de angustia y coraje. Pensé que iba a explotar.

Tiré los platos del desayuno con ira, y él se rió burlón. Así que le preparé un café muy cargado, tomé mi maletín, una maleta y me fui para nunca regresar. No recuerdo más. El Sol me deslumbró al salir y perdí mi rumbo. No sé cuántos días deambulé, hasta que llegó una patrulla; al fin pude pronunciar mi nombre y se lo dije a los agentes. Yo me alegré, porque verdaderamente me había perdido y las palabras no me salían.

Ellos me preguntaron qué hacía viviendo en la calle y les pedí ayuda. Accedí a ir al cuartel con ellos. Allí me mostraron algunas fotos del apartamento con la cocina regada; otra de Juan, boca abajo, en el piso.

Lloré, Dios mío, cuánto lloré. ¿Por qué la cocina estaba así? Siempre la tenía recogida. ¡JuanMa! grité con todas las fuerzas y enmudecí. Hasta que poco a poco fui recordando algunas cosas de mi vida. Todo se había jodido, mi vida aún más. Luego me leyeron los derechos y me esposaron. Me hablaron de cosas que yo no sabía, e insistieron en preguntar sobre el herbicida. ¿Por qué? Les juré que lo había usado en la mañana –como todos los martes–. No entendían que Juan odiaba que salieran plantitas en el alero. ¿Dónde guardé el herbicida? No, no sé, supongo que en el armario junto a la estufa.

Cuando me dijeron que Juan Manuel había muerto, no supe que sentir. Reí y lloré. Me desmayé y luego me trajeron a este exilio en Vega Alta. La cárcel. A pesar de todo, yo lo amaba, pero no le perdonaré lo que hizo de mi. Ahora, tú eres mi única compañera, tienes que creerme. No, no lo maté. Yo no me hubiera atrevido. ¡No!


Ana María Fuster Lavín


Cuento monólogo fue escrito en 1992 publicado en
Verdades Caprichosas (First Book Pub. 2002) el libro recibió mención de honor del Instituto de Literatura Puertorriqueña en el 2003. Para adquirir Verdades Caprichosas escribir a amfuster@prtc.net

Este monólogo fue republicado recientemente en la revista Identidad (Núm. V, enero-mayo 2006) de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Aguadilla, editada por la profesora y poeta Leticia Ruiz, en la junta editorial también se encuentra el poeta Abdiel Echevarría. Para adquirir la revista revistaidentidad@gmail.com

10 comentarios:

Elias Eterno dijo...

Tiene todos los elementos que trastocan las vidas, que sin saber su futuro, realisan suenos esperanzados en aquellos que no saben dar amor.

Anónimo dijo...

Buen relato, te deja pensando el el dolor, en el limite del dolor, hasta cuendo sere capaz de soportar sin consciencia..un abrazo Michelle

Yiara Sofía dijo...

La primera vez que escuché este relato fue de tus labios en una noche de poesía en la Pocilga. Se me erizó la piel en aquel entonces y se me vuelve a erizar ahora cuando lo leo. Hasta qué límite aguanta el cuerpo y la mente antes de que la vida exija su dignidad?! Me quedé con esa pregunta hace unos años atrás y me la replanteo ahora. Excelente escrito!

Miguel A. Ayala dijo...

Excelente escrito una menera muy delicada, clara y firme de relatar una de las caras de la cadena de maltrato que nos hemos hechado al cuello y las costillas, que tengas buen día, Miguel.

Anónimo dijo...

Vaya!! me ha gustado mucho tu blog en especial este último escrito, un abrazo y una flor desde Colombia.

Ana María Fuster Lavin dijo...

Elias eterno, gracias por tus palabras, muchos no saben dar amor, menos aún permiten realizar los sueños de su pareja, están incapacitados de amar...

Madam, gracias por tu linda amistad, sí un enorme porcentaje mundial de las mujeres viven bajo ese yugo, es tan complejo el problema que buscar culpas no lo resuelve... Sabes, cuando presenté este libro, en Borders en septiembre del 2002, la querida Elia Enid Cadilla, fue quien realizó su lectura dramática a petición de ella, que se ha dedicado titánicamente a brindarle talleres y apoyo a las mujeres de la cárcel de Vega Baja, ella me ayudó a matizar algunos aspectos del monólogo.
Ah... Madam, para mi es un honor que estés leyendo este libro, al igual que Peregrino, es como rescatar mis raíces cuentistas, gracias de corazón mi amiga... Espero que no hayan sucesos paranomarles y extremas unciones esta semana en tu ofi.
¿Dónde en Cupey estudiaste? Yo soy de la Provi, clase 85.
un abrazo brujil.

Michelle, gracias por volver a visitarme y comentar, y sí... de eso se trata, de hasta dónde, de los límites de la cordura y la locura, del aguante y la dignidad... otro abrazo desde el caribe

Yiara querida, felicidades de nuevo, doctora...Sí Sí Sí, recuerdo aquella noche maravillosa en La Pocilga, estaba requete lleno hasta la calle... Disfruté mucho de aquella lectura, creo que fui en dos ocasiones a La Pocilga... Del cuento, pues el amor propio es lo más importante, ella debió abandonarlo desde el principio, o mejor aún, nunca debió vivir con él... Otra vez amiguita, gracias por tus palabras, y los consejos de madre en otro posteo.

Miguel, poeta, el maltrato es terrible en todas sus vertientes, físicas y sicológicas... y todos las hemos experimentado alguna vez (bueno, en mi caso no me ha pasado lo de la protagonista del monólogo), pero sí en menor grado. otro abrazo y un lindo día para ti también...

Gatto, un abrazote, gracias por tu visita a nuestras historias, poemas, reflexiones desde los silencios de nuestras ciudades. Agradezco tus comentarios, otro abrazo y una flor.

Madam,, las máquinas contestadoras, sí eso es en el cuento de Por un día de fama, gracias... ¿me habías dicho que tienes Réquiem? ¿Verdad que sí? Yo también soy fan de tus historias

Ana María Fuster Lavin dijo...

Madam, sí, ahora me acuerdo, porque me escribiste al comprarlo... Cupeyville!!!!!!! Sí fui a varias fiestitas allí en mis años de la escuela, pero yo soy más viejita, me gradué en el 85...
´Sí, yo también tenía mi uniforme de tablitas y cuadritos, al menos tu escuela era laica....
Vivi en el Señorial (la urb. de ese nombre) desde 1969 hasta 1989, luego me mudé a Santurce, aquí sigo...

PEREGRINO dijo...

Esas huellas que maltratan mas que una golpiza, son esas palabras de humillacion, desmotivacion, y degradacion que les toca vivir a tantas mujeres hoy en dia. ¿Como es posible que en pos del "amor" se pueda llegar a degradar tanto a una persona, o una persona, hasta el punto que deje de ser ella misma por ser lo que "otro" quiere que sea.

Excelente escrito, por lo menos tengo tu fabuloso libro que en momentos puedo leer para ubicarme en el tiempo y espacio...gracias por tus escritos y adelante con esa creatividad. Esa bendicion y belleza hay que mostrarla...a pesar de las cosas que vayamos viviendo. Saludos.

Ana María Fuster Lavin dijo...

Peregrino, amigo poeta, tienes razón, nunca he entendido como se puede maltratar a una persona, en especial verbalmente, por el gusto de hacerlo, son necesidades conscientes o inconscientes de superioridad, o por el contrario de inferioridad, denotando carencias afectivas, mi padre siquiatra ya me había hablado de esa clase de trastornos. Entonces no importa el amor que tu les brindes, la agresividad va en progreso, por eso tampoco tomo un juicio valorativo son la protagonista del monólogo, pues llegó al extremo menos deseado...
Peregrino gracias por tus comentarios sobre Verdades Caprichosas, entre tú, Madam, Carlos Esteban y Leticia Ruiz, me han hecho rescatar el libro.
Un abrazo...

Ah Madam, también echo de menos el cine del Señorial, yo también iba a la bolera!!!! Pero como soy bastante mayor... quizás coincidimos poquito... yo vivía en la calle E. D'Ors la segunda calle a la izquierda, bajando la ave. Wiston Churchill, hubiese sido cool que hasta corrieramos bicicleta de pequeñas...

Anónimo dijo...

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