viernes, marzo 10, 2017

Son esas intermitencias de la muerte, las voces que salen de mi pecho. Mariposas negras, Ana María Fuster Lavín


Caricias del silencio   o la invisibilidad

“[…]Son esas intermitencias de la muerte, las voces que salen de mi pecho. Ellas chocan contra las ventanas, hasta fragmentarse en palabras sin sentido. Luego, recoger cada una y encajarlas como un rompecabezas hasta recordar o desaparecer. Y es que olvidar también es una forma de morir. Sin embargo, para olvidar hay que recordar. Una vez, mi maestro de historia en la secundaria me comentó que contar el pasado es una forma de liberarse de él. Me dijo: “Mariana, por más que duela, no puedes borrar cada pisada; cada rincón de tu corazón guarda una historia. Tienes que reconstruirla desde el origen: tu origen. Solo así serás libre”.

Una vez le comenté a John, mi mejor amigo de la escuela, que, para no enloquecer, me convenzo de que cada día tiene su propia historia. Igual, algunas especies de mariposas solo viven veinticuatro horas: despiertan, aman a otra mariposa; luego aletean hasta quedarse dormidas y mueren. Entonces, de qué sirve buscar de dónde venimos o quiénes fuimos o seremos. Tengo la certeza de que solo encontrando las palabras precisas podemos sobrevivir. 

Desde que estoy aquí todos los días son iguales. Ya nadie me visita. Mientras, las palabras siguen siseando desde las ventanas de la habitación. Alzo las manos y las sílabas de cada aleteo acarician mis dedos. Una vez en la escuela traté de imaginar que uno podía contactarse con el silencio. Llegar a ese mundo donde todo es paz y poder organizar las piezas de nuestros recuerdos sin que los demás nos rompan. […]”

(fragmento)

Ana María Fuster Lavín, novela Mariposas negras
 (ed. Isla Negra, 2016, pág. 14)

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