lunes, julio 07, 2008

Conferencia: la ciudad se viene en palabras


Este Santurce que se derrama en las palabras

La palabra se transforma y reforma la ciudad desde sus ambigüedades y abandonos; donde un edificio graffitero y abandonado hace esquina en la De Diego con Ponce de León intersecando un mega Banco; mientras una señora vestida de verde, chancletas floripondias rosadas y labios color passion son la base de control de una cabeza enrolada parabólica. La susodicha acomoda su Vea y Cosmopolitan e insulta al adicto que le pide pa… lo que sea; a su vez, dos banqueros encorbatados --escondiendo sus sudores ensobacaos entre los pliegues de una chaqueta Armani-- los miran con puro asco clasista… Esta es una escena cualquiera de un film, un cuento o un poema.

Lo anterior bien pudo haber ocurrido, con sus variantes, en el Paris decimonónico de Jean Baptise Grenouille donde los ambientes se definen por el olor del propio. En un ambiente cargado se pueden distinguir olores fuertes, inquietantes... y en un ambiente alegre se pueden distinguir olores más sutiles. En El perfume, los ambientes tienen la función de separar lo agradable de lo desagradable o incluso, lo peligroso de lo seguro. En este caso se trata de la ambientación de una tarde cualquiera de lunes a viernes, por las distintas locaciones desde Barrio Obrero a Miramar, ahorita mismo en el siglo XXI: tierra de contrastes.


Santurce es la ciudad que nos habita desde la decadencia y sus disparidades; los colores y olores; de la riqueza y la pobreza. Es tan dolorosamente rico en la diversidad que nos regala esas historias a los escritores que recorremos sus avenidas, calles, callejones… Por ejemplo, en mi libro Bocetos de una ciudad silente camino, construyo, destruyo y deconstruyo caprichosamente (como caprichoso es el gobierno, también improvisado el segundo) este arrabal urbano que posee todo lo necesario para ser independiente. En un extremo tenemos un barrio obrero (construido en los años veinte para resolver el problema de vivienda en puerta de tierra), de inmediato una universidad asociada (antiguamente de señoritas) con un estudiantado pudiente, que está rodeada de comunidades de todos los niveles de nuestra desnivelada sociedad, recorriendo la Ponce de León al otro extremo el Colegio de Abogados, el Departamento de Justicia… Y en el Centro están los colores, los ambientes multirrímicos, multiculturales, multidevastados de esta ciudad que se nos viene entre las manos, entre la mirada, parafraseando de alguna manera a la poeta Amarilis Tavárez Vales.
Pinchos de carne. Se me ocurre visualizar esta zona como un manjar de carne al pincho, que tanto nos gusta en las fiestas patronales. El palito que aguanta la carne y tostones es la Ponce de León; la carne y los tostones son los barrios y barriadas con sus deambulantes voladores y la salsa BBQ es lo que nos quieren embarrar los grandes intereses económicos (dícese empresarios, contratistas y el gobierno) con su plan de mejoras, para que nos pasemos los distintos trozos de carne sin distinguir sus texturas, diferencias o si es cerdo, vaca, pollo, perro o iguana.. ¿Y quién se robó el pan? ¿Y quién es el valiente que agarra el extremo del palito? ¿Y luego en dónde arrojamos el palito vacío? ¿para qué nos sirve vacío?

Santurce es hogar de terrestres y extraterrestres, donde un encuentro cercano con la comemierdería es inversamente proporcional a qué mierda hay pa comer, para meterte o para sobrevivir, y aún así el gobierno de turno, en cualquier turno, pretende “blanquear” la ciudad derribando una barra dominicana y par de casas cincuenteras de paredes despintadas junto a un parking de brea para construir un edificio, medio millón comenzando por simple apartamento de tres habitaciones. Y es que blanquear implica y significa tantas cosas… No se trata de hablar de ese nuevo pecado de la iglesia llamado diferencias abismales entre ricos y pobres, de anular el “limbo”, ni se trata de retratar la realidad de una niña riquita que entra en su mercedes mientras la otra, de la misma edad en la otra esquina se prostituye con sus piernas ulceradas. Igualmente son personajes de esta película en la que somos espectadores y actuantes, los que escribimos sea en una servilleta con olor a medalla y tostones o una Macintosh G-5 y acondicionador de aire con incienso de pacholí.


Comenta el historiador y escritor Mario Cancel en su libro Literatura y narrativa puertorriqueña (Ed. Pasadizo, 2007) que “no se hace literatura en el silencio y el aislamiento. … La escritura es una reescritura abierta, un medio mixto de cosas que se recogen de una diversidad de lugares, o del reino de lo heterogéneo. … La alternancia caótica es la regla”.
Ese caos divino lo recogemos desde nuestras vivencias, a lo leído, lo visto, lo caminado y nos repetimos Santurce a lo caótico: una riqueza pura de seres vivientes desde su propia realidad o des-realidad, como le llama el profesor y crítico Luis Felipe Díaz. Así bien lo entenderán los escritores nacidos en Santurce, algunos de ellos son: Vicente Rodríguez Nietzsche, Néstor Barreto, Rafael Acevedo, Chiara Merino, Dalia Nieves, Ana Lydia Vega y Andy Montañez, además de muchos otros que sí escriben claramente del mundo sanjuanero, santurcino desde Barrio Obrero hasta Miramar, sin necesariamente ser santurcinos, el mismo Manuel Clavell, Daniel Torres, Ángel L. Matos, Guillermo Rebollo Gil, Gallego, Marta Aponte Alsina, Luis Rafael Sánchez, José Ferrer Canales y muchos otros.


Como ejemplo de esas oposiciones experimentales, escribí el cuento La llamarada (que pertenece a Bocetos de una ciudad silente, Isla Negra Eds., 2007) , en dos párrafos y dos tiempos, el primero en la hacienda de Lagüerre y un segundo plano de la historia con los mismos dos personajes pero en tiempo actual en la Ponce de León:

La llamarada
Boceto a dos tiempos



¡Lee, lee! Una gota de sudor copula un moco sangriento sobre las bembas de Toño, que se mira sus manos, mira la hacienda: calor y muerte, bueyes y caña. No piensa, corre. Fucking lazy Portorricans, desde el balcón de la hacienda una cerveza fría bautizaba los finos labios de William, ojos de cielo, que mira al negro caerse y espetarse el filo del machete en el pecho. ¡Fuego, fuego! Los piojos no discriminan cuando hace calor. La sangre mana hasta del cuerpo más miserable. Toño llora un vómito de sangre, mientras una viga del techo de la hacienda cae perforando desde la clavícula hasta el cóccix de William. Ambos pudieron comprender el fin de la zafra.

¡Corre, corre! Bill suda frente a una barra entre la avenida Ponce de León, esquina calle Berga, su salada excreción baja por su espalda chichando con el orín reseco de su entrepierna. Se mira las manos, el sol quema, la brea quema, la colilla quema, perros y hambre. La caña tarda en crecer lo mismo que su tecata vida en gastar el premio millonario de la loto. Puñetero gringo vago, desde la entrada de Los Pinos el humo del cigarrillo baila una bachata frente a Antonio, ojos de azabache, que mira al cano Bill cruzando la avenida mientras pasa la AMA. ¡Sangra, sangra! Otro escritor sin historias se reinventa en la cuneta. La sangre huye hasta del más ingenuo. Los huesos de Bill crujieron bajo las gomas de la guagua, mientras una navaja afilada penetra suavemente una y otra vez desde el pecho hasta los genitales de Antonio. La página de un libro cayó desde el tren urbano y una llamarada no hace primavera cuando la historia se repite. Esta vez, ambos se quedaron sin comprender.” (amf)

Sobre las diferencias entre campo y ciudad, la literatura costumbrista y las corrientes urbanas (a contrario de lo que algunos creen, la literatura urbana no es una novedad, aunque en Puerto Rico ha tomado mayor relieve y destaque en los últimos treinta años, ya René Marqués había publicado en 1960 una antología de cuentistas: En una ciudad llamada San Juan) se ha escrito mucho, nunca lo suficiente. Esta literatura en su mayoría a partir de los años noventa, además de experimentar (oficio de escritor) con ruptura de las estructuras creativas de la palabra misma, se incorpora el elemento visual, la Internet, el graffiti y el cómic. Así aparecen revistas como Must-urbana (1994) del escritor Pablo S. Torres de la cual nos comenta sobre este aspecto Mario R. Cancel (Literatura y narrativa puertorriqueña: la escritura entresiglos, Ed. Pasadizo, 2007):


“El lenguaje, el formato y la temática de Must-urbana demuestran una intención de que se les interprete como un proyecto de ruptura. En esta escritura hay algo parecido a una afirmación neopopulista posturbana que expresa una condición de ajuste al caos ciudadano que estimula el disfrute abierto de su condición en tiempos de la globalización. … La iconización de la escritura es una marca asociada a la era de la cibernética que tiene sus antecedentes en el lenguaje del mercadeo y la publicidad.” (pág. 59)

Estos elementos de imagen, palabra, Internet, creatividad, iconografía se siguen desarrollando en la literatura actual del siglo XXI desde la diversidad de las voces se retrata la policromía del mundo santurcino. Un microespacio que revela los grandes contrastes de la sociedad puertorriqueña, la marginalidad, los desaciertos gubernamentales entre estructuras/personas-desechables y estructuras con personas de rentables “nombres y apellidos”, dónde un engabanado mira con asco a un tecato en su mugre que se puya la vena, para luego encerrarse en su oficina climatizada a 60 grados acondicionados y se nifea una rayita con clase o brega con dinero de campañas políticas. Todo se ve, la mayoría se calla. Están también los que no se meten, esos de vidas estáticas. No todos son iguales, claro está, no peco de absolutista. Sin embargo, pretender reconstruir, léase blanquear o “enriquecer” el Santurce llamado Ponce de León y barrer esa verdad “¿inconveniente?” hacia los márgenes, barrios y barriadas (Bitumul, Barrio Obrero, los callejones tras la 15 a la 18, y tantos otros que pretenden esconder), que ellos mismos llaman de forma eufemística “especiales”, no es más que una hipocresía institucional. Al fin de cuentas, Santurce es un barrio de San Juan, y el emperifollado Condado es un barrio del barrio…
Queda de nosotros plasmarlo en imagen y palabra, cuerpo y sangre de las historias, más allá de los juicios valorativos, más allá de la oferta y la demanda, y de los aburridos sermoneos. Esa es la palabra que construye y reconstruye ese lugar llamado Santurce.

Ana María Fuster Lavín
simposio sobre Santurce
Universidad del Sagrado Corazón
Puerto Rico
2008


1 comentario:

José H. Cáez Romero dijo...

Para mí ese mundo neoanticuado llamado Santurce, el hogar que me vio crecer, que me vio correr por sus callejones, llenos de prostitutas, vagabundos, tecatos como suelen llamarlos por ahí, representa mi origen, mi querencia y por supuesto, la de mi país. No deja de impresionarme, cada vez que piso su suelo, redescubro una historia nueva. Me encanta cuando dices lo de los extraterrestres. Puedo decir que muchos se sienten así ante el nacimiento de la nueva extención del Condado, muy bien dicho por ti para blanquear, para esconder el caribeñismo que existe desde su fundación. San Mateo de los Cangrejos, es el hogar (y para mí), el nacimiento de lo que es la ciudad moderna en San Juan. Representa los valores de esta sociedad, esos valores que están desapareciendo poco a poco con su remodelación, y ocultando las realidades que nos siguen y que nos empujan.

Yo soy de la Barriada Figueroa(al menos vivía antes, y me paso mucho ahí), y jugaba mucho en la Calle San Juan, donde era la "niyol", de ahí surge parte de mi raiz caribeña, ahora-- un Parking de la AEE. Y tú, dónde resides?