jueves, marzo 30, 2017

Escritor invitado: José H. Cáez-Romero

 
 
 
Silencios de Papel invita a leer el poemario Cicatriz de fuego (Ed. Isla Negra, 2017) del poeta y educador puertorriqueño
José H. Cáez-Romero.
 
 
10.
He visto caer mi pelo
en el abismo.
Los años, inútiles, pasan.
El tiempo, indomable levedad
que nos adelanta en silencio,
enemigo siniestro, comezón de canas
y arrugas que se hacen presentes
para reírse más y más y más cada día.
Muy al fondo
por esa esquina entre el ojo
y la agudeza  de los sentidos
se teme a la ausencia y a esa transición con lo eterno,
a la soledad que nos promete un grito desesperado
tímidas vocecitas que acorralan en el espanto
la inmediatez del beso.
La fuga, devoradora por siempre
de nuestra estancia,
transmutación de lo enorme
que podemos ser
pero que no somos y que ni siquiera intentamos.
el miedo de siempre que no se va
la angustia que insiste en la culpa y el adiós.
 
La complejidad, el espejo
el no creerse demasiado
para no comprometerse con
lo que se hace, quizá para no abrirse
y esperar a que los fibroblastos
acarician la carne y nos abracen,
para que sitien su permanencia
y tengamos que vivir mirando
y sabiendo.
Para que tengamos que vivir escondiéndonos
y renunciar.
Nada gira nunca como pensamos
al fin de cuentas,
la magia de los dioses siempre nos abandona.
 ¿Qué queda?
Las cicatrices siempre se quedan.
Nosotros, a veces, no.

 

 

Cicatriz de Fuego

 
Todas nuestras huellas son
el miedo, la traición
el llanto incontenible,
los espejos en cuyas luces
aparecen las visiones
de lo que jamás seremos.
La muerte de las estrellas
la ausencia de lo querido,
los espacios que jamás
llenaremos y que jamás
serán comprendidos.
La mentira que es el tiempo
la memoria que nos asalta
con la alegría más fiera
y que esconde tras su sonrisa
la más grande de las heridas abiertas
que es el olvido,
el espejo momentáneo
que es la felicidad.
La batalla eterna de los mortales,
la sangre que siempre ronda en la fuga
la furia contenida.

Pero también la valentía
las carcajadas compartidas
la sonrisa que nos da la chispa necesaria,
el tacto bien logrado,
la mano tendida para otra acción
diferente a la de los adioses.
La relatividad más allá de la cara de un anciano,
el cariño que nace espontáneo
así como el aire y la luz.
el abrazo, la confianza
la lucha en pie de búsqueda
el aceptarnos con el remedio intencionado
de hacerlo sin manifestaciones
ni chantajes escondidos.
La explosión del cosmos,
La creencia, la querencia, la vivencia.
Las marcas ajenas, las propias
Que nos anuncia la victoria sobre la dejadez.
La hoguera como centro único
De nuestra existencia y de nuestra permanencia.

José H. Cáez

 
 



En la invitación (a modo de prólogo), comenta el escritor español José Ovejero sobre Cicatriz de fuego de José H. Cáez-Romero: 
 
“[…] este libro es una indagación de lo que podemos y lo que no podemos creeer, de lo que constatamos y sin embargo no conseguimos descifrar. Solo se puede poner en palabras, y en eso la poesía no es muy distinta a la ciencia, lo que es seguro: la cicatriz, las heridas, la sangre, el cuerpo. El dolor comienza ya a ser un concepto demasiado abstracto. Y también el recuerdo nos engaña, aunque lo necesitemos una y otra vez para reconstruirnos, para saber cómo hemos llegado aquí. […]”

 

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