Dédalos filosos
Vierte el fluido consecuente de narcisismo en mis labios.
Hato harapiento de mi hoz,
dédalos filosos, palabras retraídas,
laxo perfume enmudecido
en silencio neural.
Mares de ensueño
cobijados en su concha dormida.
Pajal abarrotado en racimos de luciérnagas.
Madeja enrojecida de deseo,
sumida en el lagar de mis cobijas.
Tuve
Tuve muchos principios
sobre tu cuerpo y supe
que todos los cataclismos eran inminentes.
Tuve historias de mares perdidos
en el cuerpo que se agitaba
en la sombra de tus párpados.
¡Vi tantos rumores palidecer
cuando las cortinas agitaban
su fuero sobre tu espalda,
erizo náufrago a la orilla!
Tuve que esconder papiros
en la angustia de tenerte.
Los recobré, cada uno,
releído en mi vientre hervido
de conchas descubiertas.
Sí, fui un principio dividido
en muchos hombres,
pero no fue hasta detenerme
sobre tu pecho que descubrí
la luna que me ardía,
la gracia de los cuerpos.
Tuve que romper las páginas
para que no quedaran rastros
de mi cuerpo intervenido en las
sábanas anegadas de pájaros y olvido.
Y gocé del camino desandado,
el retorno de tus brazos rodeándome.
Tuve que callarme, pero ¡qué dulce silencio
el de mi boca rodeando tu sexo…!
He visto tu cuerpo desnudo
He visto tu cuerpo desnudo
a la sombra de un silente desvarío de la noche.
Y he rumorado a tus espaldas los caminos
que se hunden tras esos jeans
que no pueden ocultar tu pecho descubierto.
No pueden ocultar esos lunares, como
señales que indican la dirección
norte a sur, este a oeste.
Tus fronteras no son sino simulacros
que se queman debajo de la piel
cuando mi mano escurridiza las reinventa.
He visto tu cuerpo desnudo
a la sombra de un silente desvarío de la noche.
Tu cuello aleve caída de estruendo,
tus manos labradas de sudores ajenos
al temblor de los párpados.
He visto esa espalda florecida de océanos
que inundan cada paso sobre la arena
y la he visto desnuda en el monte.
Ahí se resumen los intentos, ahí en la profundidad
de su oscura noche
todas las estrellas aterrizaron sobre tu espalda.
Aterrizaron sobre mi cuerpo
y estoy de ellas invadido,
de tus caderas sumergidas en mi vientre anegado.
Y Nada más he de contar de esa espalda de roca
que me arde muy adentro.
No se necesitan tantos testigos,
sólo que haya visto tu cuerpo desnudo,
¡encarnación de Dios sobre mi sangre!
Abdiel Echevarría Cabán
Poeta puertorriqueño
Acaba de publicar su segundo poemario
Estoicismo Profanado
Vierte el fluido consecuente de narcisismo en mis labios.
Hato harapiento de mi hoz,
dédalos filosos, palabras retraídas,
laxo perfume enmudecido
en silencio neural.
Mares de ensueño
cobijados en su concha dormida.
Pajal abarrotado en racimos de luciérnagas.
Madeja enrojecida de deseo,
sumida en el lagar de mis cobijas.
Tuve
Tuve muchos principios
sobre tu cuerpo y supe
que todos los cataclismos eran inminentes.
Tuve historias de mares perdidos
en el cuerpo que se agitaba
en la sombra de tus párpados.
¡Vi tantos rumores palidecer
cuando las cortinas agitaban
su fuero sobre tu espalda,
erizo náufrago a la orilla!
Tuve que esconder papiros
en la angustia de tenerte.
Los recobré, cada uno,
releído en mi vientre hervido
de conchas descubiertas.
Sí, fui un principio dividido
en muchos hombres,
pero no fue hasta detenerme
sobre tu pecho que descubrí
la luna que me ardía,
la gracia de los cuerpos.
Tuve que romper las páginas
para que no quedaran rastros
de mi cuerpo intervenido en las
sábanas anegadas de pájaros y olvido.
Y gocé del camino desandado,
el retorno de tus brazos rodeándome.
Tuve que callarme, pero ¡qué dulce silencio
el de mi boca rodeando tu sexo…!
He visto tu cuerpo desnudo
He visto tu cuerpo desnudo
a la sombra de un silente desvarío de la noche.
Y he rumorado a tus espaldas los caminos
que se hunden tras esos jeans
que no pueden ocultar tu pecho descubierto.
No pueden ocultar esos lunares, como
señales que indican la dirección
norte a sur, este a oeste.
Tus fronteras no son sino simulacros
que se queman debajo de la piel
cuando mi mano escurridiza las reinventa.
He visto tu cuerpo desnudo
a la sombra de un silente desvarío de la noche.
Tu cuello aleve caída de estruendo,
tus manos labradas de sudores ajenos
al temblor de los párpados.
He visto esa espalda florecida de océanos
que inundan cada paso sobre la arena
y la he visto desnuda en el monte.
Ahí se resumen los intentos, ahí en la profundidad
de su oscura noche
todas las estrellas aterrizaron sobre tu espalda.
Aterrizaron sobre mi cuerpo
y estoy de ellas invadido,
de tus caderas sumergidas en mi vientre anegado.
Y Nada más he de contar de esa espalda de roca
que me arde muy adentro.
No se necesitan tantos testigos,
sólo que haya visto tu cuerpo desnudo,
¡encarnación de Dios sobre mi sangre!
Abdiel Echevarría Cabán
Poeta puertorriqueño
Acaba de publicar su segundo poemario
Estoicismo Profanado
visita el blog de Abdiel
Y se presentará este sábado a las 6pm en Borders de Mayagüez
Lee la reseña escrita por el poeta Alberto Martínez Márquez
1 comentario:
wowowwowowo, me quedo sin palabras con las palabras de este muchacho, que erotismo y que don, no puedo con esto, es increible y fenomenal. Bravooooooooo
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